Con la suspensión parcial de una de las etapas reina del Giro de Italia, la que finalizaba en Crans Montana, la corsa rosa ha estado en el candelero y no precisamente por el espectáculo deportivo degustado en sus etapas, el cual por cierto ha sido bastante escaso, sino por la polémica reacción del pelotón ante una situación a la que bien se podía haber buscado soluciones diferentes a la eterna manía de suspender etapas altamente esperadas por los aficionados.
Desde el pelotón no se ha explicado bien cuáles eran los problemas, así como por parte de los aficionados e incluso parte de sus representantes tampoco se ha comprendido muy bien la forma de proceder. Un día más tarde “disfrutaban” de una etapa pasada por agua con peores condiciones que la anterior, donde por otra parte prácticamente todos coronaban Crans Montana luciendo manga corta. Ahí, en cambio, no hubo plante.

Un colectivo cuya imagen ha quedado muy dañada de cara a ciertos sectores. Pero, ¿y el Giro de Italia? Porque los corredores pasan, pero el Giro permanece. Y las críticas fueron a parar a los corredores, por supuesto, pero también se mezclaba esta decepción con los recuerdos de suspensiones de varias de las etapas más esperadas en los últimos años. Si nos ceñimos exclusivamente al siglo XXI, desde aquella etapa fallida de La Fauniera en 2001 que pasó a mejor vida como protesta por los registros de San Remo, al afeitado de la etapa reina en 2021, con Egan Bernal como amo y señor de la carrera en el Giau, y La Marmolada y el Pordoi sentados finalmente en el banquillo.
Una de las más dolorosas fue la del Monte Crostis, en 2011, y que a la postre provocó la caída de Angelo Zomegnan. Una montaña que ya se observaba peligrosa en su presentación, allá por el mes de noviembre de 2010, y ante la que nadie alzó la voz… hasta la misma mañana de la etapa. Aquello supuso un jarro de agua fría que sólo una edición altamente montañosa y atractiva con un duelo vibrante entre Alberto Contador y Vincenzo Nibali pudo diluir. La sensación de que lo presentado e ilusionante en otoño no llega a ser una realidad en primavera empieza a flotar en el ambiente de forma perenne por unos u otros motivos. Uno de los grandes atractivos del Giro, en duda.

Para ello, es necesario e imperativo que el propio Giro tome la delantera, por su propia supervivencia y prestigio, en la negociación con los agentes vivos que afectan al pelotón, así como con la UCI, para definir mejor unos umbrales (cuanto más objetivos, mejor) que prevengan de situaciones tales como las vividas en esta edición de 2023. Porque es un pulso que han ganado los ciclistas sobre el terreno, si bien no lo han hecho en la opinión pública. Y ha sembrado un precedente que poco favor hace a la organización del Giro en próximos conflictos de este estilo que el futuro guarde.
Pero si nos centramos en el aspecto meramente deportivo, la carrera no sale tampoco favorecida, ya que aún tras su 15ª etapa los hombres de la general siguen sin explotar, sin romper. Siguen vigentes las diferencias entremezcladas de las dos contrarrelojes disputadas y apenas hemos visto no ya aceleraciones, sino a los favoritos poner el turno en alguna subida. Se habla de que es el Giro más aburrido de siempre, pero es que eso mismo se decía de la edición de 2022. Por el motivo que sea, pero es la sensación que transmite. Un mal contra el que las tres grandes tienen que luchar año tras año por la forma de competir en ellas.

El Tour no hace tanto era la considerada más aburrida, no ya por el dominio casi ligado de Armstrong y los Sky, sino por la escasa propuesta encima de la mesa por parte del resto de favoritos. Ahora ha pasado a ser la italiana, pero es algo que tiende a fluctuar. La ausencia de equipos italianos de primer nivel y el escaso número de ellos ha reducido drásticamente no ya el número de ciclistas italianos, sino el peso de éstos frente al resto del pelotón. La última victoria azzurra en el Giro data de 2016, pero es que no se vislumbra quién puede revertir esta situación y erigirse en líder del pelotón durante una década. Porque en el Giro siempre han mandado ellos, los italianos, ya fuese en el sprint como en todos los demás terrenos.
Ése era parte de su encanto también, la dificultad de acudir a un auténtico avispero donde sabías que tenías todo en contra. Ganar pese a ello aportaba mucho más mérito. Actualmente el World Tour ha cumplido sus fines globalizadores con el último bastión del ciclismo anterior que era esta carrera. En España la Vuelta ya ha dejado fuera a dos equipos españoles del Pro Series al tiempo que Gianni Savio también se ha quedado sin Giro este año. Sin corredores para los que estas carreras sean su todo, se complica que los ciclistas no tomen decisiones en su único beneficio (o eso creen ellos), y sin pensar en qué será de la carrera.

Ese desapego es tan peligroso que a lo mejor interesaría sacar esta grande del sistema World Tour, para dar cabida a equipos que realmente quieran afrontarla con intención y soluciones. Es curioso ver cómo ante los 40º de temperatura en el Tour de Francia dispongan de un arsenal de chalecos con hielo, y soluciones ante dichas inclemencias del tiempo, mientras que sin embargo en el Giro todo son excusas y problemas, pero ninguna solución. Por supuesto, tampoco ningún atisbo de autocrítica. Sólo por parte del representante de los ciclistas italianos, que pidió disculpas a la afición. Loable, digno y revelador.
También se llegó a mencionar en redes sociales una posible solución, que sería la alternancia de fechas con la Vuelta a España. Pero es una propuesta que de llevarse a cabo gozaría de poco apoyo en la organización de la ronda española. Una situación delicada que deja al Giro en un momento crítico donde tiene que reaccionar con rapidez e inteligencia con un ojo puesto en el corto plazo y otro en el largo. Porque de cara a aficionados está claro que todos estos hechos sólo han perjudicado a la carrera, pero… ¿y de cara a los ciclistas?

Se puede deducir que también. Ya por ser parte activa o pasiva de esta situación, no va a ser cómodo acudir a correr en mayo a Italia por ser conscientes de que es altamente probable verse envueltos en este tipo de conflictos. Los recorridos suelen ser durísimos, como bien es sabido, y el clima en ocasiones un condicionante a tener en cuenta. También puede cundir la idea de que correr el Giro de Italia puede dar pie a decidir casi de forma unilateral qué hacer a cada momento por haber ganado este pulso en el que la organización se ha visto totalmente entre la espada y la pared.
Un cúmulo de cosas que provocan dudas en torno al futuro del Giro. Si ya tenían avanzado parte del recorrido del año próximo, ¿se atreverán a mantenerlo? ¿Se atreverán a programar puertos altos si cada vez les plantean mayores problemas si ya en los Apeninos, que son montañas más bajas que los Alpes, han tenido problemas? ¿Suavizarán los recorridos? ¿Acabarán por ceder ante la moda de etapas híper cortas en lugar de fomentar el fondo?

Porque ése es otro callejón sin salida en el que se está viendo arrinconada la organización. Los ciclistas, dado que las propuestas de la mayoría de organizadores están cambiando a recorridos más cortos, están variando su preparación y no están tan acostumbrados a esfuerzos constantes de casi 200 kilómetros a diario. Y si se dan bajo la lluvia y unas condiciones climatológicas duras, muchísimo menos. Aunque algunos después luzcan selfies entrenando en la nieve. ¿Postureo, oportunismo o ambas? Mientras nos decidimos, el Giro entra en su tercera semana con muchas dudas a su alrededor y con más ganas que nunca desde la organización, estoy convencido, de que esta edición de Covid, las lluvias y problemas llegue a su fin.
Escrito por Jorge Matesanz
Fotos: RCS/LaPresse