Otoño de 2018. Se presenta el recorrido del Tour de Francia en el que se incluye por segunda vez en la historia un final de etapa en uno de los cols míticos de la Grande Boucle, el Tourmalet. Invierno de 2019. Se anuncia la inclusión del mismo final en la Vuelta a España del año 2020. No es sospechoso ni casual, tal vez causal, ya que ASO es la mano que mece los hilos en ambas. Nadie sabía entonces todo lo que íbamos a vivir después y que ese perfil que incluía Portalet, Aubisque y el final en el puerto por antonomasia se iba a ver obligado a retrasar su paso por el escalón hacia la realidad unos años. Parece que 2023 será, por fin, cuando esa etapa vea la luz. Un col que se estrenará como final de etapa de la Vuelta, si bien ya ha sido incluido en la misma en dos ocasiones. Ambas, por cierto, ascendido por su vertiente opuesta, la que escala los rascacielos de La Mongie, ambas con meta en la mítica cima (y ciertamente exitosa para el ciclismo español) de Luz Ardiden. Sucedió hace ya treinta años. Laudelino Cubino en 1992 confirmó su idilio con las curvas del ‘alped’huez pirenaico’. Tres años más tarde, Laurent Jalabert no pudo ni sujetarse y dio un recital más en la primera Vuelta celebrada en septiembre. Desde entonces la carrera no ha vuelto a pisar el Tourmalet.
Sí suelo francés, aunque se tardaría. En 1998 se programó la famosa Quebrantahuesos, pero los affaires del Tour de Francia derivados del Caso Festina y con el abandono de los equipos españoles en bloque. El horno no estaba para esos bollos y la organización decidió abandonar toda polémica y problema con el tránsito de los conjuntos españoles, en aquellos años de capital importancia para la Vuelta, por la jurisdicción de la gendarmería. En 2001 se produjo el pase de la frontera para ir camino de Andorra a través de Envalira. Sí hubo parada y final en Francia en el año 2003, con aquel estreno de Rasmussen en las grandes cimas. Cauterets recibió una etapa muy parecida a la que se plantea para la próxima edición, con el Portalet y el Aubisque en el menú previo a la subida final. Después, camino del español Pla de Beret, se volvió a incluir el Pirineo francés. Diez años hubo que esperar para la siguiente excursión a las montañas del país vecino. De nuevo fue un doble final de etapa en Tour y Vuelta, con meta en Peyragudes, aquella cima que supone un apéndice del mítico Peyresourde que estrenó Valverde en 2012. En 2013, ya en la Vuelta, la victoria fue para el francés Geniez. La edición de 2016 se introdujo en Francia por la fatídica etapa de Urdax. Preludio opuesto de lo que después se disfrutó de la etapa reina, en suelo galo, con el estreno de uno de esos colosos del Iparralde de quitar el hipo, en combinación con Soudet y Marie Blanque antes de coronar el mítico Aubisque y alcanzar allí la meta.

Una durísima etapa que ha sido la última de alta montaña celebrada hasta la fecha en el país vecino. La contrarreloj larga típica de la Vuelta tuvo lugar en Pau, así como el regreso a Urdax por los rompepiernas del País Vasco francés. La pandemia impidió que se celebrase esa etapa con meta en el Tourmalet que ahora sale de la nevera y se postra en nuestra mesa. Con el añadido de una etapa posterior que partiría también de Francia y acabaría en suelo navarro tras atravesar el durísimo y denostado por las grandes carreras Port de Larrau. Un clásico de la Irati-Xtrem y la Larra-Larrau, marchas multitudinarias en las que numerosos cicloturistas soñaban con ver estos auténticos colosos recorridos por los grandes del pelotón. Desde el sofá el ciclismo, a veces, es más bonito. Y también sólo a veces menos duro.
Hasta aquí todo bien. Las críticas al recorrido de la Vuelta 2022 fueron feroces y muchas de ellas tenían en razón en el argumentario de que una gran vuelta sin etapas de alta montaña no puede ser, entendiendo por tales etapas las que acumulan más de uno o dos grandes puertos. Se aproximaba la de Sierra Nevada, que fue ciertamente la más aprobada por los críticos en este sentido. Todo apunta a que la Vuelta de 2023 será bastante más montañosa y tendrá un perfil más escalador y no únicamente en lo que a finales de etapa se refiere, con etapas como las comentadas en el Pirineo francés, las asturianas en las que una de las opciones más posibles es la combinación Lagos + Angliru en etapas consecutivas, algo inédito en la historia de la Vuelta, y alguna otra gema escondida como la etapa que finalizará en Lekumberri tras el siempre dificultoso San Miguel de Aralar. Un perfil de carrera muy diferente al visto en 2022 y más próximo a las ediciones de 2021, 2019, 2017 ó 2015.
Entonces, ¿cuál es el problema aquí? En algunos foros se lleva desmontando la falsa creencia de que en España no se pueden diseñar las etapas de montaña que podemos ver en Tour y Giro. Es cierto que tanto el nivel de los puertos como la facilidad para encadenarlos hace que las otras dos grandes hayan ganado un terreno casi insalvable a la grande española, que históricamente ha pecado de apostar por recorridos mucho más inocentes. ¿Es el máximo que se puede ofrecer? Como un grupo de aficionados nos encargamos en demostrar hace algunos años, en suelo español se pueden diseñar cantidad ingente de etapas de alta montaña que nada tendrían que envidiar a las francesas o italianas. Por tanto, no, no es el máximo que se puede ofrecer. La misma Vuelta ha presentado ediciones con un recorrido muy duro, con etapas de real alta montaña. Sin embargo, desde algunos altavoces se sigue insistiendo en que la Vuelta necesita irse a Francia para elaborarlas, que es una creencia que internet, la expansión cicloturista y el tiempo se han adelantado a desmentir drásticamente. Cuando en realidad, pese a que existan algunos coletazos como las etapas almerienses alrededor de Velefique o Calar Alto, Sierra Nevada o alguna de las etapas asturianas, la apuesta desde la organización ha sido por otro tipo de etapa de perfil y nivel de dureza más bajo.

La carrera después ha resultado, seguido por el conocido como ‘modelo Guillén’ de rampas, finales nerviosos y escasez de crono que después han seguido a pies juntillas sus homólogos italiano y francés. Pero siempre ha quedado esa asignatura pendiente de enseñar más músculo por parte de unas montañas que lo tienen, que en combinación con esa forma de hacer las cosas podría reportar mejores críticas y comparaciones y comentarios cuando se trata de acudir, sobre todo, a foros extranjeros. La carrera va por otros derroteros, pero no deja de ser una pena que en España se tengan puertos similares en perfil a la Croix de Fer, la Madeleine, Aubisque o el propio Tourmalet y que o bien siguen inéditos o quedan en meros finales en alto que pasan irremediablemente al olvido, disueltos por la ingente cantidad de ellos que se acumulan a lo largo de una década. ¿Es incompatible una etapa de verdadera alta montaña con el ‘modelo Vuelta’? La experiencia ha demostrado que no. Ediciones con grandes etapas como la de 2015, en la que se vivió aquella magnífica etapa de Andorra y otras como la durísima dupla que conformaban Cobertoria y Ermita del Alba, en Asturias, llegaron sin un ganador claro hasta la famosa etapa de la Sierra de Guadarrama, en la que Aru desbarató los planes triunfales de Dumoulin in extremis.
La obsesión de los tres grandes organizadores (concentrados en sólo dos) es que sus carreras lleguen abiertas al final, ya que una película donde se conoce ya el final resta a personas que sigan la carrera. Es lógico. Pero la experiencia demuestra que más que el recorrido en sí, esa emoción la aportará en mayor medida la diferencia de fuerza entre los principales competidores, sus ambiciones y contextos y muchos otros factores que entran en juego. Es uno de los errores, desde mi perspectiva, del Tour de Francia en estos últimos años, que afeita mucha de su dureza y puntos decisivos (como las cronos, la longitud de las etapas de montaña, etc) para conseguir tener ediciones más disputadas y que tengan esa incertidumbre de conocer al ganador cuanto más tarde mejor. Pero, ¿a costa de qué? ¿De tu prestigio? ¿De un invierno lleno de críticas que redoblarán sus esfuerzos en verano cuando la carrera no haya ido bien? La emoción no debe proceder de un artefacto material. Si ha de ser, será. Por muy grande o pequeño que quieras empujar que tu trazado sea.
Regresando a La Vuelta, no considero que exista problema alguno en incluir etapas de este pelaje en suelo francés. Son puertos muy conocidos que pueden sumar a mucha gente. Para la carrera también es interesante ampliar fronteras y abrirse a aficionados que tal vez no conozcan Formigal, pero sí el Tourmalet. Y un final en su cima es muy sonoro. Pero esto no está regañado con incluir más etapas de alta montaña en suelo español. Porque sucede también en suelo andorrano, donde por exigencia de las autoridades, toda etapa que toque su territorio debe ser de montaña, que es la gran baza veraniega para combatir la ausencia de manto blanco en meses estivales. Con el cambio climático acechando, una buena inversión de futuro. Las bicicletas serán para el verano todo el año. Por desgracia. La Vuelta, como buen cliente que el Principado es, accede a sus peticiones. Y, de nuevo, nada tiene de malo por ello. El problema puede venir por otro sitio.

Seguro que se puede afirmar que esas etapas de alta montaña han existido, como las que terminaron en Cotobello en 2010, la de Cuitu Negro en 2012, las del Acebo o La Cubilla en 2019, la mencionada de Ermita del Alba en 2015, Farrapona en 2020… todas ellas en Asturias. O las también mencionadas de Velefique. O las que han rondado Sierra Nevada. ¿Son suficientes? Hay un cierto sector de aficionados molestos por el uso que se hizo del paso por los Ancares, uno de los que sostiene la mirada a algún que otro puerto italiano, o la omisión constante que se hace de las durísimas montañas de La Cabrera, en León, reducido a finales muy esporádicos en la estación del Morredero. O por el poco provecho que se obtiene de la montaña que une, y separa al mismo tiempo, Burgos de Cantabria. O que el Pirineo catalán inédito lo siga estando, o que las sierras de La Contraviesa en Granada siga esperando en el banquillo. Como las serranías de Cádiz y Málaga, ignoradas por la etapa de Peñas Blancas que coronó a Richard Carapaz. Y podríamos seguir. Ni siquiera de Asturias, donde están confirmadas al menos dos etapas por edición, se ha extraído todo el jugo: La Marta, Ventana, Cruz de Linares, Bustellán, etc.
Sobre todo, creo que la irritación viene por la no comprensión del por qué. ¿Por qué se esquivan las montañas españolas y se presume en cambio de las andorranas y francesas? Si responde a una cuestión económica, sería del todo comprensible. Pero si no lo es, a muchos aficionados nos gustaría conocer a qué se debe y por qué en lugares donde es posible elaborar estas supuestas etapas se descarten como normal general. ¿Se van a asustar los corredores por incluir una etapa de varios puertos duros? Si es así, tal vez no tengan el interés y el respeto debido por una prueba histórica y prestigiosa como es la Vuelta, que ha crecido mucho estos últimos años, es innegable. Tampoco es necesario que esas etapas incluyan recorridos extremadamente largos. Incluso se ha demostrado en Andorra que una etapa dura y corta puede funcionar muy bien (tampoco debería estar regañado con de vez en cuando incluir etapas de fondo, aunque ése es otro debate).
Habrá que esperar a ver el recorrido completo de la Vuelta 2023, que promete más que la tradición de desierto de las ediciones pares (una especie de Jekyll y Hyde). Aunque quizá no haría mal a nadie regresar a poner en conocimiento del aficionado toda esas montañas inéditas y no inéditas y las combinaciones entre ellas. El saber no ocupa lugar y así sabremos todos más a ciencia cierta de lo que estamos hablando y de lo que en cierta medida estamos dejando pasar. Y, sino, incentivamos el cicloturismo o el disfrute deportivo de la montaña, que al final es saludable.
En fin, en España SÍ hay montaña.
Escrito por Jorge Matesanz
Foto de portada: Photogomezsport / Antonio Baxauli
Pues como todo en la vida,…..DEPENDE.
A mí la etapa del Tourmalet de la que se habla no me dice nada especial, más allá del impacto mediático que tendría entre los aficionados y, sobre todo, en los medios de comunicación, que al final es lo que se busca. Etapas así las hemos tenido aquí, o parecidas. Dos puertos duros más o menos encadenados y final arriba: Venta Luisa+Velefique, Purche+Sierra Nevada, Cobertoria+Gamoniteiro, Cordal+Angliru y algunas más. Todas ellas diferentes entre sí, por tipo de puertos, encadenado, etc, pero siendo el mismo concepto de etapa.
El impacto que tendría el Tourmalet es innegable, y más como final de etapa. ASO paga, ASO está presente en la Vuelta, se suspendió en su día y se quiere recuperar,…no creo que haya que darle más rodeos al asunto. Ahora bien, si dicha etapa “resta” en el recorrido global, ya me gusta menos. Como complemento, reclamo cada x años o concesiones impepinables a ASO, puedo comprarlo. Como etapa reina y aglutinando todos los focos, NO. Como ocurrió en 2016, 2007 o 2003, ediciones en las que el etapón francés de turno fue el único rastro de alta montaña.
Si tal cosa sucediese en 2023, me parecería una cagada sublime y una tomadura de pelo. Otra más. Pero parece que no será así. Parece que, según dicen las noticias previas, al día siguiente habrá otro etapón que terminará en suelo navarro. Y parece (veremos al final) que será aún más duro, con pasos por Issarbe, Larrau por Francia y final en Belagua, la vertiente navarra de la famosa Pierre Saint Martin. Y aquí es donde no entiendo las críticas. Issarbe es íntegramente francés pero Larrau es tan francés como español (la cima hace de frontera) y el final en Belagua es 100% español.
No me imagino al Giro o al Tour renunciando al Agnello porque es fronterizo y hay que pasar al país vecino y acabar allí sí o sí, o a la Lombarda, a Montgenevre, a Mont Cenis, etc. Ambas carreras lo han hecho varias veces. Y la mayoría de ellas, para hacer etapones.
Es cierto que en el caso de Larrau, la vertiente más dura es la francesa, como pasa en otros puertos pirenaicos que hacen frontera y que ya se han atravesado tanto en Tour como en Vuelta, como Somport, Portalet o Tunel de Bielsa. Pero eso es pura orografía de como son los valles en un lado y otro. ¿Hay que renunciar a Larrau porque el lado duro es el francés y más pudiendo hacer un final en el Valle del Roncal?. Joder, que todos los frikis de los recorridos hemos diseñado alguna vez una etapa con Larrau y final en navarra y hemos rezado para que alguna vez estuviera presente en la Vuelta. Coño es que ni el Tour, que ha subido solo 2 veces Larrau, ha sido capaz de darle el protagonismo indiscutible que merece el paso asfaltado más duro de los Pirineos, poniéndolo las 2 veces lejísimos de meta. Y con la etapa que se rumorea, lo tendría sin lugar a dudas.
Entiendo que la etapa del Tourmalet rechine entre los más puristas, entre los que me incluyo, ojo. Pero la etapa de Larrau, si finalmente es la que se rumorea, no tiene crítica posible. Podemos decir que el final en Belagua está algo lejos de Larrau, unos 45 kms, que tampoco son tantos, el Mortirolo está a 32 de Aprica por ejemplo, y en nuestro caso iría con un 3ª por el camino, pero es evidente que si paga Navarra, no hay más opciones realistas. Podrían, como alternativa, acabar en el Paso Tapla y promocionar la Selva de Iratí, quizá para otra ocasión. El encadenado sería mejor y acercaría Larrau a meta, aunque en una etapa así nunca sabes si será mejor o peor. Pero a parte de esta opción, no hay más, porque plantear finales en Ochagavía, Issaba u otra localidad cercana (ninguna de ellas llega ni a los 1.000 hab.), son poco realistas, por no decir nada.
Y otra cosa. Podemos y debemos celebrar que, en este caso concreto, parece que no hay movidas fronterizas. Es curioso no las haya entre países, aunque la respuesta tenga solo 3 letras (ASO) y en cambio las tengamos aquí con 4 (CCAA).
Hay gente más pesada que una vaca en brazos con este tema de los dichosos recorridos. Le faltó a la Vuelta una gran etapa de Montaña en la última semana? Pues si, claro que sí. Pero montaña hubo bastante. Carrera bastante más entretenida que el Giro donde hubo un gran etapa de media montaña y un pimpampum final en los tres últimos km del Fedaia…y nada más. Y luego está el Tour y Pogacar que corra donde corra anima la carrera, y que cuando era en La Vuelta en una etapa sin cumbres estratosféricas… también la armaba gorda. A mi lo que me importa es que haya corredores nacionales buenos, que salgan jóvenes talentos y lo demás, el recorrido, unos años saldrá más completo y otros un poco más flojo…y qué?. Francia, Italia y España se han dejado comer la tostada en otros aspectos..y nosotros y los franceses vamos a tener suerte con los corredores jóvenes que están saliendo, pero Italia no. Y eso, los resultados de los corredores nacionales sigue siendo fundamentalmente.. entre la afición normal …lo más importante. Lo de empeñarse en diseñar cada uno el recorrido de la carrera metiendo tropecientos puertos de montaña y jurando y perjurando que así habrá “ataques lejanisisisimos” y épicas batallas dignas de los cantares de gesta de dentro de 50 años…es de un frikismo absoluto. Más equipos españoles, más inversión en el ciclismo en España ..no como la Repsol del vasco Josu Jon Imaz en Noruega…y menos coreldraw …y pájaros en la cabeza.