Saronni, su archirrival, había declarado tiempo después que el último Moser creíble era el de 1983. Francesco no solo bate en México el récord de la hora de Eddy Merckx por más de un kilómetro, sino que además gana su única Milán San Remo en aquel 1984. Un ciclista que sentía que esta era su última oportunidad de volver al podio del Giro después de varios años. Hinault no iba a participar, Saronni atravesó a la vez el momento más bajo como ciclista profesional. Así que podía ser momento del italiano.
Siempre se ha hablado de este como un Giro que roban a Fignon. Si bien se decía que el recorrido estaba hecho para Moser por las contrarrelojes y la escasez de alta montaña, no es menos cierto que se disputaría una contrarreloj por equipos de 55 kilómetros que beneficiaba claramente al Renault del francés. En cierta medida se puede decir que están compensadas las posibilidades de ambas. Dos etapas eran las reinas: la que llegaba a Arabba pasando por todo el círculo Sella y la llegada a Merano a través de la cara más ‘amable’ del Stelvio. Dos llegadas en alto al Blockhaus, muy temprana, y a Selva di Val Gardena en una etapa unipuerto y corta (74 kilómetros).
Empieza el Giro en Lucca, desciende por el Adriático desde el norte y regresar en un tercio final de Giro donde se concentraba todo lo interesante. Solo hubo dos líderes: Moser y Fignon. El transalpino comienza con victoria en el prólogo, pero al día siguiente lo cedería a manos del francés debido a la contrarreloj por escuadras. Antes de afrontar el primer final en alto en el Blockhaus, Laurent araña unos segundos en bonificaciones en el Santuario de San Lucca, en Bolonia, por lo que llega a pie de puerto con treinta segundos de ventaja sobre el italiano. Llegaba esa etapa con Fignon de rosa, esperando todos que termine de imponer más diferencia sobre su gran rival. A falta de cuatro kilómetros, el galo no encuentra sensaciones y cede. Moser tiene un día súper y llega a meta a rueda de Argentin, que gana la etapa, bonifica y se enfunda de nuevo el maillot de líder. Un minuto a favor de Francesco. Perdería el Giro el último día por una diferencia similar. Puede ser el día clave más que otros momentos que comentaremos después.
Una de las anécdotas del Giro tuvo lugar en la séptima jornada. A unos treinta kilómetros de meta hay una caída, tal vez por las carreteritas que estaba transitando la carrera. El pelotón se planta y decide ir de paseo como protesta. En el último kilómetro salta un ciclista italiano que es recibido con abucheos e insultos, por lo que termina por frenar. Freuler, un buen sprinter que se llevaría varias etapas en aquella edición, salta en los últimos cincuenta metros y gana la etapa de nuevo entre abucheos sin tiempo para el resto de ciclistas para reaccionar. Se planteó anular los resultados de aquella etapa. Sin ella, no hubiese ganado la maglia ciclamino a final del Giro, que hubiese pasado a Van der Velde.
Pasamos a un momento más anodino del Giro, donde Moser se lleva una etapa y aventaja aún más a Fignon. Llega la crono de Milán, con victoria para la maglia rosa de nuevo. Visentini y Argentin también quedan más alejados. Parece que la carrera se aclara, por lo que parece que Fignon se plantea jugarse el todo por el todo en el Stelvio emulando a Hinault en 1980 con Guimard como director. Según nos acercamos a esa etapa de Merano, surgen rumores de suspensión de la subida. Circulan imágenes del puerto que parecen poco preocupantes y se sustituye el coloso por el Passo Palade y Tonale, ante el enfado del Renault y de Visentini. Una decisión muy cuestionable. Pero Fignon consiguió diferencias sobre Moser, al que los aficionados empujaban y llevaban en volandas, algo que obviamente disgustó a sus rivales, que hicieron declaraciones bastante duras hacia Torriani, director de la carrera.
Llegaba la etapa de Selva di Val Gardena. Fignon sigue el ataque de Lejarreta, pero el francés termina cediendo, teniendo una salida de cadena, y aunque llega por delante de Moser, no gana todo el tiempo que debía. Visentini llega a meta a trece kilómetros, tras ser insultado, escupido y zarandeado por los aficionados. Se baja de la bicicleta, con amago de abandono no sólo del Giro sino del ciclismo.
Quedaban las últimas montañas y Fignon iba a tener que hacer un todo o nada. Ataca en el Pordoi, se va con Lejarreta, que tenía también la general muy bien para alcanzar el podio. Marino no pasa un buen día, viendo cómo el francés se marcha con Van der Velde y no puede seguirles. De pronto empiezan a aparecer todo tipo de ayudas a Moser por parte de los tiffosi en los ascensos y arriesgaba en los descensos. En el Campolongo, Fignon arranca con todo, deja a su compañero de viaje y se planta en meta como un campeón, obteniendo la maglia. Dos minutos cedería Moser. Un minuto y medio para Laurent en la general.
Por si no hubiese habido poca polémica, la organización llegó incluso a sancionar ridículamente a Francesco por empujones de los aficionados. A Fignon también le sancionan por avituallamiento indebido, incluso con más tiempo. Ahí el de Renault sabía que de un modo u otro iba a ceder ante el mundo en contra. Llegaba Verona, con salida de la contrarreloj en el Arena luciendo rueda lenticular. Efectivamente, Moser ganaba la contrarreloj y hacía perder a Fignon el Giro el último día, quejándose de que el helicóptero le perjudicó enfocando a Moser de espaldas y a Fignon de cara, pudiendo ejercer influencia sobre el resultado. Algo que le pasaría después con LeMond en París, Tour de 1989 por apenas unos segunditos.
Episodios que ya se vieron años antes, por ejemplo, con el danés Ole Ritter, al que un coche de la organización atropelló y eliminó de la carrera cuando más cara estaba plantando a los italianos. O episodios como el del director de Battaglin pidiendo a la organización del Giro en 1981 que no quería ningún suceso extraño en la última contrarreloj. Una época la de Moser y Saronni en la que la pasión se desataba desde varios flancos.
Escrito por Pedro García Redondo
Foto: RCS Sport