En la Vuelta a España de 2015 muchos descubrían a un escarabajo colombiano que surgía a la estela de los Nairo Quintana o Rigoberto Urán. Un ciclista que conquistaría corazones de aficionados con su estilo agresivo, su explosividad y su amplia y contagiosa sonrisa. Esteban Chaves no aparecía de la nada, pues ya contaba con un Tour del Porvenir y con victorias parciales en carreras como Vuelta a Burgos, GP Camaiore, Tour de California o Vuelta a Suiza. Su palmarés a los 25 años, cuando todavía no imaginábamos que con 18 ya se podía ser estrella mundial, ya era el de un ciclista de clase, un ganador. Sin embargo, aún no había descollado como corredor de grandes vueltas. Ya sabía lo que era correr Vuelta y Giro, pero como toma de experiencia y sin mayores pretensiones.
Su victoria y maillot rojo en Caminito del Rey lo presentaban como un corredor a tener muy en cuenta de cara a las generales; y su segundo triunfo de etapa en Sierra de Cazorla empezaba a enardecer a la afición colombiana en busca de una nueva pieza más en un presente que los elevaba a gran potencia mundial de las grandes vueltas. “Chavito” había llegado para quedarse, nada que envidiar a sus compatriotas.
Por si alguien tenía alguna duda de ello, llegó el año 2016. El año de la madurez, la confirmación como estrella rutilante del ciclismo. Un año memorable en el que solo faltó algo de fortuna y un poco de alineación de astros para romper la baraja. Un Giro de Italia en el que la recordada caída de Kruijswijk vistió de rosa un sueño que había empezado a coger color con la victoria de etapa en Corvara. Un sueño que se esfumaba en la penúltima etapa ante la ofensiva de un Tiburón que había olido sangre y quería volver a demostrar quién mandaba en las carreteras transalpinas. Una foto en el segundo cajón de un pódium histórico que podría haber sido apoteósico, solo cincuenta y dos segundos separaron al colombiano del gran día.
Un pódium que repetiría en una Vuelta a España en la que exhibió regularidad para ser el primer de los mortales en el inalcanzable duelo entre Nairo Quintana y Chris Froome. 2016 era el año de la confirmación de un ciclista diferente, de esos que enganchan por su explosividad y por esa incertidumbre de saber cuándo sería el día bueno y cuándo el malo. Complemento perfecto a los hermanos Yates en un Orica de pura inspiración. No podía acabar el año de mejor manera que con un monumento, el Giro de Lombardia. La Clásica de las Hojas Muertas cerraba una temporada inolvidable.
La etiqueta ya estaba puesta. Esteban Chaves era un vueltómano. Un corredor que, pese a sufrir en las cronos, tenía empaque suficiente para revertir pérdidas en la montaña. La victoria en una grande estaba por venir. Pero el tiempo y los infortunios jugarían en su contra, y el peso de ese marchamo constituiría un lastre en su bicicleta. Entre caídas, problemas y una mononucleosis que afectó a su capacidad de recuperación, y, sobre todo, a su confianza, su papel en las generales se fue diluyendo año a año. Siempre llegaba el día en el que perdía todas las opciones y se desenganchaba de la lucha. Incluso en la pasada Vuelta a España parecía volver por sus fueros en la primera semana, pero en las etapas asturianas se esfumaba el espejismo.
Sin embargo, la forma física y mental puede fluctuar, pero la clase no se compra. Incluso en sus años más grises, Esteban Chaves ha podido luchar por victorias importantes y sumar dos etapas más a su bonito palmarés en el Giro de Italia. Alzó los brazos en el Etna en 2018, en una bonita victoria de la mano de su compañero Simon Yates, que se las prometía felices esa hasta la salvajada de Froome en Finestre. Repitió éxito en 2019 en San Martino di Castrozza, siendo el más fuerte de una de esas fugas en las que años antes nadie le habría dejado colarse.
Esta temporada parece que hemos vuelto a ver al “Chavito” de antes. Su victoria en Port Ainé en Volta a Catalunya, así como su ascensión a Valter 2000 el día anterior, eran la de ese escalador que nos había enamorado en Vuelta y Giro. El bogotano parece haber recuperado la ilusión y eso es garantía de espectáculo para todos los que amamos su forma de correr.
No merece volver a encontrarse con la presión de ir por una general. Ojalá en el Tour tenga libertad para disfrutar sobre la bicicleta e intentar hacer actuaciones bonitas en etapas puntuales. Una victoria parcial en la ronda gala cerraría el tan ponderado círculo de las tres grandes, y haría justicia con un corredor fantástico. Si eso lleva a estar delante, bienvenido sea. Todo por seguir disfrutando de la gran sonrisa del pelotón.
Escrito por Víctor Díaz Gavito (@VictorGavito)
Foto @GettySport
Chavito!