Hablamos con uno de los grandes escaladores italianos de los años 90. Un corredor que tuvo en las carreteras de casa sus mejores resultados, llegando a ser segundo en la general del Giro de Italia en 1996 tras Tonkov. y por delante de Abraham Olano Además, también se dejó ver en España, con un cuarto puesto en 1997. Sabe lo que es ganar etapas en ambas carreras, incluyendo cimas legendarias como el Passo Pordoi. Un ciclista que sabe lo que es pasar por conjuntos míticos como Carrera y Mercatone Uno.
¿Cuáles fueros tus inicios en el ciclismo?
Comencé de niño a la edad de seis años. Veía a los chicos de mi edad con las pequeñas bicicletas de carreras tan coloridos y vestidos de ciclista y la tentación era fuerte. A los pocos días era uno de ellos.
¿Cómo fue tu experiencia en la época de aficionado?
Una experiencia muy bonita, porque fui creciendo con calma y encontré personas fantásticas y directores que amaban este deporte y no intentaban anteponer sus intereses a los del ciclista. Aprendí a entender la victoria y a convivir con la derrota, a levantarme después de cada caída o infortunio. Aprendí a respetar las reglas y la responsabilidad, una gran escuela de vida.
¿Cuáles era tus ídolos en aquella época?
Roberto Visentini, bresciano como yo, y Bernard Hinault.
Pasaste a profesionales en 1989. ¿Qué nos puedes contar de tu primer año? ¿Qué fue lo que más te impactó como debutante?
Como aficionado corría en el filial del Carrera Jeans, así que no había tenido presión para dar el salto y me dejaban crecer con calma. En septiembre de 1988 vencí una de las carreras por etapas más duras de aficionados, el Giro del Valle de Aosta.
Estaba convencido de haber comprendido mis límites y mi potencia, pero en la París-Niza del 89, solo cinco meses después, comprendí que debería comenzar de cero. Esa temporada como neoprofesional fue difícil. El salto de categoría fue devastador para mí en muchos aspectos; no estaba preparado ni mental ni físicamente. Necesité tres años para entrar en ese mundo tan profesional; no era ya un deporte sino un trabajo.
Gané el maillot blanco de mejor joven en el Tour de Suiza, fui quinto en el Campeonato de Italia, y logré algún otro puesto de honor. En la Vuelta me retiré tras una semana de carrera por una tendinitis. Tenía la moral por los suelos pero no me rendí. Quería demostrar que era profesional y que podía hacer mucho más.
Chioccioli, Bugno, Chiappucci… ¡Qué generación en tu debut en el Giro!
Tres campeones totalmente diferentes en muchos aspectos. Gianni Bugno siempre ha sido, además de un amigo, un gran talento. Chiappucci era pura determinación. Chioccioli un luchador. Cuando se me acercaban en el pelotón los miraba con respeto. Era un sueño correr a su lado, me alimentaba de esas emociones. Parecían inalcanzables, pero con el tiempo logré hacerme respetar y reconocer a base de seriedad, resultados y lealtad.
En 1992 logras tu primera victoria en la Vuelta a España. ¿Cómo fue ese momento?
Aquella victoria en la etapa Salamanca-Ávila se la debo a mi director de la época Primo Franchini. En la Amstel Gold Race me había caído al poco de la salida, provocándome heridas profundas en la pierna derecha. Había impactado contra el cristal del coche del Helvetia de Kochli, que frenó bruscamente delate de mi. A consecuencia de ello choqué contra el parabrisas trasero, me puede haber matado. Afortunadamente caí de lado cuando el vehículo de Festina impactaba contra el de Kochli atrapando mi bicicleta entre ambos coches.
Franchini me insistió para que tomara la salida en la Vuelta, con una pierna dolorida, diez puntos de sutura y con fiebre. Me convenció y me fui para España. La primera semana fue un infierno, siempre descolgado, con mucho dolor y sin moral (no podía ni siquiera recibir masajes). Después, en la segunda semana la situación mejoró, dándome esperanzas de poder terminar la carrera.
Recuerdo aquella etapa como si fuera hoy. Pasaban los kilómetros y el pelotón se reducía cada vez más. Me encontraba bien y tenía ganas de lograr un buen resultado para encontrarme a mí mismo después de dejar Carrera Jeans por un equipo menor como ASICS. Cuando coroné con los primeros la última ascensión me sentía como un superhéroe. En los últimos kilómetros aproveché que no estaba en la pelea por la general para anticiparme al grupo de los favoritos y vencer al sprint a Mauleón y Millar. En ese momento fue cuando comprendí que podía seguir compitiendo siendo protagonista. Primo Franchini me abrazó como un padre. Una gran emoción y una lección que llevo conmigo para siempre como ejemplo: nunca hay que darse por vencido.
Tu gran año fue el de 1996. ¿Llegaste a verte con opciones de ganar el Giro? ¿Qué nos puedes contar de aquella carrera?
Siempre fui considerado como un corredor para carreras de tres semanas. Sin embargo, mi límite eran las contrarrelojes. No tenía en mis piernas esas medias, así que tenía que gestionar al máximo mis dotes de escalador y un físico que soportaba bien el esfuerzo en ácido láctico asociado a una buena recuperación. Creo que sí podría haber ganado un Giro de Italia, a veces se necesita también un poco de fortuna, pero mi adversario Tonkov era un gran deportista, ganó el mejor.
En la contrarreloj de Marostica, guardé sin dar el máximo. Apreté solo a mitad de recorrido, obteniendo el mejor tiempo en la subida a la Rosina, donde todavía hoy tengo el récord. Al día siguiente, en la etapa del Pordoi, ataqué en Marmolada como si no hubiese un mañana. Tuve éxito con la apuesta y ascendí en la general. Esperaba que Tonkov acusase el desgaste la etapa siguiente con la subida al Mortirolo; pero no fui así y terminé segundo en la general.
¿Cómo recuerdas esta etapa del Pordoi?
Puedo contarte un episodio de aquella etapa: después de pocos kilómetros afrontábamos la dura subida al Passo Manghen. A mitad de la ascensión empecé a sentir un dolor de patas tremendo, y solo la experiencia me hizo no dejarme llevar por la debilidad. Conseguí pasar indemne el Manghen y ya en el primer paso por el Pordoi era otro ciclista. Ese día vencí una de las etapas más bonitas y fascinantes del Giro de Italia.
Al año siguiente terminas cuarto en una Vuelta a España contra los Zülle, Dufaux, Escartín…
La vida es extraña. No recuerdo qué etapa era, en la primera semana de carrera. Pero recuerdo perfectamente el momento en el que perdí ese pódium. A 30 kilómetros de meta había una subida de segunda categoría seguida de un largo falso llano. Estábamos todos en fila en las primeras veinte posiciones del pelotón cuando Olano se descolgó ligeramente y Chava se di cuenta rápido. Intenté cerrar el hueco pero Chava me gritó: “espera Enrico que reenganchamos juntos”. Me giré y vi tres Banesto con Olano cerrando el hueco. Estaba a punto de contactar con el primer grupo pero decidí esperarlos. Resultado, Olano k.o. y yo llegué a 45 segundos del grupo de los mejores en el que iba Dufaux. Olano se retiró a los pocos días. Me ha quedado siempre la sensación amarga de haberlo esperado.
Probaste diferentes equipos durante esos años. ¿Por qué?
En aquella época el Carrera Jeans terminaba su aventura con el ciclismo. Pantani quería a toda costa que me fuera con él a Mercatone Uno. Pero yo ya me había comprometido con Davide Boifava para seguirle al nuevo equipo ASICS como jefe de filas con Chiappucci. Resultó un año desastroso por una infección en la uretra que me obligó a retirarme del Giro.
Me preparé corriendo en montaña con el pulsómetro, subía montes a pie y en la cima me metía en el coche para evitar carreras en descenso y empezaba otra ascensión, así durante varias horas. Así logré tocar con la punta de los dedos el pódium en la Vuelta.
¿Cómo fueron los años en Carrera?
Un gran equipo. Eran los años de Chiappucci y todo el equipo se cenreba en él. A mí me dejaron en un segundo plano. En mi opinión se equivocaron, porque con un apoyo moral y técnico distinto habría logrado grandes cosas. Pero con los “y si…” y los “pero” no se va a ningún sitio.
En tus últimos años coincidiste con Marco Pantani. ¿Cómo fueron sus últimas apariciones? ¿Tuviste mucha relación con él?
El vínculo que tenía con Marco era profundo. Él sabía que podía confiar ciegamente en mí, y yo estaba entregado a su causa como gregario de lujo.
La historia de Marco Pantani es una página fea del deporte italiano. Un ensañamiento inaudito contra un gran deportista y campeón. Sigo sintiéndome mal al recordar cuánto sufrió mentalmente por culpa de un sistema perverso. Uno de los escaladores más fuertes de toda la Historia del ciclismo mundial. Único.
¿Cómo fue tu adiós al ciclismo profesional?
Dejé el ciclismo harto de los registros del NAS (unidad de la policía italiana), de los periodistas que se convertían en policías, de la búsqueda salvaje de la exclusiva. No me sentía protegido, estaba alejado de todo eso, no era ya mi vida.
¿Qué ha hecho Enrico Zaina después de retirarse?
Tengo una tienda de bicicletas en Brescia que gestiona mi mujer con un empleado y donde yo hago un poco de todo. Aparte de eso tengo otra actividad que me lleva por todo el mundo, mi gran pasión, la caza. Trabajo para el turoperador del Gruppo Beretta Armi. Voy de Laponia a Rusia pasando por Escocia, organizo y acompaño a los clientes que van de caza… En resumen, viajo más ahora que como corredor.
La caza siempre ha sido mi pasión, y en especial los setter ingleses, una raza que adoro.
¿Cómo ves el ciclismo de hoy y la generación de los Roglic y Pogacar?
Me gusta esta nueva generación. Sin embargo, Chris Froome nunca me ha gustado.
Para terminar, ¿Hay algo que te hubiera gustado conseguir en el ciclismo y que no hayas podido alcanzar?
Me falta la victoria en el Giro, aunque nunca hice todo lo posible para lograrla. Del resto, estoy contento con las decisiones tomadas y volvería a tomarlas igual.
He creado una academia de MTB donde seguimos junto a un equipo de profesores el crecimiento de jóvenes muchachos ilusionados. Te confieso que a veces me emociono porque sé lo que están intentando.
Gracias por tus respuestas y tu disponibilidad, Enrico.
Gracias a vosotros. España es una tierra que me ha regalado emociones. No solo por las victorias, también por su gente. He aprendido mucho allí y recuerdo todos los corredores y técnicos, grandes personas del deporte.
Entrevista: Jorge Matesanz (@jorge_matesanz)
Traducción del italiano: Víctor Díaz Gavito (@VictorGavito)
Foto: Sirotti
Bonita entrevista a este abnegado gregario convertido en estrella.
Una puntualización al traductor de la misma: se dice “aparte” y no “a parte”. “A parte” es si partieses algo, y aquí no se parte nada, sino que se pone o deja al lado, “aparte”.
¡Muchas gracias por tu comentario! Revisamos el artículo. Saludos