De Bari a Milán, un trayecto de casi un mes que coronó por única vez a Gianni Bugno en una gran vuelta. Una afirmación que entonces nadie hubiese creído verdad, ya que la clase del italiano destacaba sobre la media, levitaba sobre la bicicleta cuestas arriba, cuestas abajo. Parecía siempre el mismo sufrir indoloro, el desplazamiento sobre el terreno como quien se deja llevar por una cinta transportadora. Un imán de aficionados y admiradores que tomó el ascensor a mito con sus dos años luciendo el inmaculado blanco del arco iris. Esa imagen será la que trascienda a la persona que contiene al ciclista dentro de décadas.
En 1990, tras vencer la prestigiosísima y llorada Copa del Mundo, ganar el Giro y conquistar el Alpe d’Huez en el Tour, parecía que el mundo se rendiría a sus pies. En Italia la ilusión detrás de Gianni sólo fue oscurecida un tanto por el bidonazo de Claudio Chiapucci, ese clásico que llegaba con arrestos donde no llegaba con clase. Su compatriota estuvo cerca de ganarle el Tour a LeMond, lo que restó eco a su atronadora victoria en el Giro de Italia, la carrera de casa.
El dominio fue tal que por homofonía el Giro pasó a ser de Italia para ser de Bugno. Pero es que además el corredor nacido en Suiza el mismo año que su verdugo Miguel Induráin tomó la maglia rosa en la primera etapa, un prólogo por las calles de Bari, y ya no lo soltaría hasta llegar a la ciudad eterna de moda, Milán. ¿Había mejor escenario para el ciclista más cool del momento? Ganar una especie de prólogo a Thierry Marie se vio con los años que era sinónimo de confiar mucho en el destino. Pues le ganó.

Entre loor de multitudes vimos ganar a Eduardo Chozas en el Vesubio. También al mítico Phil Anderson. Ghirotto lucía piel capilar mientras el nombre de Tchmill comenzaba a sonar por los puestos cabeceros, al tiempo que otra calva asomaba por detrás del rosa. Era la de Piotr Ugrumov, el mítico escalador letón que tuvo sus años de gloria tiempo después. Tiempos en los que se oían nombres como Poulnikov o Konychev, ucraniano y ruso y no pasaba nada. Nombres bíblicos del ciclismo.
La clase y el motor de Bugno eran incuestionables, pero su forma de ganar estaba obedeciendo más a cánones saronnianos que a los de un gran campeón. Ganó en la llegada a Vallombrosa con unos segundos de ventaja por soltar de rueda en el final. En la contrarreloj fue segundo y aventajó a los que a la postre serían más los rehenes de su calidad que sus rivales.
A Gianni le bastó con controlar al galo Mottet camino del Pordoi a través de la fatídica Marmolada, una subida que nunca fue amiga del italiano. A excepción de ese día, donde los ángeles tocaron con su varita sus piernas y se marcharía de aquel mes de junio inmaculado, imbatido y con la sensación de que teníamos nuevo chico en la oficina. En ese momento no se conocía el alcance de los tiempos futuros, los campeones por venir. El ciclismo vive mucho en la actualidad olvidando su pasado y cómo las cosas cambian de un año a otro.

Sin embargo, Bugno paseó por aquel Giro con paso firme. Ni siquiera pudo pararle el problemático descenso del Mortirolo en el que Leonardo Sierra recibió más besos del suelo que de las azafatas en meta. De Aprica a Milán fue un paseo, incluyendo la exhibición de la maglia rosa en la última crono, con meta en Sacro Monte, uno de esos sitios donde la UNESCO ha puesto su sello de calidad. El marco (con perdón) era inmejorable, como lo fue la foto del podio final, con Charly Mottet a su izquierda y otro Marco (con perdón, de nuevo) Giovanetti al otro, demostrando que la sorpresa de la Vuelta no lo fue tanto.
Las nubes atardecían en rosa para Gianni desde entonces. Un ídolo, una popstar, un mesías al que seguir al fin del mundo. Pese a confirmar en años posteriores su calidad en las clásicas y, concretamente, en los muros de Flandes, sería otra pared la que le separaría de pasar a la historia como uno de los mejores corredores italianos de todos los tiempos: Miguel Induráin.
Cuarto ciclista en dominar de principio a fin el Giro y primero desde los tiempos de Merckx en obtener una ventaja tan amplia (siete minutos) sobre el segundo clasificado. No fue un paseo, pero viendo rodar a Gianni lo pareció. Vaya si lo pareció…
Escrito por Jorge Matesanz
Fotos: Sirotti. Portada: