Nos quedamos con Michael Rasmussen diciéndonos que Pogačar era «el mejor corredor que nunca haya visto, y ya son casi 50 años, quiere ganar cada carrera en la que toma la salida» en la primera parte de esta interesante entrevista. En esta segunda hablamos del Tour 2007, de todo lo que este ciclista vivió tras su expulsión de aquella carrera siendo el virtual ganador. Antes de llegar a ello, arrancamos la conversación hablando de su país, también el del gran rival del esloveno y archienemigo en la carretera, el danés Jonas Vingegaard.
Dinamarca está viviendo un gran momento en el ciclismo, desarrollando escaladores en un país básicamente plano: «es todo genética. Jonas y yo medimos y pesamos más o menos lo mismo. Dinamarca es un país relativamente rico, y el ciclismo ha sido utilizado desde siempre como medio de transporte. Podríamos decir que por los éxitos de Bjarne Riis en su día o los míos en el Tour de Francia han sido vistos por niños a una edad muy temprana o por sus padres, habiendo un auténtico boom de personas empezando a montar en bicicleta, sobre todo en los 90 y en los 2000. Muchos habrán heredado este gusto por el ciclismo de sus padres».
Incide en la importancia de la economía en este aspecto: «es un deporte muy caro, pero en Dinamarca el poder adquisitivo es relativamente bueno. Y el ciclista joven requiere de mucho apoyo económico por parte de los padres para equiparles con todo lo que necesitan o llevarles a las carreras». Según Michael, «se ha hecho un muy buen trabajo con los ciclistas jóvenes. En estos momentos es un proceso sano y autosostenible, se ve final al camino, los ciclistas jóvenes acaban por llegar al ciclismo profesional. Si pensamos hacia atrás, gente como Bo Hamburger o yo mismo tuvimos que mudarnos a Italia, Bélgica…»

La evolución positiva de un ciclismo que aprovecha el principio de que «la cantidad lleva a la calidad» es evidente para Rasmussen: «ahora puedes tener novia, estudiar, una casa bonita en Dinamarca y seguir siendo un ciclista profesional. Eso lo hace más accesible para los jóvenes». Un deporte muy popular en su país «como medio de transporte. No en muchos sitios verás atascos en los carriles de bicis como los verás en ciudades como Copenhague».
Imposible no derivar la conversación hacia el Tour de Francia del año 2007. «Durante la última semana del Giro de Italia me preguntaron cuáles eran mis objetivos para ese año en el Tour. Contesté que ganar una etapa y coger el liderato en los Alpes», comenta antes de reconocer que aquella escapada que le llevó a ser el dominador del maillot amarillo estaba perfectamente estudiada y que no hubo prácticamente nada dejado a la improvisación. «También comenté que perdería el amarillo en la contrarreloj de Albi y que si eso sucedía volvería a ganar una etapa en los Pirineos y recuperaría el maillot de nuevo».
Ideas claras para un plan que superó sus propias expectativas. «No prometí ganar el Tour, pero sí terminar en el podio de París. Así que en aquella escapada camino de Tignes mi interés no sólo era ganar la etapa sino conseguir el máximo tiempo posible y alcanzar el liderato. Muy poca gente lo sabía». El resultado en la contrarreloj fue clave: «tenía dos bicicletas de contrarreloj en casa durante todo el año y la entrené con Joseba, que era mi asistente en Rabobank para esta disciplina. Estaba perfectamente preparado para este reto».
Las tres etapas de los Alpes fueron clave para llegar como líder a Albi: «el día antes de la etapa de Tignes llegábamos a Le Grand Bornand tras coronar La Colombiere. Ataqué para coger los puntos de la montaña, pero era todo fingido. Quería que todos vieran que iba a por los puntos de la montaña. Todo el mundo en el pelotón sabía que al día siguiente yo iba a estar en la fuga. Me lo dijo hasta Vinokourov. Pensaban que iba a luchar por coger el máximo de puntos para la clasificación de la montaña». Cumplió el pronóstico, pero… «cuando llegué y gané con tres minutos de diferencia sobre los demás, supe que iba a ser muy difícil para ellos quitarme el maillot amarillo».

El gran aspirante a hacerlo fue Alberto Contador, con el que vivió un gran duelo: «lo pasé muy mal en el Peyresourde con aquella famosa serie de cuatro ataques. Estuvimos todo el día en tensión porque en cabeza de carrera estaban fugados Vinokourov, Menchov, Zubeldia, Kirchen, Cobo… unos cuantos corredores fuertes. El ritmo en el Port de Bales, que era el penúltimo, era realmente alto y no pudimos coger nada de beber o de comer, así que estaba quedándome bajo de azúcar. Pedimos a Menchov que se dejase caer de la fuga para avituallarnos. El hecho es que aún así no me llegó el azúcar suficiente y por eso tuve tanto problema en seguir a Alberto».
Nada que ver entonces con una bajada de su rendimiento y una explicación concreta para uno de los momentos más icónicos de aquella carrera: «no era un corredor más débil en comparación con el día anterior o el siguiente. En Plateau de Beille estaba más fuerte que Contador. Ese día mi problema fue con el azúcar. En la etapa del Aubisque regresé a mi nivel normal. Pero en el Peyresourde Alberto me estaba poniendo contra las cuerdas, eso seguro. Fue el momento en el que lo pasé peor con él, sin duda».
Estando tan fuerte y seguro, «no había puntos débiles que atacar en otros terrenos porque el equipo estaba más fuerte que nunca. Tenía a mi lado a gente como Menchov, Boogerd, Flecha o Thomas Dekker. Hicieron cosas increíbles durante ese Tour. Además, estábamos muy unidos como grupo. Sabíamos que llevaríamos ese maillot hasta París si todos nos vaciábamos cada día con ese objetivo. Y es lo que hicieron».
En la cima del Aubisque todo son aplausos, elogios y de pronto todo eso se cae. Una montaña rusa de emociones y sucesos que no deben ser fáciles de digerir: «es algo para lo que la vida no te puede preparar. Hasta entonces mi carrera había ido sólo en ascenso, de campeón del mundo en MTB a ganador de etapa en la Vuelta. De ganador de etapa en el Tour a posible ganador de Tour… todo en una misma dirección. Llega ese día en el que te das cuenta de que las personas más cercanas a ti son las que te traicionan, y eso fue extremadamente difícil para mí, es algo para lo que no te puedes preparar».
Suceso que le obligó a luchar en varios frentes: «me vi en procesos de todo tipo con Rabobank, la Federación Danesa, la Agencia Antidopaje, la UCI… todo tipo de problemas». Momentos muy difíciles donde llegó a pasar por su cabeza la palabra «suicidio. Mucha gente me preguntaba cómo era capaz de sobrellevar la situación. Me venían a la mente casos como el de Pantani o Chava Jiménez. O el de Vandenbroucke»
El famoso club de los 34: «todos se fueron a una edad parecida o igual a la que yo tenía en ese momento. Lo único que me mantuvo vivo fue el hecho de tener un hijo de año y medio, y no iba a permitir que creciese sin un padre. En ese momento era lo único que tenía sentido para mí». Aquella expulsión del Tour significó el final de una vida dedicada al ciclismo. «Durante años había anotado en un diario todos mis entrenamientos, mi peso por la mañana, mi peso por la tarde, mis sensaciones, mis datos. El 26 de julio de 2007 dejé de hacerlo y nunca he vuelto a hacerlo porque ya no ha vuelto a tener ningún tipo de sentido para mí».

«Es una lección de vida muy dura la que aprendí. Pero hoy me siento invencible, porque aquello fue tan extremo y duro de superar que siento que nada podría conmigo». Una línea entre la vida y el deporte que en ocasiones supone una gestión complicada. Deportistas que cometen errores y que después son repudiados no sólo por el deporte en sí, sino por la sociedad civil a muchos niveles.
«Es muy difícil encontrar una manera de gestionar esto por parte del ciclismo. Imagino que dependerá del contexto, de dónde seas, de quién seas y cómo la sociedad te esté tratando. Ha habido casos de ciclistas que han regresado al ciclismo después de momentos similares, como Ivan Basso, Danilo Di Luca o Alejandro Valverde. El caso más claro es Jan Ullrich, cómo los medios le han tratado a él. Da igual del país que seas en un aspecto mental, porque no puedes estar preparado de ninguna manera. Creo que ahora sí hay más ayuda psicológica para casos de este estilo, porque saben por casos como el mío que no es nada fácil, que afecta mucho a todos los niveles a las personas que lo viven».

Un tema que por desgracia ha afectado a muchas personas: «podríamos elaborar una larga lista de ciclistas que no pudieron gestionar emocionalmente situaciones de este estilo. Alberto León, que parece que fue relacionado con Fuentes, Christophe Dupouey, campeón del mundo de MTB el año anterior a mi campeonato, y bastantes más, por desgracia».
A la pregunta si serías de nuevo ciclista, Michael responde claramente: «sí, absolutamente. Todavía me encanta practicarlo y además lo sigo las carreras para un periódico danés. Estoy en el Tour por novena vez consecutiva como comentarista».
Para terminar con un tema algo más positivo, es momento de que Rasmussen nos hable de sus escaladas favoritas en el ciclismo profesional: «puedo decir que siempre he tenido buenas experiencias en el Col du Galibier. También en el Col d’Aubisque. Siempre que hemos pasado estas dos montañas he finalizado como mínimo en el top cinco de la etapa. Así que serían las dos que seleccionaría». Sin embargo, hay alguna que se ha quedado en el tintero: «me encantaría subir el Angliru alguna vez. En algún momento me encantaría probar. También hay un puerto entre Argentina y Chile, cuyo nombre no recuerdo (Los Libertadores). Parece muy espectacular, conecta Mendoza con Santiago, la capital».
Preguntado por el ciclista que más le haya influido nunca, su respuesta es clara y concisa: «Marco Pantani. Fue excepcional en las montañas, y ganó un Tour de Francia él solo. En eso me siento reflejado, mis victorias han venido de forma individual casi siempre. Sin duda fue un punto de referencia para mí».
Entrevista por Jorge Matesanz
Foto de portada: Imago // Interiores: Sirotti, Le Parisien, Claus Bonnerup