Entrevistamos a una de las voces más conocidas de la televisión española, el periodista catalán Ernest Riveras. Un clásico que, aunque actualmente está ligado al motociclismo, amenizó nuestras tardes ciclistas en la década del cambio de siglo.
¿Por qué periodista?
Yo de niño no quería dedicarme a esto. Mis padres trabajaban en la radio, y mi madre nos llevaba con ella a veces, y yo me aburría muchísimo.
Me gustaba muchísimo el deporte, pero seguía convencido de que no quería ser periodista. Con el tiempo me di cuenta de que el periodismo me permitiría estar al lado de lo que más me gustaba, y no tenía sentido seguir empeñado en lo contrario. Intenté rechazar lo de ser periodista hasta que me abrazó sin darme cuenta. Era mi destino.
Pues parece que no te ha ido mal en el periodismo: Antena 3, TVE, Movistar, ahora DAZN…
La verdad que tengo que estar muy satisfecho. He conseguido hacer carrera siempre cerca del deporte. Y, además, al margen del fútbol, del que no soy muy seguidor, aunque veo los grandes campeonatos y animo a mi Espanyol. Poder hacer Juegos Olímpicos, campeonatos de motociclismo, baloncesto o ciclismo me hacen sentir que he tenido una carrera plena.
¿Cómo llegaste al ciclismo o cómo llegó el ciclismo a ti?
El ciclismo es un deporte que me había interesado siempre. Recuerdo una anécdota cuando estaba haciendo la mili en Canarias, en el festivo del 1 de mayo coincidía la llegada a los Lagos de Covadonga de la Vuelta a España, y estábamos como locos aprovechando el día libre para seguir la etapa.
Si te gusta el deporte, terminas llegando al ciclismo porque es uno de los deportes más bonitos que hay. Además, esos años de la Vuelta a España y de Perico Delgado eran una gozada.
Después de un paso breve por Antena 3, entré en la radio con Cadena 13 y es donde empecé a hacer Volta y Setmana Catalana en catalán. Cuando doy el salto a TVE el equipo de ciclismo estaba muy consolidado, con Pedro González, Perico, Pizarro, Bacigalupe… Yo empecé a hacer las conexiones en catalán de las carreras de Catalunya. En el 96 Pedro González me dijo que Pizarro y Bacigalupe ya no querían hacer las motos de la Vuelta y me preguntó si yo me atrevería. No me lo pensé ni un segundo y tras los Juegos de Atlanta ya empecé en Vuelta a España.
Desde esa Vuelta, estuviste diez temporadas cubriendo el ciclismo desde la moto. ¿Cómo se ven las cosas desde ahí?
Lo primero que haces es comprarte una bicicleta para salir tú a rodar. Porque te contagias del ambiente. Cuando hice el Giro en el 2000 y vi aquellos puertos y toda la gente subiendo en bicicleta a ver la carrera, me convencí de que es el mejor medio que hay.
He cubierto muchísimos deportes y con grandes estrellas, pero en ninguno el deportista es tan cercano y sufrido como el ciclista. Además, es el único en el que puedes hablar con el deportista mientras hace su trabajo, eso lo hace especial. En motociclismo, atletismo, fútbol o baloncesto, puedes hablar antes o después. Con un ciclista puedes hablar en carrera. No puedes entrevistarlo porque está prohibido, pero tienes un contacto siempre.
Has vivido muchas caras de la retransmisión deportiva. ¿Con cuál te quedas? Desde la moto debe ser muy bonito, pero también se pasan penurias.
Para mí no hay posición más dura en el periodismo deportivo que la de ir en la moto. Tres semanas haciendo etapas enteras, con calor, lluvia, granizo, viento… Llega un momento que no sabes cómo ponerte. Es muy exigente y además corres peligro real. He tenido golpes importantes yendo en moto, incluso me rompí las costillas. Además, de lesiones como hernias, problemas de posturas, etc.
Es cierto que todos esos componentes y adrenalina también enganchan, pero después de diez años ya sentí que no podía seguir mucho más así. Como los que habían ido antes que yo, me sentía mayor para estar en la moto. Pasé a hacer resúmenes en 2005, en 2006 pasé al atletismo con la jubilación de Gregorio Parra y ya en 2007 estaba con las motos.
Con diez años en la moto, tendrás colección de anécdotas y momentos que se quedan grabados. ¿Nos puedes contar alguno?
El momento más brutal para mí y del que se sigue oyendo mi voz fue sin duda la retirada de Miguel Indurain en la Vuelta del 96. En mi primera llegada a los Lagos no pude subir el puerto porque me quedé en Cangas de Onís con Indurain. Recuerdo que cuando estábamos llegando allí me dijeron por línea interna que me descolgara a cola del pelotón porque Miguel se iba a bajar.
Recuerdo la imagen de bajar El Fito con Herminio Díaz Zabala abrazado al hombro de Indurain, trazando las curvas. Fue llegar al Hotel El Capitán y ver a Miguel bajarse. Yo entré con la moto en el parking: “¡Miguel se baja, Miguel se baja!”. De aquella no había inalámbricos, así que no me podía alejar de la moto para acercarme a Indurain.
Si buscas imágenes de aquel momento, se escucha mi voz. Era la última vez que veríamos a Miguel en bicicleta. Es un momento para mí inolvidable. Me temblaban hasta las piernas. Logré entrevistar a Indurain después y subí en helicóptero a meta con la cinta para poder dar las declaraciones cuanto antes. Mi primera subida a Lagos de Covadonga fue desde el helicóptero.
Otra anécdota es la de la etapa más dantesca: Gijón – Corrales de Buelna que ganó Laurent Brochard. Aquel día en la salida del parking del Molinón ya estábamos empapados. Dimos la etapa entera, y en Santander se levantó un huracán que nos caían las ramas de los árboles encima. No entendía cómo podía hacer Brochard para no irse al suelo con las rachas de viento. Todavía no sé cómo llegamos a meta.
Volviendo a la Vuelta del 96, con el regreso de Miguel Indurain a la gran vuelta de casa. ¿Cómo se vivió aquella edición? ¿Cómo sentíais que se estaba sintiendo esa carrera en el país?
Como estaba en los Juegos de Atlanta, no pude seguir mucho las semanas previas, pero recuerdo que fue Carlos de Andrés en la Vuelta a Burgos el que le dijo a Miguel que el equipo había comunicado que correría la Vuelta a España. Estaba claro que iba obligado y que había mal rollo latente.
Aun así, tener a Miguel Indurain y después del oro olímpico, había una gran expectación. Pero rápidamente quedó muy claro que no estaba en forma y la retirada sobrevolaba en el ambiente.
Nos vamos a la Vuelta a España de 1999, con la primera vez que se sube El Angliru. Un puerto con enorme expectación y unas rampas imposibles, aderezado con el mal tiempo. ¿Cómo vivisteis una etapa en la que pasaron tantas cosas y de la que se sigue hablando hoy?
Pasaron muchas y muchas que no se vieron. Ya en la salida había mucha expectación porque se iban a usar desarrollos que no se habían usado nunca. Los periodistas tuvimos que hacer un master en multiplicaciones y combinaciones de marchas. Había mucho miedo y el mal tiempo agravaba la situación.
Durante el confinamiento, con las repeticiones de Teledeporte, pude revivir ese día en perspectiva. Parece ser que Carlos de Andrés tuvo un problema con su moto y no enlazaba, así que se tuvo que ir a meta y me quedé yo solo en carrera. De repente yo me encontré delante, subiendo con el Chava entre la niebla. Pude ver todo lo que nadie vio en el directo.
Al final de ese año fallece Pedro González, que era la voz del ciclismo en TVE. ¿Cómo se vive ese duro momento y cómo se gestiona el cambio?
Para nosotros a partir de ahí cambia todo. Yo hasta entonces solo hacía Vuelta a España y las carreras catalanas en catalán. Carlos de Andrés pasa entonces a ser el titular de ciclismo y yo paso a ser moto principal. Como de aquella hacíamos todo, me pasé el año en la moto, desde la Challenge de Mallorca hasta la Escalada a Montjuic, todas las carreras del calendario español, que de aquella era impresionante. Además, Giro y Tour en meta. Me cambió la vida.
Nos contabas que te enganchaste al ciclismo con Perico, y luego lo tuviste como compañero.
Para mí es uno de esos elegidos del deporte que tenemos en España. Uno de esos campeones que además tienen telegenia, simpatía y habilidad para comunicar, como también era Ángel Nieto. Eso a la gente le encanta y le engancha. Es muy divertido estar con él. Había nacido para ser ciclista, pero también para ser comentarista.
Como ciclista solo coincidí en su último año, y era muy difícil entrevistarle. Pizarro y de Andrés siempre bromeaban con él sobre ello.
¿Qué ciclistas te llamaron más la atención en la época en la que viviste el ciclismo más de cerca?
Como aficionado, Perico, por lo que comentaba antes de la mili. Salíamos del cuartel para ver las etapas y era una fiesta. Además, me junté con mucha gente de Asturias, País Vasco… zonas donde se vivía tanto el ciclismo que me hizo que me entrara mucho más fuerte.
También Pantani, porque era un mito. Solo coincidí con él unas pocas veces, en Vuelta a Murcia. Era bastante inaccesible para las entrevistas, pero tenía un aura especial. Como anécdota recuerdo que cuando venía a Murcia se hacía los rayos UVA en el hotel, nos hacía mucha gracia.
Lance Armstrong también era un ciclista y una personalidad impresionante. Cierto que después todo se desmontó y le quitaron los títulos, pero en el momento presente era algo espectacular.
Y por supuesto Miguel Indurain, el hombre que fue capaz de paralizar un país entero en aquellos Tour de Francia. Recuerdo ir a hacer un atletismo a Salamanca y al pasar por la calle solo se oía por las ventanas la voz de Pedro González narrando la etapa.
Citas entre ellos a Lance Armstrong. ¿Qué opinas de su figura y de todo lo que pasó después con el dopaje?
Coincidí poco con él porque solo hice los Tours de 2000 y 2001, pero estuve cuando volvió del cáncer en Castilla y León y Vuelta a España. Es un personaje que me fascina, y me veo todos los documentales y reportajes que salen de él. Cuando vamos a Austin con Moto GP, siempre voy a la tienda de bicis y al bar “One Peloto” que está al lado. El nombre del bar es por la broma que hacía él después de superar el cáncer, y cuando iba a los hoteles se inscribía con el nombre Juan Peloto., y me hago fotos allí con sus maillots y sus cosas.
Los años de Armstrong yo los viví y los disfruté. Es cierto que muchas veces quise que perdiera. Me hubiera gustado que Ullrich hubiera podido plantarle más cara. Cuando se cayó Beloki me llevé un gran disgusto, porque podría haber dado guerra.
Con el doping he pasado de todo porque el ciclismo y el atletismo siempre han sido los deportes más expuestos. Pero es algo que sucede en todos los deportes, se diga lo que se diga. Mi teoría es clara. Cuando alguien da positivo, hay que ser inmisericordes y acabar con los tramposos. Pero mientras no haya pruebas, quiero disfrutar de las exhibiciones y del espectáculo y no vivir en ese rollo de poner todo en duda constantemente.
Si no te sacrificas, entrenas, das todo por el ciclismo, da igual lo que tomes porque no subes ni un puente. Los ciclistas son unas bestias del deporte y yo no quiero jugar a ese juego de dudar de todo. Si nos ponemos a cuestionar o a dudar no hay ningún deporte que salga indemne.
¿Qué ciclistas eran más “fáciles” o “difíciles” de entrevistar?
Había algunos que eran realmente complicados en las entrevistas, como Óscar Freire o Roberto Heras, de los que era realmente difícil conseguir algo. Otros, como el “Chava” Jiménez, casi venían ellos a que los entrevistaras.
¿Alguna anécdota del Chava?
A veces estabas entrevistándolo en la cima de un puerto o en una meta y se echaba la mano al bolso del maillot y sacaba un montón de papelitos. Le preguntabas lo que era y te decía: “teléfonos de tías”. Era un personaje divertidísimo.
El año de la Vuelta de Olano pasó de todo. Parecía que él corría en el Kelme en vez de con Olano. Se dicen muchas cosas que no sé hasta qué punto son verdad o parte de su leyenda. Como que un día les dijo a Heras y a Escartín: “dadle leña al manzano”, por el segundo apellido de Abraham. O aquella de que en un hotel se encuentra a Olano y su mujer en el ascensor y ella le dice: “¿A qué piso?”, a lo que el Chava contesta: “no sé, la que mandas eres tú”. Son anécdotas que le he oído a muchísima gente pero que forman parte de ese personaje que era Jiménez.
¿Cómo se vivió aquella Vuelta del 98?
Fue una carrera muy intenta. Algo impresionante vivirlo desde dentro. Ahora tenemos “El día menos pensado” y todos los reportajes que hacen los equipos desde dentro, pero de aquella era algo que solo podías saber estando allí. Ver a un compañero del líder deseando que otros equipos le atacaran para salir detrás. Un “inside” de aquella carrera habría sido brutal.
Ya como espectador, ¿qué opinas de la era Contador?
Alberto ha sido un ciclista de esos que engancha. Uno de esos atacadores natos que te hacen vibrar. Al final al público general lo que le gusta es la montaña y corredores como él animaban las carreras.
Me molesta mucho el ciclismo conservador que vemos tanto últimamente. Es verdad eso que se dice de que si no atacan es porque no pueden, pero también parece que todos van buscando guardar lo que tienen en vez de reventar para intentar ganar. Da la sensación de que muchas veces el líder se da de rositas. El ciclismo especulativo no me gusta nada, y por eso me emocionan los corredores que van por sensaciones, como Peter Sagan.
¿Crees que esta nueva generación que está surgiendo con los Pogacar, Evenepoel, etc. puede cambiar esa mentalidad conservadora?
A Pogacar todavía no le he visto especular. Me parece otro de esos corredores de instinto, que además no se basa en la fuerza de su equipo como los Ineos o los Jumbo; y que gana grandes vueltas, pruebas de un día, lo que se le pone por delante.
Evenepoel también es un fuera de serie, y lo del Giro creo que es normal después de la caída y de ser su primera gran vuelta.
A mí el que más me gusta en Van Aert. No sé muy bien por qué, pero me encanta. Este invierno me he visto todo el ciclocross, con Pidcock, van der Poel y Van Aert. Mathieu es un fuera de serie, pero yo por alguna razón soy más de Van Aert. Además, siempre me da muchos puntos en el Fantasy del Tour.
¿Has podido volver a la Vuelta a España?
Un par de veces. Un año en el que mi hijo trabajaba con Unipublic colocando vallas y señalización, y otro que hice la etapa de Luintra que ganó Simon Yates con mi amigo y hermano Miguel Ángel Iglesias en el coche de Radio Vuelta.
¿Cómo ves la evolución de la Vuelta? ¿Es una carrera muy diferente a cuando tú estabas dentro?
Sí, ha dado un salto de calidad muy grande. Se ha profesionalizado mucho y se ha sabido adaptar a los tiempos actuales. Ha conseguido atraer a muchas mayores figuras y ganar la Vuelta se ha convertido en objetivo de muchos. Tiene una gran capacidad para encontrar trampas y finales que sorprenden cada año. El diseño de recorridos me parece espectacular.
Aunque hayas pasado entre medias por el atletismo, ¿cómo es el paso de la moto a las motos?
Yo era un gran seguidor del motociclismo, pero no un entendido de esos que compran revistas o estaba pendiente de todo lo que pasaba. Recuerdo que cuando hacíamos las etapas los domingos, siempre sacábamos a los pilotos de los bares donde estaban viendo los grandes premios y les fastidiábamos el final de la carrera o del entrenamiento porque llegaba el pelotón. Con tantos kilómetros sobre la moto y rodeado de tantos motoristas con los que veía las carreras, fue una evolución casi natural.
¿Qué similitudes ves entre motociclismo y ciclismo? Muchos pilotos montan en bici con regularidad.
El ciclismo es una preparación ideal para los motoristas, a nivel físico, cardiovascular, anaeróbico… Además, es un deporte de dos ruedas, que para ellos también es familiar, y pueden llevar las bicicletas a los circuitos, tenerlas en los motorhome para rodar con ellas… El motociclismo es de los pocos deportes donde no puedes entrenar con tu herramienta de trabajo. Los pilotos son unos locos del ciclismo, tanto en la práctica como en el seguimiento.
¿Un piloto que te haya marcado especialmente?
Vuelvo a esa mili en la que nos comíamos todos los deportes que había. En el año 85 el gran boom fue Freddie Spencer, que se convirtió en el ganador más joven en 500cc y que simultaneó 250cc y 500cc ganando los dos mundiales. Eso es una bestialidad que no se había hecho antes ni se hará después. Y más en aquella época en la que no había control de tracción y los pilotos salían volando a la mínima. A mí eso me impactó muchísimo.
A partir de ahí, Álex Crivillé y Valentino Rossi. Y desde que trabajo, en el top de los pilotos españoles Lorenzo, Pedrosa y Marc Márquez.
Para terminar, cuéntanos un poco tu experiencia sobre la bicicleta. Nos comentabas que eres también aficionado a rodar.
Me pasé el confinamiento con la estática cada día. Salí más delgado de lo que entré. Era una estática más tipo de gimnasio, y a raíz de ello mi mujer me regaló el rodillo. Ahora hago mucho rodillo mientras veo las etapas.
En cuanto puedo salgo también con la bicicleta. Vivo en Barcelona y es complicado, pero enseguida sales y tienes la Collserola y me hago los puertecitos que hay aquí de Vallvidrera, Santa Creu d’Olorda, Arrabassada… Te salen 60 kilómetros de media montaña. Salgo con mi hijo que también le gusta mucho la bici. Curiosamente mi hijo de pequeño no quería saber nada del ciclismo, porque en verano siempre nos quedábamos por la tarde para ver el Tour y él quería ir a la playa. Después empezó a trabajar y a acercarse al ciclismo y ahora es tan aficionado como yo.
Entrevista: Jorge Matesanz (@jorge_matesanz)
Foto cedida por Ernest Riveras
Incluido en el nº4 de HC