Tras de superar un cáncer testicular, Lance Armstrong volvió a entrar en escena del ciclismo internacional, con una aparición sorprendente en la Vuelta a España 1998, donde finalizó en una meritoria cuarta posición. Apenas dos semanas más tarde, en los campeonatos del mundo disputados en Valkenburg (Holanda), se volvió a quedar a las puertas del triunfo, repitiendo puesto tanto en la prueba disputada en línea, como en la contrarreloj. Parecía que el destino le negaba un gran triunfo, pero él se encargaría de cambiarlo.
A la salida del Tour de Francia de 1999, Lance Armstrong llegó como una incógnita. Su rendimiento en las carreras “pre-tour” había sido satisfactorio, defendiéndose en los colosos alpinos de la Dauphine Liberé, pero el Tour es otra historia.
Su comienzo fue asombroso, proclamándose vencedor en el prólogo disputado en Le Puy du Fou. La confianza del tejano fue en aumento a medida que pasaban las jornadas, y terminaría dominando la prueba en un duelo desigual con Alex Zulle, que se vio perjudicado por la pérdida de 6 minutos en el Paso de Gois.
Los años 2000, 2001 y 2002 fueron un monólogo con el norteamericano como amo y señor de la prueba, sin dar la más mínima opción a sus rivales. Y su aparición en la salida de la edición del 2003 resultó ser muy diferente a la de su primera victoria. Totalmente confiado en poder igualar el record de ganar 5 “Grande Boucles” que ostentaban los franceses Anquetil e Hinault, el belga Eddy Merckx y el español Miguel Indurain, las cosas no comenzaron demasiado bien para el corredor de Austin.

En el primer contacto con la montaña, sus rivales le salieron respondones, y no pudo vencer en una ocasión que esperaba como agua de mayo, para sentenciar la carrera (Alpe D´Huez). A la entrada en los Pirineos le precedió una contrarreloj en Cap Decouverte, sobre 48,5 kilómetros, donde un renacido Jan Ullrich, en las filas del equipo Bianchi – que se hizo cargo de toda la estructura hasta el final de temporada, por culpa de los problemas financieros del equipo Coast – le humilló. Ya en el terreno montañoso, Lance Armstrong pasó serias dificultades en Ax-3-Domaines – Plateau de Bonascre – y en el Peyresourde para seguir la estela de sus principales adversarios – Ullrich y Vinokourov -.
Pero al día siguiente, el cielo se volvió a nublar, y en una etapa con el Col d´Aspin, el col du Tourmalet y Luz Ardiden como final de trayecto, el de US Postal volvió a sacar a relucir su raza de campeón. En el Col du Tourmalet, Jan Ullrich se mostró insaciable, y tensó la carrera para ver como se mostraba su rival. Los apenas 15 segundos que distanciaban a ambos corredores en la general, parecía una renta no suficientemente alta como para que el alemán pudiera alzarse con el maillot amarillo en la última contrarreloj – y más teniendo en cuenta los precedentes de la primera CRI –, pero el ciclista de Bianchi parecía ansioso por vestir tan ansiada prenda.
Pese a que en un principio parecía que iba más fuerte que su contrincante – dejándolo de rueda en el coloso pirenaico –, el tiro le salió por la culata, y ya en plena ascensión a Luz Ardiden, Armstrong pasó al ataque, con tan mala fortuna que, cuando comenzaba a abrir diferencias con respecto al resto de hombres fuertes de la carrera, se enganchó con la bolsa de un aficionado. Incomprensiblemente, Tyler Hamilton, íntimo amigo y ex–gregario de Armstrong en el US Postal, paró al grupo en el que viajaba, entre otros, Jan Ullrich, hasta que el líder se volvió a reintegrar en el seno. Entonces Lance, se tomó un respiro, y volvió a la carga secundando un ataque lanzado por Iban Mayo. Nadie pudo seguir su rueda, y otro golpe moral de los que duelen de verdad, volvió a sacudir al alemán.

Por delante Armstrong fue pedaleando con mucho ritmo, con su ya clásico molinillo, mucha cadencia de pedalada, y alcanzó una diferencia cercana al minuto. Cazó al hombre que comandaba la carrera. El francés de La Boulangere, Sylvain Chavannel, se despidió de su ilusión de vencer en la etapa pirenaica, cuando sintió la mano del americano encima de su espalda. “Lo siento, muchacho, pero me estoy jugando el Tour” diría esa mano, y continuó la ascensión en busca de la mayor renta posible para defender en la cronometrada final. Sin embargo, Ullrich se recompuso y enganchó el golpe de pedal adecuado, de manera que paulatinamente fue reduciendo la diferencia entre ambos. Al final la renta se estancaría en torno a los 40 segundos, y todo quedaba visto para sentencia.
Los alemanes, son extremadamente tercos, “cabezotas”, y éste no iba a serlo menos, así que no se dio por vencido, y en la contrarreloj disputada entre las localidades de Pornic y Nantes salió a por todas, con la mala fortuna de que el mal tiempo apareció en forma de lluvia, y una rotonda en la que arriesgó demasiado – no le quedaba otra -, le despidió de las pocas esperanzas que le quedaban para volver a auparse a la primera plaza del podio. En la línea de meta, mientras Jan Ullrich se lamentaba y sufría las consecuencias de la caída, Lance Armstrong entraba certificando su quinto éxito consecutivo levantando su brazo en un signo inequívoco de rabia contenida, para entrar en las letras de oro de una carrera que posteriormente engrandecería aún más.
Escrito por Federico Iglesia
Foto: Matt Knoth, CC BY 2.0, via Wikimedia Commons