Mucho se ha escrito de este mítico ciclista francés y a decir verdad es mérito del propio Bernard Hinault, quien a lo largo de sus doce años de carrera ciclística dio motivos sobrados para escribir varias enciclopedias sobre su obra y milagros, que no fueron precisamente pocos. La barrera psicológica de los cinco Tour sigue vigente tras este primer cuarto de siglo XXI, expolio al palmarés de Lance Armstrong mediante.
Anquetil ni siquiera lo intentó, y cuando tímidamente lo hizo ya era demasiado tarde. Merckx se vio superado por Thévenet y por los golpes de riñón, una ligera y sutil variante de la expresión ciclista. E Induráin simplemente empezó demasiado tarde el asalto repetido de París. Nadie se imaginaba su dimensión tal vez, ni siquiera él mismo.
Hinault sufrió el mismo mal que todos ellos. La historia popular y evidente refleja el último intento como oportunidad perdida de haber alcanzado el número seis en el casillero. El ansia competitiva de estos ciclistas fue en realidad su gran enemigo, lo que les hizo priorizar retos de todavía mayor tamaño que sencillamente conquistar la carrera ciclista más importante del planeta. Anquetil miró demasiado hacia el Giro, mismo problema que Merckx, que ambicionaba ganarlo y coleccionarlo todo de forma compulsiva, que es lo que le ha reservado un escalón en la historia por encima de todos, como el más grande ciclista que jamás haya pisado la faz de La Tierra.

Induráin empezó demasiado tarde su reinado, distraído con las labores de gregario que en su equipo le tenían asignadas. Por su parte, Hinault cometió algunos errores que, observados en la clara perspectiva que se obtiene a posteriori con todos los datos del pasado en la mano, impidieron su sexta victoria en el Tour, lo que le hubiese aupado a lo más alto del medallero sin discusión. El ‘tejón’ ganó toda Gran Vuelta que se cruzó en su camino. Tres fueron sus participaciones en el Giro, tres sus victorias en él. Dos de dos también en la Vuelta. En el Tour anduvo cerca del pleno, si bien falló en dos de sus tres últimas intervenciones en la grande francesa.
Ambos casos siguiendo un patrón bastante similar, y es que en 1984 fue batido por su ex pupilo Fignon y en 1986 por su ex rival y pupilo LeMond, ambos hombres que fueron de su máxima confianza y posteriormente sus verdugos en sendos Tour, en los que subió al segundo peldaño del podio en París. Hay varias claves que acaban por dar las circunstancias para que Hinault termine por cerrar la cuenta en cinco. La clave fue la ruptura de su matrimonio con Cyrille Guimard, el director que le había elevado a los cielos.
El director del Renault tuvo que ver cómo el mejor ciclista del momento abandonaba sus filas para sumarse al nuevo proyecto de La Vie Claire, que iba a tener voz cantante en el ciclismo únicamente mientras Hinault se mantuvo en activo. El bretón abandonó el Renault por dichas desavenencias en 1984, siendo derrotado en el Tour dura y claramente por su ex gregario Laurent Fignon, quien aprovechó la ausencia de su todavía líder para anotarse en 1983 su primera victoria en el Tour. El dorsal número uno revalidó en 1984 el título con más de diez minutos de ventaja sobre Hinault, ya como rival.
Tercero sería otro elemento clave en la historia, el estadounidense Greg LeMond, quien pertenecía al Renault de Fignon y Guimard. Hinault y su director decidieron descabezar el dos contra uno que suponía la dupla entre el galo y el norteamericano, por lo que ficharon al segundo de ellos para desequilibrar la balanza en su favor.

Fignon sufrió una lesión de rodilla en 1985 y no pudo presentarse al duelo con su antiguo jefe de filas, quien iba a descubrir que el rival ya no era ‘el profesor’ sino su nuevo compañero de equipo. Ambos se batirían en un mítico duelo en 1989, no sin haber vivido episodios de su biografía por separado. El ‘caimán’ buscaba igualar el registro de Anquetil y Merckx como fuese y lo logró.
Sin embargo, hay muchas intrahistorias que fueron clave en la comprensión del desarrollo de ese Tour de 1985. Hay libros sobre estos momentos en los que el conjunto de La Vie Claire fue absoluto dominador de la situación. Los dos ciclistas más fuertes del pelotón, ausente Fignon, estaban en sus filas y LeMond, según cuenta la leyenda, se rebeló al verse tan fuerte como Hinault en la previa a los Pirineos, amenaza con bajarse de la bicicleta incluida y con pensamientos de conspiración, durmiendo con su bicicleta en la habitación, etc.
El quinto Tour todo lo podía y así hubo acuerdo: Hinault ganaría en 1985 con la ayuda de Greg LeMond y en 1986 se voltearían las tornas. Revuelta sofocada, el Tour en el bolsillo por algo menos de dos minutos de diferencia en favor del francés sobre su coequipier y asunto resuelto, aunque ganar aquel quinto Tour iba a ser un impedimento paradójicamente para Hinault a la hora de ganar el sexto.
Hinault salió de líder de Pau tras escaparse con Delgado, y atacó de forma suicida en las rampas del Tourmalet, a cuatro puertos de la meta en Superbagneres. Lo que fue visto como una gesta en realidad estaba siendo una reivindicación, un canto del cisne que duraría hasta el Col du Granon. Superado en Superbagneres y en lo que restaba de Tour, no le quedó más remedio al ‘tejón’ que rendirse a la evidencia y a lo pactado, que era que LeMond iba a ser el candidato a ganar aquel Tour.

De ahí aquella entrada brazo en alto de la pareja en Alpe d’Huez, sin una ofensiva por parte del gran campeón francés, a quien no le faltaba ambición precisamente. Hinault forzó su valentía debido a que seguramente era conocedor al 100% de que ése no sería un Tour para él. En cambio, hay opiniones que sostienen que el sexto Tour debió llegar antes. En 1985 el quinto llegó sujetando a LeMond, pero hubo otras ocasiones en las que Bernard no fue capaz de presentarse en la línea de salida del Tour por lesiones recurrentes en su rodilla.
En 1980 se dejó demasiadas plumas en su batalla con los italianos por coronar el Giro de Italia. La gesta del Stelvio será siempre recordada, es probable que como el motivo número uno de no conseguir un triunfo más en París. Todo hubiese sido diferente, por supuesto. Los factores y los tableros de juego hubiesen cambiado a buen seguro.
En 1983 sufrió otra lesión por una situación similar, aunque cambiando de escenario. La Vuelta estaba resultando un polvorín de revueltas protagonizadas por los menudos escaladores españoles. Desde Lejarreta a Gorospe imitaron el papel de Visentini, Panizza y compañía y sólo un golpe de autoridad que resultó como una especie de bomba atómica pudo resolver la victoria para Hinault, quien después se ausentaría del Tour de Francia. Sin ello tal vez Fignon no se hubiese crecido para ganar su primero y tal vez su segundo. Ciclismo ficción.
Hinault cerró sus participaciones en la grande entre las grandes en siete. Cinco acabaron con él en lo alto del podio de París. Dos con su nombre en el segundo peldaño. Eddy Merckx, por buscarle una comparación a la altura, calcó sus registros cambiando uno de los segundos puestos del galo por un sexto. Se podría decir, por tanto, que en el Tour fue mejor Hinault que Merckx. Aunque eso da para un debate que afrontaremos otro día.
Escrito por Jorge Matesanz
Foto de portada: Getty Images / Eurosport // Interiores: RTVE – Sirotti – tomada de COPE
Magnífico artículo Jorge. Muchas gracias para ayudarnos a recordar tiempos pretéritos de uno de los grandes entre los grandes. Por otra parte espero que nunca un ciclista supere el récord de los 5 tour, como si de una maldición infranqueable se tratara. De la mucho atractivo.