Una de las mayores críticas que se ha hecho al Giro de Italia 2022 viene de la mano del recorrido. Es cierto que no existe disculpa para unos favoritos que han corrido en parte con el freno echado y han esperado hasta el final, literalmente, para buscar la pelea entre ellos para llevarse la carrera. El trazado elegido por la organización en esta ocasión no ha sido el más propicio, aunque incluía dureza sobrada para que los artistas hubiesen propuesto una trama bastante más entretenida.
Las claves de la falta de combatividad
En el pelotón sí ha habido lucha por las etapas. No obstante, las escapadas han sido esta vez bastante variadas en nombres. Los ciclistas que han estado en la pelea han cambiado y eso es de agradecer. De hecho, han ganado etapa ciclistas muy distintos, en muchos casos italianos con juventud y grandes talentos como el contrarrelojista Sobrero, Oldani, Dainese, Covi… en eso el pelotón italiano se resarce un poco y alivia la presión sobre sus corredores.
Los favoritos se han visto frenados por su miedo a perder. Y a ganar. Sus equipos han optado en algunas ocasiones por tácticas defensivas, con ganas de imponer una marcha alta, pero sin seleccionar, para que se cree desgaste y, sobre todo, control. No ha habido grandes apuestas por la victoria, ni siquiera por luchar por una plaza de podio, que han quedado muy definidas desde muy pronto.
No hay una forma concreta de obligar al ataque, ya que en muchos casos alejarles en la general va a provocar el efecto contrario, que se borren de esa lucha. Sin embargo, provocar que la carrera explote cuanto antes para que pierdan ese miedo a perder, puede ser buena idea.
El recorrido puede ayudar
En 2022 han tenido recorrido para proponer mucho más, es evidente. Incluir más o menos puertos va a influir relativamente, porque en último término todo va a depender de cómo los ciclistas afronten sus objetivos. Que La Marmolada sea el fin de fiesta no va a ayudar a que los ciclistas menos ofensivos arriesguen antes de esa cita, es indudable, pero tampoco es excusa.
Una forma de romper el hielo puede ser una contrarreloj. También un final en alto durísimo al final de esa primera semana. A esas alturas no va a decidir de ninguna manera. Es cierto que Blockhaus se ha ubicado en la novena etapa, con dureza de sobra como para seleccionar a los candidatos y que entre ellos hubiese pelea y ciertas diferencias. Pese a un par de intentos, no fue un día donde los gallos fuesen al máximo, donde la rueda no importase. Por ello, tal vez, de incluir un final como La Marmolada o el Zoncolan, esa sea la posición que resultase más interesante.
Así haríamos por que el Giro quite caretas muy pronto, los buenos sepan dónde están y qué tienen que hacer para conseguir sus objetivos sin tener que esperar necesariamente al final. Es más, la secuencia cronometrada llana + final en alto durísimo + día de descanso puede ser muy buena porque permite testar (en una crono ningún ciclista marcha menos de lo que pueda dar) en dos disciplinas que no se deben perder. El esfuerzo en la crono debe obligar a eliminar gregarios y líderes que no se encuentren en buena forma al día siguiente. Esa acumulación breve de esfuerzos haría perder el miedo. El día de descanso posterior daría la posibilidad de restructurar estrategias llegado el caso.
Contrarreloj: un mal moderno
Se está comprobando que eliminar las contrarrelojes o minimizarlas hasta un punto extremo no es una buena solución. Los ciclistas reservan, si pueden, hasta el final. Se vio en la cronometrada de Verona (muy corta) que la igualdad reinante entre Hindley y Carapaz continuaba en la lucha contra el reloj. Es cierto que se convierte en una lucha de peces fuera del agua, ya que ninguno de los candidatos destacaba en la especialidad. Sin embargo, un abandono ilustre como Joao Almeida sí que se pudo ver perjudicado por la ausencia de kilómetros contra el crono. ¿Por qué favorecer a unos ciclistas sobre otros? Lo ideal es un trazado equilibrado donde cada uno tenga que potencial lo mejor de sí y tratar de esconder sus carencias o limarlas.
La obsesión contra las cronos no está reportando nada bueno. Más bien está haciendo más conformistas a los que ya lo eran de por sí. O dando opciones a escaladores que aportan cero a la espectacularidad de una carrera. Error.
Fin de fiesta: concepto a evitar
Es cierto que con o sin fin de fiesta, los ciclistas suelen tener opción de delimitar el grado de implicación en una prueba. Sin una Marmolada que dé opción de ganar con un único ataque, como en el caso de Hindley, el australiano tal vez hubiese anticipado su búsqueda de la victoria, lo que tal vez hubiese provocado que Richard Carapaz no contase con resistir en los Dolomitas como opción, sino que hubiese tenido que pasar a la ofensiva en alguna otra jornada.
El concepto ‘fin de fiesta’ va a acarrear un afeitado del resto del recorrido para que todo se decida en ese último día. Y no está mal que las carreras busquen eso, pero es un hecho que va a llegar por la propia circunstancia de carrera. Si los ciclistas quieren, hasta una etapa llana puede decidir una general. Por ello, es más conveniente dar la opción que ante igualdad de fuerzas o tiempos se pueda todo decidir al final. Pero si esto sucede de vez en cuando, no va a ser por la compresión de las etapas de montaña y la eliminación de los kilómetros contra el crono.
Camino elegido para 2023
Lejos de pensar en soluciones para combatir ese tedio que ha invadido a los espectadores que han seguido día a día el Giro de Italia, la organización ya trabaja en un nuevo fin de fiesta. Se rumorea un paso más intenso por Eslovenia para atraer a las figuras de dicho país y, sobre todo, a un Tadej Pogacar que viene a ser la mayor estrella del ciclismo internacional.
Como sustituto del paso por La Marmolada tendremos esta vez el Zoncolan, según apuntan los rumores. Algo que se intentó en 2014 y que no decidió absolutamente nada por venir la carrera ya sentenciada de la etapa de Val Martello y la cronoescalada al Monte Grappa posterior. Si es así, correremos el riesgo de seguir esa senda de 2022. Sobre todo si la tónica de corredores que luche por el rosa no cambia. Las bajas de Bardet, López y Almeida han sido capitales a la hora de bajar la tensión entre los favoritos, que sabían desde bien pronto que sus posiciones en el cajón no corrían peligro.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto: Fabio Ferrari / LaPresse / RCS Sport