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El regreso de ‘Loulou’ Alaphilippe

Alaphilippe está de vuelta. Cuando hay mucho ruido alrededor, no se escucha el silencio interior. Sólo cuando la calma llega, la sonrisa aparece y el resultado regresa. Como diría Gareth Bale, en ese orden. Y nunca al revés. Ríos de tinta, teclas, palabras, tweets sobre un doble campeón del mundo desaparecido, lastrado a partes iguales por su propia dirección, por la presión endógena y exógena y el desgaste de la propia vida. A veces sólo hay que permitir que esos poquitos vayan desapareciendo para que el todo resurja, para que la esencia se libere y vuelva a superficie.

Sobreponerse a ese momento donde todo parece hostil, cuando entre la marejada lo único que se debe hacer es dejar la calma llegar y decidir entretanto cuál es el camino a retomar. Es el caso de ‘Loulou’ Alaphilippe, quien tras regresar a la victoria lanzó un mensaje que fue interpretado como un pequeño recordatorio al patrón de su equipo, Lefevere, o hacia sus propios aficionados, quienes iban a lanzar las campanas al vuelo. En realidad, es también interpretable como un mensaje para sí mismo. Pies al suelo, ojos al frente, mente activada en la conciencia de no haber conseguido nada aún.

Porque a todas las personas de éxito a las que se lee en diferentes tipos de publicaciones girarán en torno al concepto de nunca haber tenido la sensación de haber llegado. De siempre tener la sensación de que nada es diferente al día anterior. Y debe ser cierto. El día que te toca la lotería, sólo cambia un aspecto en la vida de una persona. Otras cambiarán, sin duda, pero en ese mismo instante todo seguirá igual que el día anterior. La victoria de Alaphilippe sólo quería decir que ese mismo día había recorrido los 167 kilómetros entre Brassac-les-Mines y La Chaise-Dieu diez centímetros más rápido que el segundo.

Como se suele decir en otros ámbitos de la vida, se debe hacer diferenciación entre el hecho y la forma. Un día de éxito no cambia nada. Elimina telarañas, demonios, actualiza, y ya está. Puede que incorrectamente se pueda interpretar como un hecho liberador, como una victoria que haya roto la cadena del elefante atado a la estaca. No es verdad. El proceso debe producirse en orden contrario. La victoria no fue un hecho liberador porque para presentarse a ese concurso de ruedas que es un sprint el propio Ala ya venía liberado. ¿Cuánto hacía que no se implicaba en una llegada así?

Normalmente las victorias son más fruto de la causalidad que de la casualidad. Si llegó a esa recta final con el ánimo y las piernas de ser el número uno ese día significa que lo había y que las había, que la persona estaba lista y que el ciclista se iba a dejar arrastrar por ese clic. Julian ganó la segunda, si bien el regreso lo marca cómo afrontó todo el Critérium de Dauphiné. Una contrarreloj digna, otro segundo puesto con este Vingegaard como verdugo, lo cual es ganar en cierto sentido. Y sobre todo la demostración del 11 de junio, del día en el que quería tomar su propia Bastilla por las armas.

Filtrarse en una escapada como ésa, a minuto y medio en la general del primero de los mortales, demostró arrojo y atrevimiento. Valores que con redundancia hemos valorado en él como lo primordial en una definición etimológica de Alaphilippe. Si la esencia está presente quiere decir que dentro hay llama, que algún barco interior ha virado. Tener de vuelta a este ciclista es mucho, más aún cuando viene un Tour de Francia donde tendrá la opción de ser él, con terrenos donde sólo él sabe expresarse así, sin miedo, sin pensar en el séquito de ojos que tendrá depositados a su rueda o en su dorsal desde la televisión. Es único, inimitable.

En ciclismo hay pocas casualidades y sí muchas causalidades, lo que cambia todo el significado el orden de los factores en ocasiones. Que Evenepoel aparentemente haya pasado su personal viacrucis con Lefevere ha restado tiempo a este último para dedicarle a Alaphilippe. Puede ser una interpretación de la coincidencia de eventos, sucesos y casos. Del mismo modo que habrá otras formas de verlo. El tiempo enseña que cada vez tiene más importancia lo intestino que lo público, al igual que en un escaparate se ve únicamente lo que está a la vista, la punta del iceberg que se muestra por encima del nivel del agua ocultando una auténtica mole de hielo por debajo.

Como el tiempo sirve de cinta transportadora que trae y lleva, es el momento de Julian para reivindicarse como la estrella que nunca dejó de ser. A veces la mejor respuesta es simplemente dejar que el tiempo ponga las cosas en su lugar, y el de Soudal Quick Step tiene días para que el viento le acerque a una de esas orillas que nunca debió abandonar. País Vasco, ese lugar del planeta que tan bien le sienta, es ahora una tierra de nuevas oportunidades, de volver a empezar.

En el clímax del presunto conflicto con su presunto jefe, se llegó a hablar de cambio de aires. Ciertamente y aunque parezca paradójico, que lo es, el regreso a la vida del Alaphilippe superstar sólo resta opciones a vender la casa. Sí, habrá más compradores, no cabe duda, y por un mejor precio. Sólo que el vendedor jamás lo hará posible. Una línea continuista en el perfil bajo, en persistir en el no diálogo sobre su calidad ciclista por haber dejado de ser noticia. Es más sencillo desprenderse de una uña cuando está morada. Pero vivir en ese escalón no es clásico en la forma de ver la vida de ‘Loulou’.

La excelente noticia tiene más que ver con el gusto del aficionado por el regreso de un talento tal. No ya en la calidad de sus piernas, que también, sino en la mentalidad que aplica en los esfuerzos, en el espectáculo que su mera presencia ya garantiza. Un ciclista que formaba parte por derecho propio de ese selecto club de grandes talentos del que se bajó para dejar espacio a su compañero Remco. Al tiempo que el belga ganaba en las Ardenas, él celebraba el mero hecho de haber podido ser parte de la reina de las clásicas.

Cierto es que su actuación allí no quitó razones a los que le minusvaloraron entonces. También era esperable que alguien a quien se supone una calidad extrema y que anduvo buscándose durante muchos meses no iba a encender el mando de luces así como así. Faun-Ardèche Classic fue una ocasión para contemplar un espejismo que por muchos fue interpretado como el regreso. Como varios párrafos más arriba se comenta, una victoria no es un cambio ni siquiera de tendencia. Sólo un holograma de lo que queremos y hacemos por ver.

Alaphilippe regresa en el momento adecuado. El Tour es su carrera, es el mejor de los escaparates para mandar y mandarse un mensaje de esperanza. Se comenta mucho que la presencia de ciertos ciclistas dan motivos más que sobrados para encender la televisión y emplear varias horas en sentarse a observar a decenas de tipos montados en bicicletas. Julian lo era mucho antes de que esta oleada de talentos irreverentes y empeñados en desmontar los clichés de la historia del ciclismo arrasase con todo. Si le sumamos en plena ebullición a cualquier fórmula, ésta sale ganando. Y el agua parece que empieza a hacer burbujas. Allez, allez!

Escrito por Jorge Matesanz

Fotos: ASO / Ceusters

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