Regularidad, constancia y compromiso son los sustantivos que mejor definen a Haimar Zubeldia, un auténtico especialista en vueltas de tres semanas y un fondista que llegó a correr 29 grandes. Vencedor de Euskal Bizikleta y Tour de l’Ain. Buen contrarrelojista, gran compañero de equipo y resistente en la montaña. Cualidades que le han valido para lograr 5 top10 en su carrera fetiche, el todopoderoso Tour de Francia.
¿Cuándo empezaste a asomarte al ciclismo?
Llevo toda la vida encima de la bicicleta. Empecé en categorías inferiores cuando tenía unos nueve años. Mi padre era camionero, pero los fines de semana solía estar en casa y salía todos los domingos con su grupeta de amigos a hacer cicloturismo. De fijarme en él empecé a tener afición.
Estuve enfermo de hepatitis, y para tenerme más tranquilo en la cama, mi madre me convenció de que si me portaba bien en la recuperación me regalaría una bicicleta de carreras. Cumplió su promesa y me apunté a la escuela de Usúrbil, mi pueblo.
¿Alternabas disciplinas en la fase de formación?
En categorías inferiores hacíamos un poco de todo. También rodábamos en la pista, porque teníamos San Sebastián y el velódromo de Anoeta cera; y en invierno le dábamos al ciclocross, así que probamos un poco de todo.
Cuando eres joven, alternar disciplinas te ayuda a divertirte más y tener mayor variedad, además de aportar otras habilidades. Hacer solo carretera puede resultar monótono.
¿Cómo fue tu etapa en aficionados?
Estuve dos años en el equipo amateur Olarra de Miguel Madariaga, una especie de filial de la Fundación Euskadi. El primer año ya gané un par de carreras, y en el segundo, con 20 años me proclamé Campeón de Euskadi venciendo a corredores Elite y sub23 con más experiencia que yo. Con eso y con buenos resultados en otras vueltas, la Fundación Euskadi me ofreció la posibilidad de dar ya el salto al profesionalismo.
El año de tu debut profesional ya tienes opción de correr la Klasika en San Sebastián.
Soy de Usúrbil, a 9 kilómetros de San Sebastián, y es la carrera de casa, así que fue muy bonito. Recuerdo ver pasar la prueba por Usúrbil y luego ir con mi padre a San Sebastián a ver la llegada en el bulevar. Además, por las noches muchos corredores se quedaban a disputar un critérium allí mismo, en el bulevar. Me sentaba por dentro de las vallas en las curvas para ver pasar la carrera.
El equipo parece que va madurando y en el 99 lográis victoria de etapa en La Vuelta con Laiseka en Abantos. Teníais gente muy buena como Beloki, López de Muniain.
La llegada de Euskaltel al equipo para la Vuelta del 97 y sobre todo, a partir del 98, ayudó mucho al crecimiento de la estructura. Aumentamos la plantilla a más de veinte corredores y se fichó a lo mejor que había en Euskadi, que se sumaba a gente muy buena que ya estaba ahí como Laiseka o los hermanos González de Galdeano. Con la evolución de la gente joven que habíamos pasado esos años, el equipo creció mucho, y todos los años se daba la oportunidad a los mejores amateurs de la zona. En toda la época anterior a la desaparición, más de un centenar de ciclistas tuvieron la oportunidad de saltar a profesionales con el equipo, eso habla a las claras del gran trabajo de cantera que se hizo.
En el año 2000 ya despuntas y logras tus primeras victorias como profesional en Euskal Bizikleta (la CRI y la general); y en Dauphiné plantas cara a los Lance Armstrong y Tyler Hamilton. ¿Cómo viviste aquella temporada?
Recuerdo que empecé la temporada haciéndolo ya bien en varias carreras y, poco a poco, casi sin querer, me fui encontrando muy bien. En Euskal Bizikleta ya el primer día estuve escapado en solitario y a punto de llegar a meta. La carrera se decidía los dos últimos días con la crono y la llegada a Arrate. En la contrarreloj salió todo bien. Me encontraba muy fuerte y la zona de Mendaro la conozco muy bien. Salía hacia la mitad de la tabla y logré muy buen tiempo y nadie me pudo superar. La noche antes de Arrate estaba nervioso, porque veía que podía ganar la general, pero quedaba un día muy duro. El equipo hizo un gran trabajo para llevarme a pie de Arrate y luego logré estar delante para confirmar la victoria en la clasificación final.
Dauphiné llegaba poco después y también me vi ahí delante con todos los que estaban preparando el Tour de Francia. Echando la vista atrás, creo que nos faltó experiencia para rematar la victoria, porque yo llegaba en mi pico de forma y ellos estaban todavía cogiéndolo para el Tour. Pero fue muy satisfactorio poder pelearlo.
¿Fue un palo que no invitaran al equipo al Tour ese año después del gran inicio de temporada?
Para los de mi edad, quizá no tanto, yo pensaba que ya habría otras oportunidades. Oero para los corredores un poco mayores que yo, que ya tenían edad para debutar en el Tour, quizá fue más duro. Beloki por ejemplo, había hecho muy buena Volta a Catalunya y estaba muy bien y sí esperaba con ilusión esa invitación. Afortunadamente, al año siguiente ya tuvimos la oportunidad.
En 2000 también debutas en tu primera grande, la Vuelta, y ya te cuelas en el top10.
Es la mejor clasificación que he hecho en la Vuelta en toda mi carrera. Llegamos sin ninguna presión, todo lo que hiciéramos era para bien. En las subidas sufría, pero intentaba minimizar daños. Siempre hay gente que va cayendo en la clasificación y fui avanzando puestos hasta conseguir el décimo final.
Recuerdo que las primeras semanas recuperaba bien, pero la tercera se hizo muy dura, iba reventado, aguantando como podía. Se me hizo larguísima, pero terminó bien.
Creo que para el ciclista es muy importante terminar la primera gran vuelta, porque marca muchísimo de cara al futuro.
A partir de entonces, se crearon ciertas expectativas en torno a ti como vueltómano. ¿Cómo asumiste todo aquello?
Con naturalidad, aunque no eres ajeno a todo lo que se comenta alrededor. La suerte que teníamos los jóvenes de entonces es que las comparaciones o las opiniones llegaban por revistas, radio o televisión, y eso filtraba más la cantidad de información. Ahora creo que es mucho más difícil de gestionar, porque cualquier detalle está expuesto al minuto.
Cuando las cosas son buenas, te puede ayudar moralmente y en la confianza, pero cuando viene mal dadas es más difícil evadirse.
Hablemos del Tour de 2001. Llega la ansiada invitación y, no solo lo hacéis muy bien estando todo el día en la pelea, si no que Roberto Laiseka gana en Luz Ardiden y se desata la locura.
Sufrimos muchísimo. Ya en la primera semana nos pillaron los abanicos a todos menos a Chaurreau. Pero a base de pelea, y además en Pirineos, y con el equipo trabajando en los primeros puertos, logramos algo increíble. Recuerdo que yo ya iba descolgado y llegué incluso a oír el rugido de la gente cuando Laiseka entró en meta. Fue una auténtica fiesta.
A París llegué reventado y magullado por una caída, pero cuando terminas el Tour se te olvida todo. Entras en los Campos Elíseos, ves la Torre Eiffel, y es una sensación única. Las siguientes veces que llegas, nunca es como la primera vez, pero siempre es muy especial.
Un par de años después, en la edición de 2003, el protagonista eres tú, con Iban Mayo. Llega Alpe d’Huez, Armstrong parece no estar tan fuerte, pero ahí están Euskaltel y Haimar Zubeldia. ¿Cómo fue ese Tour? Estabais andando muy bien, pero ¿os esperabais llegar a ese nivel?
Aunque fue un paso adelante muy grande, no nos pilló tan de sorpresa. El año anterior yo había hecho dos semanas muy buenas, aunque la última se me hizo larga. Acudí al Tour con el objetivo de aguantar bien las tres semanas y a partir de ahí ver dónde estábamos. Y la verdad que salieron las cosas rodadas.
En la CRE perdimos tiempo, pero luego cuando llegó la montaña lo hicimos bien y nada más empezar lo duro llega la victoria de etapa de Iban en Alpe d’Huez. Estábamos con los mejores en la montaña, siempre delante, también en Pirineos el día del Tourmalet. Luego llegaría también el enganchón de Lance, que también se cayó Mayo…
El objetivo era ir ahí cada día y salió bien. Es cierto que, visto en perspectiva, quizás hubiera sido mejor estrategia jugar a una sola carta, pero de aquella, tener a dos corredores de Euskaltel en el top10 era algo increíble, y queríamos agarrarnos a eso también.
¿Os llegasteis a ver con opciones de pódium en algún momento?
Hacer top 5 ya es algo muy difícil, pero para entrar en un pódium hace falta un paso más. Tiene que salir todo muy bien y tener un punto más para lograrlo.
¿Cómo recuerdas la caída de Joseba Beloki cuando luchaba con Lance Armstrong en esa edición?
Me tocó vivirla en primera fila. Lance se libró saliendo por la hierba y justo después iba yo. Tuve que poner pie a tierra, pero conseguí frenar bien y continuar.
Tenía muy buena relación con Joseba. Pasamos a profesionales el mismo año y compartimos muchas veces habitación. Enseguida oímos pasar la ambulancia y entendimos que no podría seguir. Recuerdo perfectamente aquel día.
Otro de los momentos claves de ese Tour fue la subida a Bonascre. Armstrong parece que no va. Ataca Ullrich y tú mismo atacas a Lance. ¿Qué se siente al atacar a todo un pentacampeón del Tour por aquel entonces?
Bonascre es un puerto que siempre se me ha dado muy bien. No sé si por el tipo de puerto o por el recorrido de esas etapas. Veníamos de una crono muy dura, con mucho calor, en la que había sufrido muchísimo. Generalmente cuando vienes de una contrarreloj así, esas etapas se hacen terriblemente duras. Sin embargo, yo la hice muy bien y eso fue un empujón de moral para mí.
Si tuviera que hacer un top 3 de mis mejores días en la bicicleta a nivel de sensaciones, esa etapa estaría en la lista seguro. Tenía muy buenas piernas y me daba la sensación de que la marcheta de US Postal no era tan dura como otras veces, o al menos a mí me estaba castigando menos. Así que decidí probar dos veces, aunque no llegué a alcanzar a Ullrich, que iba dando todo. Me quedé cerca. Al final Lance también supo minimizar pérdidas.
También nos gustaría recordar la subida al Tourmalet. Ullrich lanzó un ataque tremendo y os quedasteis los cuatro: Lance, Ullrich, Mayo y tú. En ese momento sí que pareció que teníais el pódium al alcance, dejando atrás a Vinokourov.
Por eso comentaba antes que, con perspectiva, quizás teníamos que haber apostado por uno de los dos del equipo. En esa etapa, sacrificándose uno de nosotros por el otro, o arriesgándonos a meter más ritmo, podríamos haber hecho daño al kazajo y a Hamilton. Si hubiéramos tirado para adelante, quizás no nos habrían cogido en el descenso.
Al año siguiente, llegáis al Tour con muchas miradas puestas en el equipo. Además, con la victoria de Ibán Mayo ante Armstrong en Dauphiné, las expectativas estaban por las nubes. Pero las cosas salieron de forma muy distinta.
Cuando creíamos que íbamos a dar un pasito más, sucedió todo lo contrario. Ninguno de los dos pudimos terminar el Tour. Yo me tuve que bajar en Pirineos con una tendinitis en la rodilla y unos días después se retiró Mayo.
De esos momentos en que las cosas salen mal es de los que más se aprende. Tocaba seguir trabajando y esperar momentos mejores.
Desde entonces te vas caracterizando por una gran regularidad en la general del Tour. En 2007 vuelves a hacer quinto en París.
Exacto, esa edición finalicé quinto y además llegué a pensar que podía ganar la etapa de Lodenville le Louron, que estuve atacando con Vinokourov en la subida al Peyresourde. Finalmente fui tercero porque me cazó Kirchen bajando.
El Tour es una carrera en la que la experiencia ayuda muchísimo. La corrí 16 veces y fui sabiendo regular y entender cuándo me podía relajar un poco más o cuando tenía que estar delante. Desarrollas casi un sexto sentido para anticiparte y saber cuándo va a haber pelea.
¿Por qué decides dejar tu equipo de toda la vida, Euskaltel, al final de la temporada 2008?
Hice casi una carrera deportiva completa en Euskaltel, donde estuve once años. Ya las últimas temporadas, antes de renovar, se me había pasado por la cabeza probar otros equipos. Era un paso difícil porque estaba en un equipo que había crecido con nosotros. Pero también quería ver otras maneras de funcionar y de entender el ciclismo. Surgió la oportunidad de correr en Astana, con grandes corredores como Alberto Contador, y decidí dar el paso.
En ese Astana coincides con Contador, con Bruyneel y con Armstrong.
Cuando Lance anunció que volvía al ciclismo, yo ya me había comprometido con Astana. La verdad que suponía un cambio, pero era increíble poder estar en un equipo con tantos corredores de máximo nivel. Además de Lance y Contador, teníamos a Leipheimer, Kloden, Horner, Popovych, Paulinho…
Recuerdo ese Tour de 2009 que ganó Alberto, con Armstrong en el pódium y Kloden quinto. Ganamos también la crono por equipos. Fue muy difícil por todo lo que pasó alrededor, pero al mismo tiempo fue bonito poder vivirlo desde dentro.
¿Hubo mucha tensión?
Sí, es algo sabido, hubo mucha tensión. Creo que, de todas formas, en el equipo se supo controlar bien esa tensión desde el coche, y los resultados lo demuestran. Porque en otras circunstancias aquello podría haber llevado a que no ganara ninguno.
¿En qué notaste más el cambio de Euskaltel a Astana?
La infraestructura era mucho más global. La primera concentración ya fue en Estados Unidos. Como anécdota, recuerdo que llegué de madrugada después de un viaje muy largo, pedí la llave de la habitación y me dijeron que estaría con Dimitri Murayev. Ni lo conocía. Llegué a la habitación y él estaba dormido, así que no nos presentamos y nos dimos la mano hasta el día siguiente. Compartí noche con un desconocido.
Éramos más de quince nacionalidades en el equipo, y todo era mucho más grande y complejo que en Euskaltel, donde todos éramos de casa.
Cuando el equipo se divide, después de todos los problemas, tú te quedas en la parte de Lance Armstrong. ¿Por qué con él y no con Alberto Contador?
No tomé la decisión por correr con Lance o con Alberto. Aposté por la estructura de Johan Bruyneel, porque es donde quería seguir. Tenía contrato con Astana, pero como no tenían claro qué iba a pasar con el equipo, me quedé libre y Johan me dijo que contaban conmigo.
Creo que a la larga fue una decisión acertada, porque me sirvió para ligarme a la estructura de Trek y fueron 9 años con ellos.
Al final hiciste casi otra carrera ahí.
Exactamente. Yo siempre divido mi carrera en dos partes, porque es bastante fácil poner el corte. Por un lado, los once años de Euskaltel, y por otro los once con la estructura de Trek. Como corredor han sido bastante distintas. En Euskadi, aunque a veces trabajara para compañeros, corría más como líder y en beneficio mío. Después, pese a haber tenido también mis propias oportunidades, corría en beneficio de otros jefes de filas, pensando en los demás como gregario.
Sufriste una cardiopatía ¿Cómo fueron esos momentos?
Sucedió estando en Canarias. Siempre me voy para allí a final de año, desde que me lo sugiriera Fabian Cancellara, que hacía esa preparación de cara a las clásicas. Lo hacía cuando era profesional y lo sigo haciendo ahora.
Estando allí, después de la concentración de diciembre con el equipo, noté que las cosas no iban bien. Miraba el SRM y veía que el pulso estaba disparado. Llamé al doctor del equipo y me hice un electro en el hospital en Canarias. Allí no me vieron nada, porque solo entraba en arritmia cuando estaba haciendo ejercicio físico.
En cuanto llegué a Bilbao me fui al especialista. Subí las escaleras andando, a propósito, para llegar en un estado más realista de esfuerzo, y en cuanto me pusieron el electro lo vieron. El doctor me explicó que, después de tantos años como profesional, el corazón va poniéndose fibroso, como cualquier músculo, y puede hacer falsos latidos y provocar esa cardiopatía.
Me sometí a una cardioversión (una especie de reinicio del corazón) y estuve un mes tomando medicación y sin hacer deporte. Pasado el tratamiento, hicimos nuevas pruebas y controles. Llegué a la consulta con muchos nervios porque quería seguir compitiendo. Afortunadamente todo fue bien, y en abril ya pude volver a entrenar y en mayo ya competí bastante bien.
Llegué con tantas ganas a ese momento de la temporada, y fresco de no competir, que en Dauphiné y en el Tour me encontré muy bien. Terminé sexto aquel Tour, ganando dos puestos en la última crono. Para mí fue una gran victoria, no solo por el resultado si no por volver a sentirme ciclista.
Habían sido momentos difíciles en los que la mente no puede parar de pensar en los latidos del corazón. No sabía si supondría el final de mi carrera deportiva. Afortunadamente todo salió bien y no he vuelto a tener ningún síntoma similar.
Finalmente pudiste elegir tú mismo cuándo terminar tu carrera, y lo hiciste en la Clásica de San Sebastián de 2017.
Es algo que siempre había pensado y soñado. Poder terminar mi carrera en la prueba de casa, cerca de mi gente. Es atípico porque es un poco a mitad de temporada, pero yo ya se lo planteé al equipo al renovar el último año, y les gustó la idea. Me sentí muy privilegiado de poder elegirlo así. Es un momento que no se me va a olvidar nunca, fue muy bonito.
¿Qué te pareció el último año de Euskaltel, cuando se empezaron a fichar corredores desconocidos de fuera? Tú firmaste el manifiesto que salió en contra de aquello.
En su momento no entendí por qué se hizo aquello y sigo sin entenderlo. Por aquel entonces estaba todo el tema de los dichosos puntos UCI y la dirección decidió dar ese paso y prescindir de corredor de casa. Ciclistas carismáticos y muy válidos como Amets Txurruka.
Reconozco que desde fuera no se puede saber todo, pero yo era socio del equipo y quería dejar clara mi opinión. Quizás era el momento de dar un paso atrás y bajar de categoría, en vez de cambiar la idiosincrasia del equipo. El tiempo demostró que no fue una decisión correcta y el equipo desapareció ese año.
Tus victorias llegaron en 2000 con la Euskal Bizikleta y en 2010 con el Tour de l’Ain. ¿Por qué no apuraste hasta 2020 la retirada? Te habría tocado ganar otra vez.
No he sido un corredor ganador. Si te fijas, lo único que he ganado son cronos y generales, así que nunca he levantado los brazos. Mi mayor característica como corredor ha sido la resistencia y la regularidad. Siempre me faltó la punta de velocidad para poder conseguir algún triunfo más. A veces se me ha achacado eso, pero yo estoy muy orgulloso de la carrera que he tenido. Son veinte años como profesional y me he sentido siempre muy valorado en los equipos que he estado, y eso a mí ya me llena.
¿Has pensado alguna vez que si hubieras arriesgado más en momentos puntuales podrías haber ganado más?
Sí, claro que es algo que se pasa por la cabeza. Pero, por ejemplo, en mi época de Esukaltel se me exigían unos resultados en la general en las vueltas grandes, así que eso te va haciendo correr de otra manera. No puedes desconectar un día para estar más fresco al día siguiente, hay que minimizar pérdidas cada día. Cuando vas por la general te olvidas más de las parciales.
¿Qué carrera y qué ciclista te han impresionado más de tu época como profesional?
La carrera, sin duda, el Tour, que me cautivó desde el primer día que lo corrí y que además se adaptaba muy bien a mis características.
Como corredor, siempre he dicho que mi ídolo es Miguel Indurain, pero de mi época como profesional hay muchos que me han impresionado. Alberto Contador tenía una capacidad inmensa para entrenar y ponerse en forma muy rápido. Fabian Cancellara era una bestia entrenando, se pegaba unas palizas tras moto increíbles. Se recorría la isla de Tenerife entera en un día detrás de la moto, y planificaba y organizaba los entrenamientos con precisión de reloj suizo. Lance Armstrong era una estrella de Hollywood; entrabas al autobús después de las etapas y te encontrabas a super estrellas allí. Nunca he visto un corredor que moviera tanto. Andy Schleck también era un gran corredor. Andreas Klöden, un gentleman sobre la bicicleta… Podría decirte muchísimos.
¿A qué se dedica Haimar Zubeldia actualmente?
Desde el mes siguiente a colgar la bicicleta estoy trabajando en Etxe Ondo, testeando productos y trabajando con las nuevas colecciones. Soy también embajador de Trek. Sigo andando en bici y disfruto de mi tiempo y de mi familia.
Ese tiempo de duelo que dicen que se pasa cuando dejas el ciclismo, lo pasé antes. El último año, teniendo clara mi decisión, tuve de enero a agosto para digerirlo y pensar en lo que quería hacer después. He tenido la suerte de poder planificar mi futuro y creo que eso ayuda a que siga disfrutando de mi deporte.
También practico otros deportes como el esquí de montaña, que también disfruto de hacerlo con mis hijas.
Entrevista: Jorge Matesanz (@jorge_matesanz)
Publicado en el nº 4 de HC