En una selección de diez escaladores históricos sería imposible no incluir a esta mítica dupla, que está entre una de las mejores de siempre. Federico Martín Bahamontes y Charly Gaul se retroalimentaban, con el luxemburgués siendo mejor en las contrarrelojes y destacando ambos, sobre todo, en el Tour, aunque el español también se dejó ver en la Vuelta y el ‘ángel de la montaña’ en el Giro, donde se llevó alguna edición de la corsa rosa. El de Toledo ha sido durante muchos años el más laureado en la histórica clasificación de la montaña, solo alcanzado por Lucien Van Impe y superado en décadas recientes por Richard Virenque, un logro que el propio Fede siempre ha desmerecido.
Esa relación entre estos dos genios de la escalada tiene mucha leyenda. Una leyenda que el español se ha cansado de contar más próximo a un espejismo que a una realidad. La anécdota del helado quedará como la soberbia de un ciclista que iba tan sobrado que se paraba en la cuneta a degustar un helado. Cuando en realidad era todo lo contrario: un ciclista que necesitaba refrigerio y buscaba desesperadamente avituallamiento. Pero una mentira contada cien veces ha hecho que para mucha gente, la verdad pasase a ser el ensalzamiento del mito, el primer ganador español del Tour de Francia.
Uno de sus méritos fue ganar el maillot de la montaña en las tres grandes vueltas, si bien su conquista del italiano fue un tanto peculiar. En aquella edición de 1956, que ganó, por cierto, su inseparable Charly Gaul, se entregó una clasificación por macizo montañoso. Es más, Fede ni siquiera terminó aquel Giro. Pero sí consta como ganador de la montaña de aquel año. El luxemburgués conquistaría la maglia rosa precisamente en una de sus cabalgadas marca de la casa camino del Monte Bondone. Tuvo varias más a lo largo de su carrera, como las de Courmayeur, también en Italia, en 1959, o Aix les Bains, en el Tour de 1958 para hacerse con su único maillot amarillo definitivo.
Un duelo que se dio también en cronoescaladas, con la mítica al Puy de Dome de 1959 o la del Mont Ventoux solo un año antes como buenos exponentes. En ambas, ambos se repartieron los dos primeros puestos, aunque en distinto orden. Siempre retroalimentándose, iba a ser clave la famosa escapada de Gaul en la durísima subida a Luitel, que iba a poner de cara un Tour que remataría en la contrarreloj de Dijon, a las puertas de París. En esa misma edición, su alter ego se llevaría dos etapas, en Luchon y Briançon, en compañía de Charly, cómo no. Camino de Grenoble, en 1959 y durante su gran Tour, el toledano fue acompañado por el ciclista de Pfaffenthal en su cabalgada en la alta montaña. “Charly, corre, que hoy es mi día”, le gritaba ilusionado Bahamontes.
Una etapa muy olvidada del mítico escalador español es la que llegaba a Chamonix en el Tour de 1963. Es líder, maillot amarillo, conseguido en Val d’Isere tras haber ganado la etapa de Grenoble un día antes. Se enfrenta al durísimo Anquetil, ganador ya de tres ediciones de la ronda francesa. En el paso por La Forclaz, un puerto durísimo en tierra, deja a todos sus rivales con excepción de uno: precisamente el galo. Geminiani, director de Jacques en el Saint-Raphael, ordenó un cambio irregular de bicicleta que hizo que el a la postre ganador en París subiese más ligero y arrebatase el liderato a Bahamontes. En la meta le ganó el sprint al toledano y cogió la bonificación. Podía haber sido el gran día de Fede, pero finalmente no pudo ser.
Escrito por Pedro García Redondo
Foto: EFE