Giro Historia

Giro de Italia 2000: el más infravalorado de la historia

Noviembre de 1999. Tras el escándalo Pantani y todo lo que aconteció en la edición de 1999, la organización del Giro de Italia decide para su edición del año 2000, una cifra redonda y muy especial, recurrir al equilibrio y la mesura, mezclada y sazonada con los elementos clásicos que sólo la corsa rosa sabe añadir. El resultado: el mejor recorrido del Giro de Italia hasta entonces. Y desde entonces. Aunque admito que este es un aspecto bastante subjetivo. Expondré mis razones. Empezamos un 13 de mayo, algo más tarde de lo que suele dar el banderazo de salida el Giro en la actualidad.

Y nos vamos a Roma, la ciudad eterna, para visitar también la Ciudad del Vaticano a través de un monumental prólogo de seis kilómetros que dio qué hablar más por el buzo de Cipollini, esta vez de tigre, que por las diferencias que produjo entre los favoritos. Ganó el checo Jan Hruska (Vitalicio), un ciclista que se iba a consagrar a lo largo de este mes, de un equipo que iba a salir de Roma absolutamente bendecido. Repetía el ganador de 1999, el italiano Ivan Gotti, así como regresaba el ruso Pavel Tonkov. Y Marco Pantani, que era una auténtica incógnita. Una participación muy italiana, pero al mismo tiempo muy competitiva.

Ivan Quaranta se impondría en la primera etapa en línea, siendo el rosa para Il Bello, que lo cedería un día más tarde en favor de Cristian (la influencia de salir del Vaticano) Moreni, que venció la etapa de Madaloni en solitario. En Scalea, un nuevo sprint, esta vez para otro ciclista checo, Jan Svorada, y por fin, tras varias volatas sin saber lo que era levantar los brazos, Mario Cipollini se adjudicaría la etapa con meta en Matera, esa miniencerrona que no dio para aislar a los velocistas tanto como se pensaba. Una meta que le trajo el recuerdo de 1998, cuando también venció en esta misma meta. Sorprendentemente sería su única victoria en esta edición.

Peschici traía ese clásico final en repecho tan del Giro y el Monte Sant’Angello, terreno Di Luca, que estrenaba su palmarés en la corsa rosa. La maglia cambiaba de dueño y pasaba a Matteo Tosatto, que lo resistiría hasta la llegada de la montaña. El mítico Dmitri Konyshev ganó en Vasto y un desconocido como McKenzie en Teramo, dando visibilidad a su escuadra, el polémico Linda McCartney que promocionaba el vegetarianismo y que desapareció de un día para otro dejando, entre otros, a Juan Carlos Domínguez, Íñigo Cuesta y Bradley Wiggins en la estacada. Aquí eran todo parabienes aún.

Y llegó la etapa de Prato. 250 kilómetros sobre el papel, alguno más en los cuentakilómetros, un clásico ejemplo del encanto de la carrera transalpina y mucha media montaña. Una escapada de ilustres, entre los que estaba un jovencísimo Paco Mancebo, dio la mejor victoria de su carrera a Axel Merckx, el hijísimo, y el rosa a un español, hecho que desde Abraham Olano en 1996 no tenía lugar. José Enrique Gutiérrez, apodado ‘el búfalo’ y perteneciente al Kelme, fue el beneficiado de aquella fuga y consiguió la atención de todo el mundillo del ciclismo, aunque le iba a durar bien poco. Esperaba la primera etapa de alta montaña.

Y vaya etapa. Un puerto de primera de salida de esos que el Giro no puntúa, más San Pellegrino in Alpe (un auténtico coloso) y final en Abetone. Gilberto Simoni empezó a amagar con quien podía ser dentro del pelotón y con su recién estrenado maillot del Lampre soltó varios latigazos en la zona temprana de la penúltima subida. Lo más duro esperaba al final del passo, donde José Enrique iba a perder hasta el apellido. Francesco Casagrande demarró junto a Danilo Di Luca, que empezó a mostrarse al mundo y al que abandonó en la parte final de la subida, enfilando Abetone con una gran ventaja y con aires de haber sentenciado media carrera. A 1’39” llegaba el grupo de favoritos, encabezado por Garzelli. Pantani perdió sus opciones a la general.

José Enrique Gutiérrez luce la maglia rosa en el Passo San Pellegrino in Alpe, donde perdería todas sus opciones © Sirotti

Con ese nuevo escenario, una nueva maratón hacia Padua, con el recordatorio de Quaranta de quién iba a ser el velocista del Giro. En la 11ª etapa llegaríamos a la primera contrarreloj larga, la única llana. Casagrande iba a firmar una crono desastrosa, cediendo casi toda su ventaja ante Garzelli, Belli y otros favoritos, aunque conservaría el rosa por únicamente 4″. Simoni tampoco tuvo un buen día que digamos. En el lado bueno de la moneda estaban de nuevo los Vitalicio, que habían desbancado al clásico Honchar para copar los dos primeros puestos con Víctor Hugo Peña, colombiano ganador de crono, todavía todo un hito, y de nuevo Jan Hruska.

Enrico Cassani logró su única victoria como profesional en la peligrosa etapa de Feltre, camino a los Dolomitas. Allí se iba a dinamitar la carrera, con dos etapas absolutamente brillantes y un desarrollo de las mismas muy interesante. La primera regresaba a Sella di Val Gardena, donde Pantani había puesto el Giro patas arriba dos años antes. El ‘Pirata’ iba a estar por allí, aunque en un estado totalmente diferente. En La Marmolada falló Tonkov (siempre cae alguno en ese puerto) y los favoritos se seleccionaron. Simoni fue para delante y se juntó con Rubiera, que ganaría el mano a mano al italiano en meta. Garzelli y Casagrande se emparejarían en un duelo que iba a llegar hasta el penúltimo día. Ambos llegarían de la mano, firmando tablas.

Llegaba el día del Gavia, ese mito de 2600 metros de altitud. El final estaba en Bormio, un día que con Mendola y Tonale de aperitivo podía ser definitivo. No lo fue, pero no fue por falta de ganas. Casagrande, de rosa, puso una marcheta muy selectiva en el ascenso. Simoni, que anduvo muy activo, se vengó del segundo puesto del día anterior y alzó los brazos para reivindicarse. Tonkov volvió a perder fuelle, denotando que lo de La Marmolada no había sido únicamente el clásico mal día.

Casagrande hace sufrir a sus rivales en la subida al Gavia © Sirotti

Nos adentrábamos en la última semana con un par de sprints a cargo de un Saeco que no era Cipollini, ya fuera de carrera desde antes de los Dolomitas, sino Biaggio Conte, y Fabrizio Guidi, un clásico. Génova nos regaló un bonito triunfo de Álvaro González de Galdeano, del bendecido Vitalicio, al que en esa edición incluso las tostadas le caían por el lado sin mantequilla. Génova permitió numerosas bromas con Marco (Pantani), que no estaba precisamente para chistes. Aquello fue la previa del regreso de la montaña, con una etapa unipuerto a Prato Nevoso, una de las dos únicas llegadas en alto en línea de esta edición 2000 del Giro de Italia.

En la subida final no se hace la diferencia y los tres integrantes del podio de Milán finalizarían en el mismo tiempo, con Stefano Garzelli llevándose la etapa. Un pequeño golpe moral a su rival, la maglia rosa, que aún conservaba una ventaja de 25″ sobre el ciclista del Mercatone Uno. Íbamos a entrar en la fase decisiva del Giro de Italia, con los ‘tres tenores’ en menos de un minuto de diferencia y Belli a escasos 1’11”. Tonkov se ubicaba ya a casi 3′ y parecía fuera de la lucha. No por terreno, sino por sensaciones, ya que el ruso del Mapei no era capaz de mantener la rueda de los mejores en los puertos.

Desde Saluzzo, en Italia, hasta Briançon nos esperaban dos puertos. Ahora, eso sí, ¡vaya dos puertos! Primero el Agnello, Cima Coppi y una auténtica carnicería de puerto. Sin embargo, todo el meollo lo íbamos a ver en el Izoard, el segundo puerto y cuya bajada conducía al repecho final. En terreno francés, el aspirante al rosa, Garzelli, iba a contar con una mano inesperada y celebrada como era la de Marco Pantani. El mítico escalador transalpino iba a tirar de clase y de un estado de forma mucho mejor del que había mostrado a lo largo del Giro.

Pantani realiza un trabajo clave para la victoria de Garzelli en el Giro de Italia del año 2000 © Sirotti

Con todo, la batalla quedó en tablas de nuevo, con victoria de etapa para Lanfranchi y un ataque muy recordado de Pantani en la subida a la ciudadela de Briançon. Fue segundo en meta, anticipándose a los favoritos. El Izoard sería talismán para el corredor de Mercatone, ya que en el Tour de Francia, en un final de etapa similar iba a tener un papel también protagonista, esta vez enfrentado en primera persona con Lance Armstrong.

Restaba la cronoescalada final a Sestriere, una de las más duras de siempre, con 34 kilómetros de longitud y el Col de Montegenevre previo a la subida final. Durísima y más a estas alturas de Giro, donde los diecinueve días anteriores se habían disputado a machete y las fuerzas ya escaseaban. 25″ era la ventaja que tenía la maglia rosa sobre Garzelli, que ya empezaba a recibir las comparaciones con Marco por el pelo (ausencia de) e incluso algún apodo como ‘Piratino’. Corrían, además, en el mismo equipo y lucían el mismo maillot. 49″ era la desventaja de Gilberto Simoni. Belli se había hundido en el Izoard y Tonkov le pasó en la general, pero ya muy lejos.

En la crono pronto se vio que Casagrande no marchaba. Los famosos GPS de televisión ya decantaban el duelo final para ‘Garzo’, que tenía ante sí la oportunidad de su vida. ‘Cecco’ también, como después se demostró, ya que ninguno de los dos volvió a imponerse en la corsa rosa. Es más, Casagrande pisaría el podio de Milán por primera y única vez en su carrera. Casi un minuto y medio le asestó Garzelli a su rival en la general final. Casagrande fue noveno en la crono, a tres minutos de Jan Hruska, que conseguía la cuarta victoria para el Vitalicio de Mínguez.

Vitalicio firmó un Giro de ensueño, con cuatro victorias y mucha presencia en carrera © Sirotti

Simoni se colaba por segundo año consecutivo en la tercera plaza del podio. Sin duda, fue el mejor en las subidas de la última semana, el único capaz de hacer una mínima diferencia con respecto a los dos ciclistas que se estaban jugando la carrera. Andrea Noe, coequipier de Tonkov en Mapei, realizó una soberbia cronoescalada que le aupó a la cuarta plaza de la general. El ruso tuvo un muy mal día y bajó a la quinta posición. Estaba claro que el Giro iba a ser cosa de tres y así fue. Por apenas 5-6″ Simoni no arrebata la segunda posición a Casagrande, que pasaba de ser el gran favorito desde la etapa 9 y el más fuerte de la carrera a perderla el último día competitivo.

Un auténtico mazazo que, desde luego, tiene un claro aprendizaje, que es intentar sentenciar las carreras cuando se puede, porque después un mal día puede hacer que el trabajo de tanto tiempo se vaya al traste. Otra lectura del Giro 2000 fue la cantidad de tiempo que cedió el corredor del Vini Caldirola ante el ganador final en las etapas cronometradas. Un total de 3’15” ante un corredor como Garzelli, que tampoco puede ser considerado, ni mucho menos, un especialista.

Y la conclusión más importante es que con buena dosis de contrarreloj (85 kilómetros), donde un rodador podía gozar de sus opciones, montaña equilibrada, repartida en las tres semanas de competición, media montaña exigente y sin rampas extremas, con dos únicos finales en alto, y con longitudes de etapa que recuerdan al ciclismo de toda la vida, una carrera puede permanecer emocionante y sin decidir hasta el último suspiro. La emoción que tanto se busca a través de comprimir los momentos y que realmente no lo consigue dependerá más de las fuerzas de los ciclistas que de las propuestas del organizador. En este caso, la moderación, buen gusto y sentido común tuvo premio. ¿No compitieron los primeros espadas del ciclismo mundial? Tampoco lo hicieron en 1999 con un recorrido salvaje en alta montaña. Pero este debate lo emplazo a otro día.

Escrito por Jorge Matesanz

Fotos: Sirotti

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