HC Historia

El Tour de Bahamontes (1959)

El primer español en ganar el Tour de Francia fue Federico Martín Bahamontes (Alejandro en su DNI). 

El Tour de aquel año constaba de un total de 22 etapas, tres de ellas en la modalidad de contrarreloj individual, y arrancó en Mulhouse un 25 de junio, con victoria del francés Darrigade quien, a la postre, se alzaría con la clasificación por puntos (la única que no acabaría en manos de Bahamontes).  

La prueba se corría por selecciones nacionales y el máximo favorito era Anquetil, que se había visto obligado a abandonar en la temporada anterior, lo que favoreció la victoria del luxemburgués Charly Gaul. Francia acudía con cuatro combinados. Uno capitaneado por Anquetil (ganador del Tour 57 y que luego se impondría entre 1961 y 1964) y con hombres de la talla del ya mencionado Darrigade, Bobet (ganador del Tour en el trienio 1953-1955), Géminiani, Stablinski o Riviere. Otro, el de Centre-Midi, en el que descollaba Anastasi. El de París-Nord-Est encabezado por Annaert y, por último, el de Ouest-Sud-Ouest, liderado por Bleneau.  

Italia presentaba un doce en el que Baffi era el ciclista más destacado, mientras que Bélgica, proponía a Adriaenssens como máxima figura. Completaban la lista de participantes tres combinados mixtos: el de Holanda/Luxemburgo, el de Suiza/Alemania y uno Internacional, donde se aglutinaban ciclistas austriacos, daneses, británicos, irlandeses, polacos y portugueses.  

Por su parte, España, estaba dirigida por Dalmacio Langarica (quien había corrido el Tour en 4 ocasiones) y que confiaba plenamente en Bahamontes (no en vano había logrado las clasificaciones de la montaña del Tour´54 y 58, del Giro´56 y de la Vuelta´57 y 58, además del segundo puesto en dicha prueba, siendo ganador de etapas en las 3 grandes), acompañaba a su líder con Berrendero, Campillo, Gómez del Moral, Galdeano, Utset, Marigil, Manzaneque, Otaño, San Emeterio, Morales y Suárez.  

Era una lista muy polémica, puesto que Loroño, uno de los auténticos puntales nacionales, se quedaba en casa, y con una sanción de dos meses sin correr, por no aceptar el “mando único” de Bahamontes dictado por Langarica. 

Ninguna de las escuadras pudo concluir íntegramente el devenir de un Tour, que visitaba lugares como Bagnères-de-Bigorre, Puy de Dóme, en un transcurrir contrario a las agujas del reloj.  

La primera semana es un recital galo, venciendo 5 de las 7 etapas con Darrigade, Cazala (que se arrebata a Darrigade el primer puesto en la tercera etapa y lo mantiene hasta la novena), Graczyck, Riviere y Hasssenforder. La buena noticia para el conjunto español es que se supera el terreno de los rodadores y el pavés y las ilusiones de Bahamontes permanecen intactas (el español se dejó sobrepasar por Anquetil en la crono de Blain y se mantuvo en paralelo a él para limitar la pérdida a dos minutos).  

La llegada de los Pirineos, que incluían la escalada al Tourmalet, se esperaba con ávida expectación… que concluyó en decepción. Baste para contextualizar la situación que la jornada que transcurría entre Bagnères-de-Bigorre y Saint-Gaudens se saldó con una victoria de Darrigade, un sprinter.  

El líder era el francés Vermeulin pero los verdaderos favoritos (Riviere, Anquetil, Bahamontes, Baldini, Gaul, Bobet y Anglade), permanecían, a varios minutos, aún en unos tiempos muy similares.  

En España, no se reconocía el carácter de Bahamontes; habituado a lanzar demarrajes espectaculares cuando la carretera se empinaba y olvidarse de la carrera en terrenos menos propicios.  

La paz, no obstante, duró muy poco. El 8 de julio, en la etapa que une Albi con Aurillac, Bahamontes, aprovechando cotas intermedias, lanza varios ataques junto a los franceses. Fruto de un percance, un pinchazo, Gaul, se deja más de veinte minutos en meta. El día se salda, asimismo, con problemas para el combinado español que pierde a Berrendero, Suárez y Galdeano, fuera de control, y a Otaño, que se retira. El liderato pasa a manos del belga Hoevenaers.  

En el país organizador, muchos no entienden la lucha entre sus propios corredores. De hecho, muchos consideran que Anquetil y Riviere no comparten objetivos con Anglade. 

Dos días después, estaba planificada la cronoescalada al Puy de Dôme, trece kilómetros de agónico esfuerzo a un desnivel medio del 7,7%. Y Bahamontes no tiene piedad. Gana la etapa, bajo un calor asfixiante, pero un minuto y veintiséis segundos ante Gaul, tres con Anglade y prácticamente cuatro con los franceses Riviere y Anquetil. 

Se guardan algunas grabaciones de aquella memorable ascensión. Y, entre ellas, sobresale la imagen de un Bahamontes, sentado y ágil, con el dorsal 81 en el lado izquierdo de su maillot, adelanta al francés Riviere, con el 71 perfectamente alineado en el centro de su espalda. El galo había antecedido al escalador español en la salida en dos minutos. 

Con los Alpes aún por delante, las aspiraciones españolas continúan con vigor. Tras una etapa de transición, con victoria del italiano Bruni, la carrera llega a Grenoble y Gaul se lanza al ataque para tratar de recuperar tiempo tras su descalabro en Aurillac. A su rueda, se une Bahamontes y ambos abren una importante brecha que, en meta, se traduce en algo más de tres minutos de diferencia. El español se hace con el liderato, enfundándose, por vez primera, el maillot amarrillo y, además, con muchísimos puntos de las cotas franqueadas por el camino.  

Al día siguiente, en la etapa montañosa de Saint-Vicent, vence Baldini y, en la concatenada etapa de dificultad alpina, con meta en Annecy, Bahamontes se lanza al ataque, de nuevo con Gaul. La etapa la gana el suizo Graf, pero Bahamontes certifica su liderato y su campeonato de la montaña.  

Quedaban dos días para París y uno era el de la crono individual de 69 kilómetros con final en Dijon. Rivière, el gran especialista, bate a todos, pero el Águila de Toledo sostiene las diferencias con su máximo rival, Anglade, perdiendo solo un minuto y cincuenta segundos. Con Anquetil, pierde bastante tiempo, pero no el suficiente como para verse inquietado.  

En París, Bahamontes se acompaña de los dos franceses en el pódium, a los que distanció en más de cuatro y cinco minutos, respectivamente. También recogerá los entorchados de la Montaña y la combatividad. Por equipos, Bélgica se impone a Francia. 

Es la primera ocasión en la que un ciclista español gana el Tour de Francia y los noticiarios del país se preñaron de las imágenes del toledano con su maillot amarillo con la publicidad de Tricofilina-Coppi (cuenta la leyenda que fue el ciclista italiano el que, en una visita hecha al Águila de Toledo para cazar, le mostró su confianza en que podía obtener el Tour y no solo la clasificación de la montaña).  

Entrevistado por la prensa en el Parque de los Príncipes, Bahamontes, siempre tan particular en sus manifestaciones, aventuraba que el Tour “es la carrera más fácil que he corrido, más fácil que la Vuelta a Cataluña o la Vuelta a España. Es, probablemente, la carrera más fácil en la que he participado; ni siquiera me he cansado. Ha sido muy fácil para mí”. 

La victoria es de tal calado que Alfredo Rueda compone un pasodoble en honor del toledano.

Bahamontes visitaría, más adelante, el pódium del Tour, siendo segundo en el año 63, detrás de Anquetil y tercero en el 64, esta vez por detrás de Anquetil y Poulidor. La carrera fácil, al final, se había convertido en un lugar complejo de volver a ganar.  

Escrito por Ángel Olmedo

Foto de portada: Justino Adrada // Fotos: ABC / CorVos

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