Las clásicas belgas son una auténtica pasión entre los aficionados al ciclismo de un día. El fervor que estas carreras despiertan entre los aficionados locales, y la propia filosofía de los corredores preparados para las clásicas, mucho más transmisora y capaz de conectar que las habituales entre las ‘vedettes’ de grandes vueltas, hacen de una tarde de ciclismo un espectáculo para el que muchos se preparan durante años y otros esperan durante meses para disfrutarlo a pie de cuneta o de la pantalla de la televisión. Además del juego de las superficies, del clima húmedo, que pone las carreteras más peligrosas de lo que ya son, y el juego con la estrechez y los cruces, que rompen cualquier ritmo que se precie, hay que contar con las cotas, esas subidas de corta duración y larguísima intensidad. Allí se producen los mejores ataques, se busca medir las fuerzas y buscar la gloria en Oudernaarde, en Ans, en Lieja, en Huy, en Wevelgem o donde quiera que terminen las competiciones.
Las Ardenas y macizos anexos que van coronando las más lejanas estribaciones de esta cadena montañosa son los lugares en los que ubicar estos pequeños colosos, al mismo tiempo enormes. Pedacitos de historia. Cada metro cuenta y se saborea con esa brisa que el viento de los Merckx, De Vlaeminck, Boonen, Cancellara y cía dejaron perpetuo con sus arrancadas brutales. Colinas, si se quiere, que te harán retorcerte más que todo un Tourmalet al que hayas cogido el tranquillo en su eterna ascensión. La frondosidad, la humedad por la proximidad de la costa… un halo tan diferente que en lugar de aterrar, atrae y acompañado de la gran pasión por la bicicleta que existe en los aledaños convierten las regiones Valona y Flamenca en auténticos paraísos del ciclismo.
Esta selección está abierta obviamente al componente subjetivo que supone dejar fuera por mera elección un puñado de cotas que bien podrían estar. El diez es un número excelente para cortar en él la relación de recuerdos, si bien dejamos mención a tres más a modo de compensación por haberse quedado a las puertas.

- Kapelmuur (Geraardsbergen, Bélgica)
Altitud: 110 metros — Longitud: 1,1 kilómetros — Desnivel: 89 metros — Pendiente media: 8,3%
No hay una subida más emblemática en toda Bélgica. Las hay más duras, por supuesto. También más bellas. Pero ninguna será más reconocible ni más querida. Su exclusión del recorrido del Tour de Flandes causó varias multitudinarias marchas en protesta portando ataúdes y con cánticos a favor de recuperar el mito para la carrera por la que viven año tras año y que es una auténtica fiesta en lo social y en lo deportivo. Horas y días esperando el momento del paso de los ciclistas en las praderas anexas. El tranquilo pueblo donde se asienta se revoluciona con De Muur. Muchos son los cicloturistas (o turistas a secas) que se dejan ver por estas paredes adoquinadas que están hermanadas con el italiano Ca di Poggio, frecuente en las últimas ediciones del Giro de Italia.
- Kwaremont (Broektestraat, Bélgica)
Altitud: 100 metros — Longitud: 2,1 kilómetros — Desnivel: 89 metros — Pendiente media: 4,2%
El ‘viejo Kwaremont’, como se le conoce en el mundillo (Oude), es otro de los mitos. Su altimetría va de más a menos, con una parte prácticamente plana, si bien el empedrado continúa y la dificultad con él. Lo más interesante aquí es la estrechez del camino, las vistas sobre toda la llanura próxima y que pese a lo duro de su zona más empinada, es una cota accesible, sin porcentajes abusivos ni imposibles.
- Rosier (Geronstere, Bélgica)
Altitud: 545 metros — Longitud: 5,7 kilómetros — Desnivel: 286 metros — Pendiente media: 5%
Una de las cotas más altas de Bélgica. El col du Rosier es un clásico de la Lieja-Bastogne-Lieja, siendo todo él asfaltado. Una delicia los paisajes que se van atravesando, siempre entre arbolado, no excesivo tráfico y mucho cicloturista. De las subidas más largas de todo el país. Y no alcanza los seis kilómetros de ascensión, ojo.
- Saint Nicolas (Lieja, Bélgica)
Altitud: 175 metros — Longitud: 1,4 kilómetros — Desnivel: 112 metros — Pendiente media: 8%
Nos encontramos en las afueras de Lieja, donde termina siempre La Doyenne (La Decana). El final ha variado en los últimos tiempos, pero venía siendo un clásico terminar en Ans precedido por esta ascensión, a escasos kilómetros de la recta de meta, siempre en subida. En la barriada de mismo nombre se asienta Saint Nicolas, con pendientes sostenidas en la conocida Rue Bordelais, con casas idílicas a los lados y una de las imágenes que año a año más impacto ha causado.

- Roche-aux-Faucons (Esneux, Bélgica)
Altitud: 222 metros — Longitud: 1,4 kilómetros — Desnivel: 140 metros — Pendiente media: 10%
Otro de los puntos clave de la Lieja-Bastogne-Lieja. Muy constante y duro, su casi kilómetro y medio regala imágenes sobre meandros preciosos en un verde que enamora. Otro de esos nombres que cuando se menciona delante de un aficionado a las clásicas, se le ponen los vellos de punta. Asfaltado, su lejana ubicación en la clásica suele otorgarle un papel secundario, si bien ha ido ganando protagonismo gracias a la valentía de los últimos vencedores en Lieja.
- La Redoute (Aywaille, Bélgica)
Altitud: 313 metros — Longitud: 2 kilómetros — Desnivel: 177 metros — Pendiente media: 8,9%
Más apartada, esta mítica cota (cuál no lo es) ha sido escenario de batalla lejana que después ha triunfado en Lieja. El paisaje es bonito, la carretera estrecha y la combinación de ambas sólo pide una cosa: una bicicleta y surcar los paisajes a bordo de tus propios pedales. Un tramo de medio millar de metros sobre el 13% es lo más duro de esta subida.
- Koppenberg (Oudenaarde, Bélgica)
Altitud: 78 metros — Longitud: 0,6 kilómetros — Desnivel: 64 metros — Pendiente media: 12%
Esta brevísima y empinadísima ascensión es otro de los mitos del Tour de Flandes. Una cota espectacular, con un inicio precioso entre casas y adoquines en perfecto estado. La dificultad serán las rampas superiores al 20% que se encuentran en algunos tramos de este pequeño infierno. El verde asoma por entre cada piedra, un aliciente más para intentar llegar arriba sin ningún susto en caso de humedad. Pasado el rampón, todo es más sencillo hasta que coronas.

- Huy (Huy, Bélgica)
Altitud: 204 metros — Longitud: 1,3 kilómetros — Desnivel: 125 metros — Pendiente media: 9,6%
Final habitual de la Flecha Valona y final de etapa en alguna otra carrera, el Muur es durísimo. Las rampas del ‘camino de las capillas’ (como se llama la calle que asciende por esta pared) exigen el máximo para poderlas superar. Es fácil no perderse por las constantes pintadas en la carretera que indican que efectivamente no te has equivocado de sitio. Un mito y símbolo de la historia del ciclismo.
- Paterberg (Kluisbergen, Bélgica)
Altitud: 79 metros — Longitud: 0,4 kilómetros — Desnivel: 46 metros — Pendiente media: 10,2%
Corto (sólo 400 metros), pero intenso. Rampas del 20%, piedras y una carretera donde apenas cabe un coche. Una maravilla en el que sufrir de lo lindo. La vista va siendo cada vez más interesante desde esta colina, entre cultivos y ganado. Existen más variantes de este muro y en otras superficies como el cemento. Zona espectacular para disfrutar de la bicicleta.
- Stockeu (Stavelot, Bélgica)
Altitud: 410 metros — Longitud: 1,1 kilómetros — Desnivel: 130 metros — Pendiente media: 11,8%
Coronado por un monumento a Eddy Merckx, la cota de Stockeu es una de las más duras cada año en la Lieja-Bastogne-Lieja. Entre casas arranca esta subida, pavimentada y estrecha, algo habitual en estas zonas. Rampas sostenidas sobre el 13-14% y en un cruce se hace cumbre, con un pequeño descansito en esa parte final.

Y hay más. Obviamente, son muchas las colinas que se asientan en todo este territorio repleto de pequeñas montañas y carreteras de pequeña dimensión para dar servicio a estos vecinos que tienen casas que son una auténtica delicia y que disfrutan de la tranquilidad del campo. La altitud no es muy elevada, por lo que es complicado ver nieve a lo largo de los inviernos. Sin embargo, al ser un clima húmedo el que disfrutan los belgas, es fácil ver días grises y lluviosos (por algún motivo todo está tan verde, tan frondoso y tan bonito).
Otras cotas célebres pueden ser la que sirvió a Miguel Indurain en el Tour de Francia de 1995 para plantarse en la línea de meta de Lieja con ventaja sobre todos los favoritos en la previa a la decisiva contrarreloj en la que daría el primer zarpazo a la general. Se trata del Mont-Theux, una cota que no registra gran dureza y que no está entre las más clásicas. Otra que es habitual en la Gante-Wevelgem es el Kemmelberg, una pequeña y empinada montaña que es la más dura de dicha carrera.
Y así podríamos seguir durante una semana. Cada rampa que se alza sobre una colina es una oportunidad de ensayar para vivir toda la épica e historia que se respira en estas subidas. Una maravilla para todo y para todos los sentidos, excepto para las piernas, que sufrirán de lo lindo en estas breves pero intensas cuestas.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto de portada: Sirotti