Ya se gastaban los años 90. El ciclismo español gozaba de buena salud con la presencia en la élite de cuatro equipos con personalidades completamente distintas entre sí. Banesto y ONCE tenían su pique particular, al igual que Kelme terminó por comer en su misma mesa. Una mesa en la que Vitalicio, la cuarta pata del banco, se sentó durante su corta existencia. Andréi Zinchenko formó parte de este último durante dos temporadas únicamente. El equipo duró apenas uno más, aunque iba a mantener ese halo de gran corredor durante todo el periodo vital del conjunto de Javier Mínguez.
El ciclista ruso, nacido en la lejana ciudad de Samara, debutó como profesional en un equipo portugués. Tuvo mucha relación con Portugal en los equipos de los que formó parte, centrándose en objetivos que pudiese cumplir. Allí comenzó su carrera y allí la terminó. Entre medias, vivió su periplo por España, firmando en primer lugar por el Estepona de Maximino Pérez, uno de los habituales del pelotón español, conocido por contar con los mal llamados ‘torerillos’, esos ciclistas de escapada que se sabe que no va a ir a ningún sitio.
Zinchenko ya había debutado en la Vuelta a España en 1995, año en el que también fue bronce en el Campeonato Nacional. El corredor ruso todavía no sabía que esa iba a ser su carrera. No el Nacional de Rusia, sino la tercera grande del calendario. Así se llegó al año 1998, cuando el corredor ya del Vitalicio Seguros abandonó el Giro de Italia y se posicionaba como uno de los elegidos por sus directores para formar parte del nueve que iba a participar en la Vuelta.
La carrera salió de Córdoba y entre los grandes favoritos se encontraban Abraham Olano, Fernando Escartín, Laurent Jalabert, Alex Zulle y algún otro como Lance Armstrong, que regresaba a las grandes carreras tras su enfermedad. Su equipo tenía a Santi Blanco como punta de lanza, así como a Dani Clavero. La primera semana le vio ir tranquilo, disimulando un estado de forma que fue magnífico cuando en Andorra, en la considerada como etapa reina, finalizó en el grupo de los favoritos, junto a Olano, Jalabert y su líder y compañero Clavero. Los mejores de la Vuelta, en definitiva.
Seguían pasando los días y al estar ya alejado en la general, surgió una escapada camino de Sabiñánigo y tras pasar por el alto de la Navasa, se presentó en meta y en sociedad. Ganó la etapa, la primera del equipo en su aún corta existencia, en una gran vuelta. Un buen ciclista, una buena victoria ante Dierckxsens o Etxebarria, a los que había sorprendido desde lejos. El ruso ya estaba ahí, ya era un ciclista conocido.
No contento con ello, el ciclista de Vitalicio se impuso también en Soria, apenas un par de días después de aquella primera victoria. David Plaza, su compañero de fuga, apenas pudo hacer nada. Estaba en estado de gracia y nadie le iba a arrebatar su pequeña ventana a la historia de la Vuelta. No se dejó ir en las siguientes etapas importantes y peleó por entrar en los diez primeros de la clasificación. Siempre con los favoritos.
Su premio final llegó en el Alto de Navacerrada. Entre intensas lluvias y peleas entre los ciclistas que se estaban jugando la victoria final en la carrera, el ruso se alzó con la victoria, pero en esta ocasión sin ningún pero, ya que fue de tú a tú con los mejores, ganando en el sprint final a todos los escaladores españoles y Lance Armstrong, que rondaba ya por allí. Finalmente fue 14º en la general final y parecía que se abría el cielo para él. Vitalicio ya le consideraba un hombre importante. Y lo fue.
En 1999 tuvo un año un tanto extraño, aunque por el camino firmó una 12º plaza en el Giro bastante brillante y se llevó la Escalada a Montjuic. Fue en el año 2000, cuando ya se había marchado al equipo portugués de LA Pecol, cuando regresaría el gran Andréi Zinchenko, aunque esos logros los dejaremos para otro capítulo.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto de portada: Sirotti