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El reflejo del Induráin de 1990 en el Van Aert de 2023

Los debates en torno a Van Aert son los clásicos que existen sobre los ciclistas que realmente marcan la diferencia. Nadie habla del aguador, del ciclista que quedó el último en la etapa o de aquel corredor que pasó problemas para resistir en el top 10. La gente habla de ciclistas top, que demuestran ser únicos por su grandes dotes ciclísticas o de aquellos que emulan a gestas del pasado. En todo caso, a muchos otros les cuesta aceptar que se opine, que se debata sobres estos corredores, a los que se supone se les debe aplaudir incondicionalmente y cuestionar lo menos posible.

Vivimos una generación de ciclistas que pocas veces se ha visto en la historia del ciclismo, con puntas de lanza como el propio Van Aert. Es natural que se cuestione si están optimizando bien sus carreras, sobre todo en el caso del único de todos estos ciclistas que no es reconocido por su equipo como el mayor de las apuestas de su equipo. Jumbo Visma puede suponer en estos momentos el mejor equipo del World Tour, por estado de forma, por resultados, por calidad de sus nombres, etc. Pero precisamente esa competencia puede estar limitando las opciones de Wout, que va para 29 años y en esta temporada 2023 cuenta con Primoz Roglič, Jonas Vingegaard y Dylan Van Baarle en el equipo. Líderes natos, que en algún caso interfieren con su terreno predilecto y teórico: las clásicas.

Porque Van Baarle es neerlandés, misma nacionalidad que la escuadra por la que acaba de firmar a finales de 2022. Parece difícil pensar que le van a supeditar a Wout. Es más plausible un escenario en el que el ex ciclista de Ineos y actual ganador de la París Roubaix raye a la altura del belga, compartiendo galones y con uno u otro aprovechando el marcaje al compañero. En este caso, quien aún conserva un mayor halo de favorito y aureola de ciclista legendario es Van Aert, y por ello quien más tiene que ganar de esa bicefalia es Van Baarle. Teóricamente, después veremos cómo se gestionan esas capitanías. Viendo cómo lo han hecho hasta la fecha con las grandes vueltas, es fácil adivinar un escenario como el descrito.

Se defiende mucho la posición de Wout como asistente. Si Messi hubiese marcado la mitad de los goles y se los hubiese pasado a otros compañeros, ¿estaríamos hablando de una leyenda de la misma magnitud? Obviamente, no. Van Aert tiene hasta la fecha la friolera de una victoria en Monumentos, un buen rasero para medir la calidad de las victorias de cada uno en un mundo tan complejo y difuso como el de las clásicas. Van Baarle, con mucho menos plumaje, ha ganado un Monumento. Lo que sí cosecha el belga es una lista legendaria de segundos y terceros puestos: Mundial en ruta y en crono, Juegos Olímpicos, Flandes, Roubaix, Lieja, Europeo…

En invierno disputa el Mundial de ciclocrós. No lo gana desde 2017/2018. Cinco temporadas de CX sin ganarlo ya son demasiadas. Entendiendo que contractualmente y en disfrute de su deporte las cosas le estén yendo de maravilla (al fin y al cabo, en comparación con muchos otros es un privilegiado), quizá se esté pasando su carrera en aquella sentencia que el refranero español acierta una y otra vez: el que mucho abarca, poco aprieta. Siendo asistente y rematador al mismo tiempo se está viendo que sigue en una dinámica de victorias menores para el caché que este ciclista tiene. Para un corredor de esta envergadura ser maillot amarillo en la primera semana del Tour es pecata minuta (o debería serlo).

Sus logros están supeditados al papel de ‘niñera’ de sus líderes, como en el pasado Tour frente al pavé, donde hizo una versión ciclista de ‘Salvar al soldado Ryan’ constante. Si sus líderes están a salvo, entonces puede buscar sus opciones de brillo. Entendible en cualquier estructura en la que tuviesen un ciclista mejor que él. Pero es que no hay ciclistas mejores que él, ni en Jumbo, ni en ningún otro equipo. Van der Poel tiene un equipo hecho a su imagen y semejanza. Evenepoel está en ello, pero ya se ha ganado por derecho propio ser el ojito derecho de Lefevere. Qué decir del ‘caníbal’ Pogačar en UAE, donde es inimaginable verle ejercer la labor de gregario.

Imaginemos a Tadej trabajar para Joao Almeida en el Tour de Francia. O decirle al esloveno que es muy bueno en las clásicas y que debe conformarse con eso. Es más, en la actualidad posee tres victorias en Monumentos, dos más que Van Aert. Sería un planteamiento razonable. Si el belga no tuviese condiciones para las grandes vueltas o las carreras de una semana, sería entendible. Pero es que Wout ha sido el primer ciclista después de Merckx en ganar en una misma edición del Tour de Francia una etapa de alta montaña, una contrarreloj y una llegada al sprint. Ciclista de otra época, ciclista de otra dimensión.

Imaginemos que a Merckx le convencen de que debe centrarse en las pruebas de un día y olvidarse de las grandes. O que debe regalarle las victorias a sus compañeros y que eso es un mérito que le va a distinguir como historia de este deporte. La exhibición que este señor realizó en el pasado Tour con motivo de la llegada a Hautacam fue sencillamente impresionante. No venció la etapa por asumir gran protagonismo en la fuga y buscar la carrera desde muy lejos, además de pasarse el Tour en fuga para favorecer los intereses de su jefe de filas, que felizmente acabó por conseguir llevar el maillot amarillo en París.

Esas exhibiciones como en el Mont Ventoux, como en el Galibier, como en tantas y tantas etapas donde sirve de puente para sus líderes indican que este ciclista es mucho más que un mero clasicómano. Recuerda a aquel Miguel Induráin de los años 1989 y 1990. En ambos ganó etapas de montaña en el Tour de Francia, lo cual tuvo mucho mérito por estar metido de lleno en la lucha por el top ten en la general (acabó 10º en 1990) al tiempo que era el mejor gregario de Pedro Delgado, líder indiscutible de Banesto en aquella etapa del equipo español.

La victoria en Luz Ardiden levantó muchas ampollas en medios de la época, que representaban un poco el sentir de la lógica ante un Tour de ‘Perico’ bastante decepcionante para la opinión pública. No olvidemos que el segoviano venía de ganar en París y de ser tercero. Cierto que la escapada bidón que ubicó a Chiapucci en la general le arrebató la posibilidad de ser tercero por segundo año consecutivo. Pero fueron más las sensaciones que los resultados. Se decía entonces que Induráin debería haber ido por libre y tiempo después, cuando Delgado desapareció de la primera línea y Miguel ya era estrella del ciclismo nacional e internacional, se afirmaba que ese Tour de 1990 debería haber sido el primero de Induráin.

Con los años, tras el varapalo de 1996, también se escucharon algunas voces que reclamaban aquél como el sexto Tour. En todo caso, fue una hazaña que por una u otra razón no pudo ser, pero que ahora en nuestros días se ve un tanto reflejada en Wout Van Aert. Una tendencia a postergar el talento y ponerlo en favor de otros, cuando en realidad debería ser explotado ese talento y poner a los otros al servicio del mismo. Una carrera como la del belga debería ser vivida en primera persona, con un séquito de gregarios a su disposición y las ideas muy claras a su alrededor para convertirle en una auténtica máquina de ganar carreras.

Van der Poel es tan bueno como él en pruebas de un día, en ciclocrós, en muchos aspectos. Pero no es tan completo. Y hablando de barro, bendita falta de necesidad para la carrera de este ciclista seguir enfrascado en batallas que poco le van a aportar ya para seguir ampliando una leyenda que cada vez se diluye más en la historia de un ciclista que pudo ser y no fue, que pasará a la historia por los duelos con su archienemigo Mathieu y por los córner botados y rematados de cabeza por él mismo. Ni su palmarés ni sus logros están a la altura de su calidad ni de su potencial como corredor, es algo más que evidente.

Para Jumbo Visma todo funciona magníficamente, ya que posee a uno de los grandes talentos de esta generación, resuelve el trabajo de cuatro o cinco gregarios, da presencia al equipo en todo lo que corre, titulares, mueve redes sociales y además les da publicidad en los meses de menor actividad ciclista, que son el pico de mayor atención del ciclocrós. Un negocio redondo para el equipo, también para sus sponsors personales, que le tienen en el candelero en todo momento.

Pero queda un poso de pena por no haber podido ver quizá a este ciclista en todo su esplendor, e imaginarse al mismo tiempo qué hubiese podido ser de su carrera de haber gozado de un equipo que hubiese pensado por y para él. Son pensamientos inevitables ante el que es, para mí, el mejor ciclista de su generación, por calidad, por versatilidad y por potencial. Eso sí, con un tanto más de iniciativa en las carreras le hubiese ido mejor, aunque, claro, eso desde el sofá es muy fácil de decir.

Escrito por Jorge Matesanz

Fotos: ASO / Pauline Ballet

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