El ciclismo francés recuperó de la mano de David Gaudu cierta esperanza en ilusionarse de nuevo no ya con ganar, sino con poder aspirar al podio de su gran ronda por etapas y más importante del mundo: el Tour de Francia. Una cuarta plaza que sabe a gloria para un Groupama-FDJ que venía ya con los deberes hechos de una buena actuación en el Giro de Italia con Arnaud Démare, que se llevó tres etapas y la maglia ciclamino a casa. Rozando el centenar de victorias, el velocista se está erigiendo en uno de los estandartes claros del equipo e incluso del ciclismo francés.
Romain Bardet, por su parte, está pendiente de decidir cuál será su calendario. Últimamente ha sido un corredor más de Giro en dupla con la Vuelta a España, pero el abandono al que se vio abocado por una caída en la 13ª etapa de la corsa rosa le hizo variar sus planes y correr así el Tour de Francia, que en principio parecía fuera de sus objetivos de la temporada. Esa reconstrucción no le pudo salir mejor al ex ciclista del AG2R y finalizó en una sexta posición que sabe a más.

Estuvo segundo en la clasificación general tras la durísima etapa del Col du Granon, uno de los mitos de los últimos años, y parecía que se iba a asomar a la disputa por el podio. Después Geraint Thomas fue inalcanzable, nada que decir de los dos primeros, que jugaban claramente en otra liga. La descalificación de Nairo Quintana le permitió subir hasta la sexta posición, que si bien de forma real podría ser un buen lugar, la igualdad entre los puestos 4 y 8 en el pasado Tour hacen pensar que sus metas podrían estar más altas.
Con la más que probable ausencia del tercer clasificado de 2022, la lucha sería entre todos estos ciclistas que estaban ciertamente igualados en las etapas de montaña por conseguir esa tercera plaza del cajón. Las dos primeras se dan por seguras para Vingegaard y Pogačar, aunque cada año es diferente. Nadie se podía imaginar el golpe de pedal del danés un año antes con respecto a su gran rival. Las circunstancias de carrera podrían jugar un papel importante, nunca se sabe lo que puede pasar.

David Gaudu y Romain Bardet se pueden calificar como escaladores que tienen a ser bastante regulares y también se caracterizan por su valentía. Ambos se lo piensan poco a la hora de ir al ataque si las posibilidades les son favorables a ello. Gaudu ha corrido el Tour de Francia de una forma un tanto más conservadora en ese aspecto, aunque ya una vez ha probado la sangre, tiene pinta de que intentará llegar más alto. Ambicioso, se siente en margen de progresión para intentar desbancar a los ocupantes del podio del año anterior. Es su momento y encabeza por derecho propio la oposición francesa.
Bardet, por su parte, tiene más edad y experiencia. Desciende mejor, si bien parece que tiene menos motor que su compatriota. Los años no perdonan y tendrá que venir una bajada de rendimiento. A favor tiene la edición de 2023, con muchas bajadas donde el ciclista del DSM podría marcar la diferencia. Joux Plaine, incluso Tourmalet o Marie Blanque en las primeras etapas pueden beneficiar al segundo clasificado en 2016. Las etapas más duras, como pueda ser la que corona el Col de Loze a poco de meta, puede beneficiar más a Gaudu, que parece con más capacidad para las escaladas largas y duras. Al menos en este momento.

Puede parecer una tontería, pero existe cierta rivalidad por conseguir una clasificación que no tiene maillot y que tampoco tiene oficialidad, y es la que mide a los ciclistas franceses en la clasificación general del Tour de Francia. Esa ‘guerra’ debería darse entre estos dos ciclistas, con permiso de Guillaume Martin, que necesitaría sus clásicas fugas para compensar las pérdidas en montaña y contrarreloj. Las incógnitas de Warren Barguil (ahora líder único del Arkea-Samsic) y Thibaut Pinot sólo arrojarán esas dudas. Si se suman a la batalla, puede ser un duelo antológico por convertirse durante un año en el francés más esperanzador.
Si encima coincide, como este año, con un ciclista aún en edad de progresar, la ilusión que crecerá en torno a él será todavía mayor. También la presión mediática, nada fácil de llevar en Francia, donde buscan al heredero de Bernard Hinault desde que en 1985 el campeón de cinco ediciones del Tour de Francia consiguiese su último entorchado. París aguarda una nueva batalla fratricida por hacerse con un trofeo honorífico que está cobrando mucha importancia.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto de portada: ASO / Pauline Ballet
Lucrecio buenos días y felicidades por el artículo.
Llámame raro pero yo que crecí amando el ciclismo de los 80 (soy nacido en 1973) con los estertores del “Tejón” y que me enamoré del “profesor”, desde que lo vi por primera vez, anhelo que algún francés acabe con el maleficio y Francia vuelva a tener un campeón francés. Por justicia poética que diría el otro. Sin embargo han pasado muchos supuestos candidatos y nunca llega y con el paso de los años uno se vuelve, irremediablemente, escéptico. Alguna vez escuché a alguien decir, que a diferencia de España, Francia tenía grandes deportistas pero no campeones y acaso algo de eso hay. Si a eso se le suma que ganar la “gran vuelta” es cada vez más difícil por la gran competencia que hay en un deporte cada día más globalizado y que no hay ni un francés en estos momentos que domine, siquiera mínimamente, las etapas contrarreloj (a pesar de rebajar, obscenamente, su kilometraje) creo que seguiremos esperando largos años. Solo allá en el horizonte más lejano pudiera haber algo de luz en forma de Romain Gregoire o Lenny Martínez…..
En fin, muchas gracias por la publicación de los artículos, tuyos y de tus compañeros. Uno siempre aprende.
Larga vida al ciclismo y a su épica.
Juan Manuel Padrón Morales
Muchas gracias por tu comentario. Francia tiene el problema de haber sido mucho en el ciclismo. Todos los seres vivos pasan por épocas, y el ciclismo francés, como tal, no es menos. No serán estos dos, pero seguro que pronto regresan los triunfos. A ver los jóvenes del FDJ