Historia

Giovanni Gerbi, el Diablo Rojo que inauguró el otoño

La historia de las grandes carreras ciclistas viene ligada a la de los periódicos de finales del s.XIX y comienzos del s.XX. El último monumento del año, el imperial Giro de Lombardía, no es ajeno a estos orígenes. Un conocido diario deportivo italiano, la Gazzetta dello Sport, sería el responsable de la organización, en 1905, de esta colosal carrera que a lo largo de los años se convertiría en una de las pruebas más importantes del calendario mundial. El periódico milanés había nacido en 1896, y rivalizaba en la búsqueda de lectores con otro histórico cotidiano transalpino, el Corriere della Sera.

La organización de una gran carrera de un día por la región lombarda sería el primer gran paso del característico diario de páginas rosas en el origen de las grandes pruebas ciclistas. Dos años después, en 1907, nacería la Milán-San Remo; y este proceso de creación de las mejores carreras de la Península Itálica alcanzaría su culmen cuando los responsables de la Gazzetta dello Sport hacían realidad el sueño de una gran carrera por etapas a lo largo de la Bota. En 1909 nacía el Giro de Italia, a imagen y semejanza del ya célebre Tour de Francia.

El primer Giro de Lombardia de la historia se disputaría un 12 de noviembre de 1905. Cincuenta y cuatro ciclistas, todos ellos italianos, se situaban en la línea de salida para enfrentarse a 230 kilómetros por carreteras sin asfaltar, en un día de lluvia intensa. Las condiciones de las carreteras y la climatología adversa anunciaban una batalla solo apta para los más inconscientes. Una prueba de resistencia cuya culminación estaría al alcance exclusivo de aquellos locos del pedal del ciclismo primigenio.

En la nómina de participantes se encontraban los más grandes de la época. Los lombardos Luigi Ganna, Carlo Galetti o Giovanni Rossignoli, y dos piamonteses que habían forjado ya una importante rivalidad en los primeros años del pasado siglo, Giovanni Gerbi y Giovanni Cuniolo.

A las seis y media de la mañana se daba la salida bajo un intenso aguacero, que hizo que pocos aficionados se animaran a acercarse. Las carreteras, o más bien caminos, presentaban un pésimo estado. El primer Giro de Lombardia salta por los aires desde el inicio. Giovanni Gerbi, il Diavolo Rosso (Diablo Rojo), se ha estudiado el recorrido minuciosamente, entrenando día tras día por estos pasos, y no está dispuesto a que nadie le arrebate su día de gloria. Gerbi comienza a abrir hueco, pero conoce las trampas del recorrido y toma prudencia en las zonas más complicadas. Por detrás, su paisano y rival Giovanni Cuniolo encabeza la persecución. Los raíles de los tranvías eran trampas terribles para los ciclistas, y en esta carrera volvían a hacer acto de presencia provocando caídas. Giovanni Gerbi, pese a tener solo 20 años, se comporta como un veterano aprovechando su conocimiento del trazado, evita el accidente y se lanza a una fuga de 200 kilómetros en pos de la victoria final.

A cada paso intermedio, la ventaja de Giovanni Gerbi sobre sus rivales aumenta exponencialmente. El Diablo Rojo va desencadenado, enfundado en el maillot colorado que le ha dado su sobrenombre y con sus piernas y rostro cubiertas por el barro. A mitad de carrera, al paso por Bergamo, ya son casi veinte minutos los que tiene sobre Cuniolo y Rossignoli. En Como, es casi media hora sobre Rossignoli. Cuniolo ya no llega a Como, obligado a retirarse tras caer a un foso.

Tras casi diez horas de carrera, Giovanni Gerbi se presenta triunfal en el Corso Sempione de Milán A más de cuarenta minutos llegarán Giovanni Rossignoli, Luigi Ganna y Carlo Galetti. Los héroes del primer Giro de Lombardía eran recibidos por una muchedumbre de tiffosi. La leyenda de la Clásica de las Hojas Muertas no había hecho más que comenzar.

La victoria demoledora de Giovanni Gerbi definía perfectamente el espíritu de un corredor que se había ganado la consideración de mejor ciclista italiano del momento. Un ciclista de raza, un obsesionado de la bicicleta, que se convirtió en una especie de pionero en muchos aspectos. Su victoria en Lombardía se había cimentado en un entrenamiento exhaustivo, que resultaba atípico en la época. Giovanni Gerbi estudiaba los recorridos, observaba los comportamientos de sus rivales en carrera antes de definir sus estrategias, comparaba sus datos de tiempo en cada entrenamiento en busca de la progresión adecuada, e incluso realizaba series de repetición en las subidas para alcanzar el punto ideal de forma.

Los primeros años del siglo XX asistían a la evolución de este espectacular ciclista, que apuntaba a gran campeón. Pero su éxito en 1905 había costado muchos sacrificios. El año anterior se convirtió en una pesadilla para el gran ciclista piamontés. Giovanni Gerbi había decidido probar en el Tour de Francia, esa locura de carrera que había nacido el año anterior, con victoria de Maurice Garin. Tras su exitosa edición inaugural, la Grande Boucle había desatado las más bajas pasiones entre competidores y aficionados, y Gerbi sufrió en primera persona los daños colaterales. En la segunda etapa, los seguidores del joven Faure, en ese momento en fuga, decidieron ayudar a su corredor tomándola a palos con el grupo donde iba Maurice Garin. Giovanni Gerbi sufrió múltiples golpes ante el apaleamiento de los dementes ultras galos, lo que le obligó a decir adiós a su breve aventura en la gran vuelta al Hexágono. Las lesiones sufridas no solo le apartaron de la épica del Tour de Francia, además lo lastraron en su rendimiento en las carreras posteriores.

A pesar de esos reveses, vuelve con fuerza para disputar el Campeonato del Mundo de medio fondo en Londres. Una muestra de la personalidad de este gran personaje es que se niega a lucir la tricolor italiana en el velódromo londinense, no por razones nacionalistas o políticas, mas por el hecho de no renunciar a su característico uniforme rojo. Cuando el Diablo Rojo se lanzaba en busca de una soberbia remontada con la ambición de la medalla de oro, la tragedia estuvo a punto de ocurrir. Una caída a 70km/h llevó al cuerpo de Gerbi a impactar brutalmente contra la pista del velódromo. Inconsciente, fue trasladado al hospital y llegó a pasar cinco días en coma.

Lejos de sentir el miedo en el cuerpo, el gran Gerbi volvió a la bicicleta con más rabia que nunca. Entrenó como si la vida le fuera en ello y así logró entrar en el libro de oro del ciclismo como el primer vencedor del gran monumento lombardo.

Los años siguientes a su victoria en Lombardía seguirían escribiendo la leyenda de un pionero, de un ciclista único al que su obsesión y pasión por la bicicleta le acabó costando cara a nivel competitivo. Tantas horas de entrenamiento acabaron por desgastarle y su carrera de éxitos fue breve. Siendo sin duda uno de los mejores de su generación, su palmarés no logró brillar tanto como sus piernas demostraban.

Polémicas como la descalificación en la primera Milán-San Remo mancharon su trayectoria. Gerbi fue acusado de manipular la carrera y agredir a contrarios (de nuevo el fantasma de aquel Tour de 1904), lo que conllevó una sanción por dos años reducida a seis meses tras la gran convulsión causada entre los aficionados. Situación similar la vivida tras la I Guerra Mundial, cuando un ya veterano Gerbi volvía a ser expulsado de una carrera, en este caso del Giro de Italia por ir a remolque de un sidecar.

Genio y figura, su amor casi obsesivo por el ciclismo le llevó a no renunciar a aparecer en carreras hasta sus últimos días. Con 47 años, se atrevió a participar en toda una Milán-San Remo e incluso a tomar la salida en el Giro de Italia, siendo el corredor más veterano hasta la fecha en participar en la Corsa Rosa.

El 7 de mayo de 1954 Giovanni Gerbi fallecía a consecuencia de las lesiones sufridas un mes antes en accidente de tráfico, cuando regresaba a casa tras visitar a un antiguo amigo y rival, Giovanni Rossignoli, quien fuera segundo en aquel Giro de Lombardía.

Escrito por: Víctor Díaz Gavito (@VictorGavito)
Foto: HC

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