Historia

El Tour del 2000

Viajamos a un Tour de Francia en el que necesita un contexto. Lance Armstrong venía de ganar su primer Tour, Jan Ullrich volvía a participar tras ganar la Vuelta a España en 1999, Alex Zulle se postulaba como uno de los grandes outsiders habiendo perdido sólo doce meses antes el Tour gracias a un retraso de seis minutos que sufrió por un corte en el recordado Passage de Gois, misma diferencia que le separaría del maillot amarillo en París. Por si fuera poco, el 2000 fue el Tour en el que Pantani regresaba a una prueba que le elevó a los altares sólo dos años antes. 

Una pléyade de escaladores como los Kelme (Heras y Escartín), los Polti con Virenque a la cabeza, Chava Jiménez o Beltrán encabezando a un gran Mapei. Otros, como los Festina, venían con toda la carne en el asador, con un emergente Joseba Beloki y un poderoso Christophe Moureau, el eterno aspirante. El Tour del 2000 será Blanco, dijo el futurólogo Echávarri. Ni siquiera tomó la salida. 

Armstrong pegó fuerte de salida, aunque el primer día importante fue la contrarreloj por equipos donde la ONCE, con Jalabert y Olano, se puso en cabeza, vistiendo al francés de amarillo. Aquel puente de Saint Nazaire justo delante de la llegada añadió espectacularidad. Marcos Serrano quedándose y Manolo Saiz dando voces desde el coche hasta que consiguió reconducirle a la estructura es de lo más recordado de aquel Tour. 

La llegada a los Pirineos, con una sola etapa, fue más dura que nunca. Lluvia, frío, niebla y tres grandes puertos esperando. Nico Mattan y Javier Otxoa, éste ya en solitario desde el Marie Blanque, coronó Aubisque y Hautacam, donde se encontraba la meta. El ciclista del Kelme sufrió con una arrancada final de Armstrong que a punto estuvo de darle alcance. Una arrancada que vivió un duelo entre Pantani, Zulle y el americano y que se resolvió en favor de éste, con sus rivales cediendo muchísimo tiempo. El Aubisque, por cierto, fue un festival de ataques por parte de los escaladores, que llegaron de uno en uno y sólo fueron superados por el nuevo maillot amarillo. 

La siguiente escena relevante fue el Mont Ventoux. Con un dominador claro y las jerarquías establecidas, llegó el monte lunar donde siempre pasan cosas. Era el día de Pantani, que reventó a base de ataques el grupo de los mejores. Sólo pudo responder el líder, que regaló la victoria al italiano. Al reconocerlo en prensa, el escalador transalpino se sintió insultado. Su orgullo iba a conducir el resto del Tour, sobre todo, unos Alpes donde Lance se iba a arrepentir de sus palabras. 

Pantani buscó un ataque camino de Briançon de forma rabiosa. Como su ofensiva iba dirigida únicamente al americano, paró por la cima del Izoard para reagruparse con los favoritos. El descenso, cuentan, fue una discusión entre ambos. Al día siguiente, Galibier, Madeleine y Courchevel. Todo sucedió en la subida final, donde Marco arrancó y se marchó solo, siendo el resto incapaces de seguir su rueda. Se impuso en la etapa por delante de Chava Jiménez y lograría su última victoria. 

El mejor episodio, sin embargo, llegaría camino de Morzine. Pantani arrancó en el primero de los puertos, el Saises, junto a Hervé y Escartín, otro inquietante top-ten. Entre los tres hubo perfecto entendimiento y sólo el llano previo a la Joux Plaine impidió sustos mayores. Cazados éstos, Lance sufrió un auténtico calvario en la subida final, aprovechada por todos sus rivales para humillar al tirano. Pantani había conseguido su misión, por lo que abandonaría el Tour al día siguiente. La tensión del día, cuentan que con llamada en marcha del americano al Dr. Ferrari, le pasó factura. 

La historia posterior es conocida de sobra, con Armstrong ganando Tours de los que sería desposeído por confesión de dopaje. La historia de Pantani, también, con un trágico final a una trayectoria con demasiados altibajos. Un duelo por todo lo alto entonces que dejó a las claras que los abordajes del ‘Pirata’ podían acabar con cualquiera, ya fuera español (Indurain), alemán (Ullrich) o estadounidense.