Periodista nacido en 1865, parisino, fue el gran causante de lo que hoy llamamos Tour de Francia. Fue un proyecto que tuvo su origen en la casualidad. Henri fundó el ahora famoso periódico L’Auto, aunque la pobre tirada del diario terminó por necesitar de frescas ideas que revitalizaran las ventas. En realidad, fue uno de sus redactores quien tuvo la genial idea. En una reunión privada llevó a cabo una propuesta que ha sido clave no sólo en Francia, sino en el universo ciclista. Geo Lefevre, apellido que suena a mítico en este deporte, fue verdaderamente quién imaginó lo que hoy es el Tour. Este periodista, de hecho, fue ‘robado’ a otro medio rival, y fue muy importante en la propia elaboración de aquella mítica primera edición ganada por Maurice Garin en 1903.
Para los libros de historia queda la figura de Desgrange como el gran arquitecto de la carrera. Sin embargo, también cuentan las intra leyendas que el director de L’Auto no estaba especialmente confiado en desarrollar esta idea y que hasta que el éxito no llegó, no se quiso poner al frente de la pancarta. El paso por los Pirineos, estrenados en la prueba en el año 1910, fueron de nuevo una idea externa que el patrón del recién creado Tour puso en práctica con cierto recelo. Los ciclistas protestaban sobremanera por el miedo a ser devorados por animales salvajes en plena naturaleza. Mientras el diario aumentó sus ventas exponencialmente, los mitos del Tourmalet, el Aspin o el Aubisque fueron creados. Más tarde, en 1911, los Alpes también dieron un salto de calidad a la prueba en cuanto a nivel de exigencia y así se incorporó el Galibier al menú.

Las leyendas comenzaron a ser eternas, los mejores ciclistas del momento cogían el guante y poco a poco el Tour se fue convirtiendo en lo que es hoy el Tour, la mejor prueba por etapas del planeta. Y uno de los eventos más importantes con celebración anual. Se suele decir que por detrás de un Mundial de fútbol o unos Juegos Olímpicos, está en el top. Como cualquier campeonato que dura toda una temporada como la de Fórmula 1 o el Motociclismo. Con el añadido de la conexión directa con la gente y su entorno, sus plazas, calles, carreteras. El ciclismo se puede tocar.
Henri fue ciclista, su afición no surgió por magia. Dedicado básicamente a la pista, firmó el primero de los récords de la hora, allá por 1893, entre otros varios como el de los 50 y los 100 kilómetros. Curiosamente había conocido su primera bicicleta tan sólo dos años antes en la llegada de una Burdeos-París. El ciclismo entró tan dentro de él que escribió algún que otro libro, por ejemplo, acerca de entrenamiento. También recibió formación como abogado primero, aunque pasaría de puntillas por el derecho. Su pasión era el ciclismo y pese a la atención que le había prestado el entonces diario dominante en el sector, llamado Le Vélo, fundó junto al afamado adinerado Albert De Dion el periódico L’Auto. Poco antes de hacerse cargo del proyecto, fue nombrado director del Velódromo de París, junto a la Torre Eiffel.

Las páginas del diario, como era de esperar, eran amarillas, y es el principal motivo para que el maillot de líder del Tour haya elegido dicho color para su confección. Años más tarde, el Giro de Italia comenzaría su andadura e imitaría a su equivalente francesa coloreando a su líder de color rosa. Dos mitos que continúan inamovibles hasta nuestros días, tradiciones que estuvieron motivadas en la distinción de un periódico sobre otro por el color que elegían para el fondo de sus páginas. Solo eso.
Se trataba de un hombre temperamental, por lo que cuentan las malas lenguas. Dejó de tomar consejo de su círculo cercano para hacer las cosas a su manera. No es que le fuese mal, pero tal vez hubiese suavizado lo que hoy se narra sobre él. Tras la segunda edición de la carrera más famosa del mundo, el dirigente llegó a publicar en su propio diario que la prueba acababa de celebrarse por última vez. Una declaración que se contradijo con las siguientes tres décadas de mandato con mano de hierro. Su carrera: sus normas, sus reglas. Sí, había diseñado finalmente la carrera más difícil del mundo debido a lo complicado que era ganarla ya solamente por seguir lo que era el reglamento. En la década de los 20, por ejemplo, sancionó al gran favorito, el francés Pelissier por abandonar una cubierta pinchada en algún lugar de la ruta. Él mismo fue expulsado junto a otros corredores algunos años más tarde debido a la prohibición de quitarse ropa. Lo hicieron y tuvieron la consecuencia de no poder seguir en carrera. Por si fuera poco, definió públicamente al ganador de la edición de 1923 como un campeón arrogante con cabeza de cerdo.

Su disciplina y rigidez en gran parte provendría de su cargo militar. Estuvo alistado para participar en la Primera Guerra Mundial y preparó a un pelotón de hombres que estaba dispuesto a luchar en el frente. Él, Henri, estaba apuntado también como reservista a su edad de entonces, alrededor de los 50 años de edad. Fue muy crítico con el fin del Colonialismo y la circunscripción de la frontera francesa al conocido hexágono que lo conforma.
El éxito del Tour de Francia le llevó a expandir sus garfios con la organización de mayores y diferentes retos. También a aumentar su pasión por su creación, su Frankenstein. Operado de la próstata en 1936, recubrió su coche de director de carrera con multitud de cojines para poder seguir la carrera mientras convalecía de la intervención. Las carreteras no permitían muchas alegrías en la época y tuvo que abandonar la idea, reposando en casa. En 1940 fallecería a los 75 años de edad, una edad bastante longeva para la época. Genio y figura. El llamado creador del Tour que fue, en realidad, el impulsor del Tour. Se le conmemora con la cima más alta en cada edición, pese a que han pasado ya más de cien años del comienzo de la andadura y de que ha habido personas tan o más importantes para darle difusión a uno de los mayores orgullos del país galo.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto de portada: tomada de hmn.wiki