Corrían los ostentosos años 90. A todo galope, entre el jolgorio clásico de las banderas, en este caso españolas, en lo alto de París, se colaban las primeras insignias danesas. Aquellos eran días de bicicleta de montaña para Michael, un entonces joven nacido en la principal de las más de cuatrocientas islas que componen el mapa geográfico de Dinamarca. La euforia por haber derrotado a un supercampeón se apoderaba de cierta simpatía por el ciclismo profesional en el país. Lo que nadie sabía era la voltereta que ese sentimiento iba a sufrir ni que el relevo en el maillot amarillo iba a venir de la mano de alguien tan peculiar, tan aplaudido como odiado, tan polémico como simpático.
Fino escalador, Rasmussen siempre fue un obsesivo del peso. Su relación con la cinta de manillar fue de todo menos casual. Tampoco dejaba oportunidad a la improvisación con la cantidad de agua que contenían sus bidones, un toc más extendido en el pelotón de lo que nos parecería. Nada al azar cuando se trata de ascender un puerto unos segundos más deprisa que los demás. Rabobank fue confiando en este maniático ciclista conforme sus prestaciones en alta montaña mutaron de inconstantes a habituales. Mucha presencia en televisión debido a sus galopadas por las montañas a lomos de alguna fuga y de lucir en su delgado cuerpo el maillot inconfundible y conocido como ‘polka dot jersey’. Lo monopolizó por dos años. No lo hizo por tres debido al cambio de un maillot secundario por el principal, el amarillo. Un color bastante representativo de los pollos, apelativo que le había acompañado desde su juventud.
Aunque el de Tølløse no llegó hasta París luciendo ‘su’ maillot, sí que lo lució a base de bien por toda la edición. Si dos años antes sufriría para no conservar su plaza en el podio debido a sus performances en las cronos (cedió nada menos que ocho minutos con Lance Armstrong en la última de ellas), en 2007 la lucha individual no iba a ser problema. Consiguió la preciada prenda en la meta de Tignes, en una etapa alpina en la que una fuga decidió que el danés, que estaba en búsqueda de los puntos en los puertos, iba a disfrutar del amarillo por un largo tiempo. Un grupo de favoritos eligió complicarse la vida sobremanera invitando a la mesa a un difícil rival del que después no sabrían desprenderse. La simpatía por el ‘pollo’ era unánime en aquellos días.
Tan sólo la revelación involuntaria de un Davide Cassani que trabajaba como comentarista para la televisión italiana dejó sin Tour a Rasmussen. Una supuesta mentira en el paradero del danés a las autoridades antidopaje hizo saltar las alarmas. La organización francesa no paró de presionar hasta que Rabobank retiró a su pupilo de carrera, derivando en el primer título en la Grande Boucle de Alberto Contador, segundo en la general entonces y maillot amarillo definitivo después. La simpatía y el apoyo a Rasmussen cambiaron de la noche a la mañana. De héroe a villano en apenas unos pocos días de diferencia. Una bajada de los altares en la que nuestro protagonista tardó seis años en confesar y detallar en rueda de prensa sus prácticas y sustancias dopantes utilizadas.
Un Tour aquel de 2007 donde la llegada a Tignes fue capital en la consecución de un protagonismo que parecía artificial desde un punto de vista de clasificación, irreal de cara a un París muy lejano donde las cronos serían las barreras insalvables, como así lo fueron tan sólo dos años antes, en posiciones cercanas al podio durante gran parte de las tres semanas. Difícil de defender para alguien que cede cerca de ocho minutos con el vencedor de la etapa. En ‘su’ Tour fue muy diferente.
En la actualidad ha convertido en un palco de opinión su cuenta de Twitter, desde donde analiza el ciclismo desde un punto de vista irónico, sarcástico y ciertamente ácido para quien tenga complejos políticamente correctos. “Ciclista y padre que montó en bicicleta todo lo rápido que era humanamente posible – a veces un poco más rápido -“, reza en su descripción de perfil. Interesante para conocer también sus perspectivas actuales y sin tapujos sobre su trayectoria y los ciclismos que han venido detrás de él.
Escrito por: Jorge Matesanz (@jorge_matesanz)
Foto: Sirotti