Ciclistas Historia

Evans, el embajador de Oceanía

Existen ciclistas que cuentan con poco carisma. De esos que, a pesar de derrochar virtudes y una calidad inusitada encima de la bicicleta, su personalidad, su actuación, su modo de desenvolverse no traslada al público ninguna sensación digna de mención.  

El australiano Cadel Evans, quizá, sea uno de los ejemplos más acusados de campeón ciclista que, sin embargo, no provocaba reacciones de gran júbilo a su paso.  

Puede que fuera por su previo paso por la bicicleta de montaña, pero la llegada a la competición en carretera de Cadel tardó mucho en reflejar las cualidades de un deportista cuyo palmarés (vencedor del Tour 2011, segundo en los de 2007 y 2008, campeón del Mundo en 2009, tercero en el Giro 2013, ganador de la Tirreno 2011 y del Tour de Romandía en 2006 y 2011) está al alcance de muy pocos.  

Hoy recordaremos el que, a buen seguro, es el triunfo más importante de su carrera en pruebas de un día, el entorchado mundialista de 2009, disputado en Mendrisio.  

Fue una campaña complicada para Cadel, que venía de ocupar el cajón más bajo en la Vuelta de España (por detrás de Valverde y Samuel Sánchez) y con victorias de etapa en la Coppi e Bartali y la Dauphiné (en la que acabaría segundo). En el Tour, había concluido en una anónima trigésima posición y en la Vuelta al País Vasco se quedó a un paso del pódium. 

La cita mundialista se disputaba sobre un total de 262 kilómetros (19 vueltas a un circuito de 13,8 kilómetros y que presentaba dos ascensos, al Castel San Pietro y a Novazzano, cada una con rampas del 12%, con dureza suficiente como para desgastar al pelotón; no en vano el desnivel acumulado se situaba en más de 4.600 metros), en terreno helvético y, en la salida, las quinielas no le apuntaban como uno de los hombres que pudieran alzarse con el arcoíris. 

España, que concurría con Freire, Valverde, Samuel y Purito, quería quitarse el mal sabor de la sexta plaza del año anterior en Varese. Italia, por su parte, que defendía el título de Ballan, con una envidiable selección, entre los que descollaban Basso o Garzelli, apuntaba a Damiano Cunego. Por su parte, el local Cancellara, ya medalla de oro en la prueba cronometrada, aparecía como otro de los posibles candidatos a la preciada prenda multicolor. Bélgica, comandada por Boonen y con hombres como Gilbert o Van Avermaet, o Dinamarca, con Matti Breschel, también se encarnaban en selecciones a seguir durante la competición. 

Pero como las previsiones están para ser rotas en mil pedazos, el asfalto se encargó de dictar su sentencia. El momento crucial de la carrera se produjo a unos cien kilómetros de meta, cuando Italia movió fichas con un ataque de altura, colocando por delante a hombres como Ballan, Scarponi y Visconti. En ese grupo, España estaba representada por Purito. Más tarde, por detrás conectaría otra formación en la que estaban Cobo y Barredo, configurando un cúmulo cabecero de unos treinta ciclistas.  

Así se mantuvo la cuestión, con una distancia de los fugados en la que el pelotón controlaba sin demasiados problemas, hasta que Cancellara aprovechó la penúltima subida a Novazzano para dar caza.  

A partir de ahí se sucedieron varios ataques. El ruso Kolobnev y Purito demarraron y abrieron un hueco más que interesante pero, ahí, Evans se marchó tras ellos. Les dio caza y les atacó de manera demoledora.  

Ni el ruso ni el español pudieron hacer nada por seguirle. En el grupo principal, los grandes favoritos, Valverde, Cunego, Gilbert, rodaban sin alcanzar un entendimiento pleno para reducir las diferencias del australiano y los otros dos escapados.  

Evans se personó en solitario en la línea de meta y, en el sprint por la plata, Kolobnev batió a Purito, quien, al menos, se alzaba con una medalla de bronce que hacía méritos al esfuerzo del combinado nacional durante todo el día.  

La selección transalpina y la belga se quedaban sin premio y con la gran sensación de oportunidad perdida. Samuel se alzó con la siempre agridulce medalla de chocolate. Valverde concluyó noveno y Freire decimoquinto.  

La sensación generalizada, quizá por esa falta de conexión de Evans con el público, es que el nuevo Campeón del Mundo había sorprendido a los verdaderos primeros espadas.  

Escrito por: Ángel Olmedo (@OLMEDOTOMELLOSO)
Foto: Sirotti

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