Historia

El último gran golpe del Gitano

Roger De Vlaeminck se ha ganado con derecho propio el formar parte de la historia del ciclismo como uno de los mejores corredores de clásicas de todos los tiempos. El corredor belga fue parte protagonista en la época dorada del ciclismo en los años setenta, batiéndose el cobre contra los Maertens, Goodefrot, Kuipers o el propio Eddy Merckx. Precisamente junto al Caníbal y a Rik Van Looy, ambos compatriotas, ostenta el record de haber vencido en los denominados Cinco Monumentos del ciclismo. Todavía en su poder y empatado con Tom Boonen, sigue el máximo de triunfos en la Paris-Roubaix, con cuatro adoquines en su palmarés, por no hablar de sus 22 etapas en el Giro de Italia o sus seis victorias absolutas en la Tirreno-Adriático. Un icono de la época, con sus patillas y siempre asociado a su maillot de barras y estrellas del conjunto Brooklyn, quizá sus mejores años como ciclista, aunque corrió con el maillot de otras escuadras.

En 1979 seguía siendo un referente, no obstante, sus momentos álgidos ya parecían haber pasado. En la espalda el maillot del conjunto GIS Gelati, el equipo creado un año antes por el empresario heladero Pietro Scibilia, quien pudo contar en sus filas, aunque en diferentes temporadas con Francesco Moser y Giuseppe Saronni. En la salida de la Milán-San Remo de aquel 1979, surgen las clásicas incógnitas de principio de temporada, la concurrencia que se da cita es la mejor posible, con el joven, pero ya “capo” del ciclismo mundial Bernard Hinault. Jan Raas del potente TI-Raleigh de Peter Post, que ya sabe en ese momento lo que es vencer en la Primavera. Por supuesto los dos ases del ciclismo italiano, Moser y Saronni, el incombustible neerlandés Joop Zoetemelk , el belga Jean Luc Vandenbroucke, el tío de Frank, y el vencedor de la edición de 1978, nuestro protagonista Roger de Vlaeminck. Eran tiempos en que las grandes figuras del pelotón internacional, especialistas en todos los terrenos, daban la importancia que merece a todo un monumento del ciclismo.

El recorrido muy similar al que podemos disfrutar cada mes de marzo en la actualidad en la Milán-San Remo, con el Turchino, los Mele, Cervo y Berta, para acabar con el célebre Poggio di San Remo, aquella buena ocurrencia del mítico Torriani que se ascendió por primera vez en la carrera en 1960, todo ello en una interminable jornada de 288 kilómetros.

Cuando apenas se habían abandonado los alrededores de la capital lombarda, se iba a formar la escapada de la jornada, con doce unidades entre los que formaba parte un ciclista español Manuel Martin Conde, enrolado en el Moliner-Vereco de Javier Mínguez. La máxima ventaja de la que gozaron estos aventureros fue de algo menos de siete minutos; y es que tras el paso por el Capo Berta la cosa comenzaba, como es habitual en la Classicissima, a ponerse más seria, y los equipos con ciclistas con opciones reales a la victoria iban tomando posiciones delanteras. Poco tiempo antes se había conocido el abandono de uno de los favoritos al triunfo, el belga Maertens, un corredor que nunca pudo conquistar una de las grandes cinco clásicas del calendario; mientras que ya en la recta final previamente al último ascenso, cuatro corredores de importancia tomaban unos metros de ventaja, encabezando el grupo el neerlandés Jan Raas, y junto a él, Vandenbroucke, Renier y Willens. El cuarteto fue atrapado y daban comienzo las primeras rampas del Poggio, momento clave de cada edición de la Milán-San Remo, nervios por coger las primeras plazas y algunos movimientos como los que propiciaron Mario Beccia, que lo intentó en varias ocasiones, incluso bajando o el propio Francesco Moser. Sin embargo, el paso por el Poggio dejaba un grupo de no más de quince unidades en dirección a la célebre Vía Roma de la ciudad más poblada de la provincia de Imperia.

Todo parece destinado a resolverse en volata, en este caso no sería masiva después del filtro realizado en la última dificultad montañosa del día. De nuevo Moser, esta vez ya dentro del último kilómetro, lo intentaba en busca de su cuarto monumento. No obstante y adosado a su rueda aparece un astuto Roger de Vlaeminck. El italiano sabe que lo tiene muy difícil con semejante rival ya que fue su compañero con anterioridad. También lo intenta el archirrival del ciclista del Sanson, Beppe Saronni, que supera a Moser, pero no puede hacer lo mismo con un imparable De Vlaeminck. El belga se proclama vencedor con un sprint limpio y prácticamente perfecto. El Gitano, como era conocido popularmente el sensacional corredor de Eeklo, conseguía su tercera Milán-San Remo, siendo esta su última gran victoria en una clásica de este nivel. Aunque estuvo cerca de llevarse la cuarta en 1981, ya no volvería a encontrar el triunfo en estos grandes escenarios, siendo una etapa de la Vuelta Ciclista a España en 1984 su última victoria de renombre, además en el año de su retirada.

Escrito por Alberto Díaz Caballero (@Sincadenablog)
Foto: Sirotti

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