El ciclismo italiano de los 90 fue prolífico en cuanto a sacar conejos de la chistera. Giuseppe Guerini es un ciclista del que pocos se acuerdan. Muchos menos fuera de Italia, el país de Pantani, Garzelli, Cunego, Bettini y tantos y tantos otros que han pasado por los libros de historia más evidentes. La historia del ciclista de Gazzaniga, en la provincia de Bérgamo, gira en torno a dos fotografías que de un modo u otro evidenciaron una serie de cambios en el ciclismo. Varios momentos en los que fue protagonista inesperado e involuntario de momentos históricos que serán más recordados si cabe que su exitosa carrera.
Poca gente se termina de acordar de los gregarios. Una profesión dentro del oficio de ser ciclista que es todavía más honrada que ser jefe de filas. Y bastante más ingrato. El reconocimiento es algo que ayuda a motivarse para hacer el trabajo mejor, pero en el caso de Guerini, ese reconocimiento parcial ya le sirvió para llegar bien alto, para que su nombre recorriese el mundo varias veces y como protagonista de alguno de sus propios momentos, por suerte.
Debutaría en el mítico Navigare en 1993. Los equipos en Italia brotaban como el verde en época de lluvia. Se estrenó bien pronto en el Giro de Italia. Sus primeros pasos en la corsa rosa fueron viendo cómo Pantani brotaba como un auténtico energúmeno y destrozaba el pelotón de los favoritos en aquella desde entonces famosa cuesta del Mortirolo. Un poderío único, que hacía años que no se veía. Fuente, Coppi, Gaul… y aún así, costaba imaginarse semejantes exhibiciones. Casi todas sin premio, por cierto. Giuseppe, mientras Marco vivía su relación intermitente con la suerte (la mala y la buena), pasó al Polti. Era el año 1996, en el que también se pondría dorsal por primera vez en el Tour. El del adiós a Miguel Indurain y donde el Telekom de Jan Ullrich y, sobre todo, Bjarne Riijs destrozaron la carrera para dominarla. Asistió también a la exhibición del alemán en 1997, tras haber subido al tercer peldaño del podio del Giro.

Un aprendizaje que él pensaba estaba dirigido para ser un buen jefe de filas. De ese modo se enfrascó en la epopeya en la que Marco Pantani se embarcó para coronar La Marmolada y sentenciar así una primera parte del Giro (la otra fue en Montecampione unos días después). Zulle era ya historia. Tonkov aún resistía en la distancia. Había Giro gracias a Marco y gracias a Guerini, que acompañó al ‘Pirata’ en todo momento y se adjudicó aquella etapa histórica de Selva di Val Gardena. Aquella foto cambió el ciclismo, porque Marco mostró a los escaladores que también podían ganar grandes vueltas.
Un año más tarde abandonó el Polti para pasar a ser lugarteniente de Ullrich en el Tour de Francia. Sería su último equipo, en el que permaneció fielmente durante ocho temporadas. Un escalador de postín, podio del Giro en dos ocasiones que iba a renunciar a repetir en la ronda italiana para ayudar al gran rival de Pantani a reconquistar el Tour. El problema fue que el teutón ni siquiera se presentó en la línea de salida de la ronda francesa, por lo que el equipo dio más libertad a sus pupilos. El italiano aprovechó para escaparse en una de las etapas reinas, la que salía precisamente de suelo italiano para coronar el Alpe d’Huez, la cima de las cimas en el Tour.

Se dirigía a por la victoria cuando un fotógrafo amateur se plantó en frente a apenas unos metros. La escena es bien conocida, con el ciclista en el suelo y todos los aficionados pensando en qué pasaría en esa lucha por la victoria de etapa. Finalmente pudo lograr la foto de verdad (curiosidad por ver la original que tomó el aficionado) y tener su curva en el gigante alpino.
A partir del año 2000 sí fue ese escudero que Jan Ullrich necesitaba en montaña. El momento en el que en pleno ascenso al Aubisque se escapaban todos los escaladores y el teutón comenzó a gritar su nombre para que se pusiese a tirar. U otros momentos donde preparó el ataque del alemán ante sus batallas con Lance Armstrong. Se centró en el Tour y dio de lado sus opciones personales en favor de su equipo.
Aún así, tuvo la recompensa de tener una última tarde de gloria llevándose una etapa de media montaña en el Tour de Francia de 2005. Una foto sin comas, sin entrar en recopilaciones ni ser recordado más allá que por un buen escalador que fue un gran profesional y que así y todo logró aprovechar las ventanas que la historia le permitió para plasmar su nombre en la leyenda del ciclismo.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto de portada: RCS