Los éxitos del ciclismo colombiano de hoy beben de la explosión de los escarabajos en Europa en la prodigiosa década de los 80. Las hazañas de Lucho Herrera y Fabio Parra en los grandes colosos del Tour de Francia supusieron un cambio de paradigma. Por fin Colombia podía exportar la pasión y el talento forjados en tantos años de Vuelta a Colombia, de “Zipa” Forero, Ramón Hoyos o el enorme “Cochise” Rodríguez.
Sin embargo, entre ese boom de los 80 y la apoteosis del siglo XXI, una generación de corredores tuvo que ocupar un espacio complicado, ganándose el corazón de muchos nostálgicos. Álvaro Mejía, “Cacaíto” Rodríguez, “Chepe” González, Oliverio Rincón, Ángel Yesid Camargo o nuestro protagonista Hernán Buenahora. Grandes escaladores que desembarcaron en Europa soñando reeditar las aventuras de sus ídolos, pero que sufrieron procesos de adaptación complicados en un ciclismo en vías de modernización y tecnificación.
Hernán Buenahora, conocido como “El Cabrito de Barichara”, nació en esa localidad del departamento de Santander un 18 de marzo de 1967. Pronto se aficionó a la bicicleta y vivió con pasión las victorias de su ídolo Lucho Herrera. En 1988 el santandereano lograba colarse en el pódium del gran escaparate de los jóvenes ciclistas colombianos. Buenahora era tercero en una Vuelta de la Juventud que dejaba claro quiénes serían los nombres a seguir en años venideros, pues en la general le precedían nada menos que Álvaro Mejía y Oliverio Rincón.
Son definitorias las palabras del que fuera su director en Kelme, Álvaro Pino, recogidas en el recomendable libro de Guy Roger, “Bernal y los hijos de la Cordillera”: “El único que quizá habría podido rivalizar, porque tenía una mentalidad de guerrero, siempre dispuesto a correrlo todo, en todos sitios, sin sufrir morriña de su país, de la mamá y de lo demás, es Hernán Buenahora. No había nadie más regular y constante en el esfuerzo. Pero no era un ganador, solo sabía tirar“.
El de Barichara era precisamente eso, un guerrero sin suerte. Un auténtico coleccionista de fugas que se metía en la batalla en cualquier terreno. En eso se distinguía de varios de sus paisanos. No necesitaba alta montaña para buscar la cabalgada. El problema de ello es que se juntaba con malos compañeros de aventura que solían superarlo en la parte decisiva. Así conquistó el premio de la combatividad en el Tour de 1995. Se metió en todo tipo de fugas, dándose de bruces con auténticos maestros de estas lides como Max Sciandri, Serguei Outschakov o Lance Armstrong. Aunque no llegó la ansiada victoria, esa insistencia le sirvió para probar la magia del pódium elíseo y para meterse en el top10 de la general.
Ese Tour de 1995 exponía todo lo que Buenahora ha sido en su longeva carrera ciclista. Un corredor tenaz, regular y sufridor. Tras dejar Kelme y pasar a Vitalicio Seguros en 1998, logró su mayor éxito europeo al llevarse la Volta a Catalunya gracias a sus victorias de etapa en Vall de Boí y Andorra. En el 2000 llegaría su mejor clasificación en una grande, al ser sexto en el Giro de Italia a las órdenes del mago Gianni Savio en el Selle Italia, equipo en el que lograría también la Vuelta a Colombia de 2001.
Sus últimos años en Europa, convertido en veterano ilustre y sin perder ese gen batallador y combativo que le definió, los pasó en el Cafés Baqué, compartiendo maillot con otro santandereano longevo e ilustre como Félix “El Gato” Cárdenas. De vuelta a su país siguió prolongando su carrera, triunfando incluso en una Vuelta al Táchira y varias etapas de la Vuelta a Colombia cumplidos ya los 40.
Colgaba la bicicleta en 2011 para dedicarse a promocionar el ciclismo entre los más jóvenes, después de más de dos décadas dejándose el alma en cada carrera. Un ciclista que ha quedado en el recuerdo de los aficionados de ambos lados del Atlántico y que es uno de los mejores embajadores del Santander colombiano en el deporte mundial.
Escrito por Víctor Díaz Gavito (@VictorGavito)
El perfil de Hernán Buenahora es exactamente el por usted descrito. Hernán tiene muchos valores amén de los logrados en el ciclismo, una hermosa familia y es una persona dedicada a su profesión de dirección de ciclistas menores.
En el Hotel Finca Buenos Aires Barichara, le rendimos un homenaje en el Café Bar La Bicicleta donde le hemos hecho un hermoso museo para que el público pueda apreciar sus trofeos, uniformes, bicicletas y demás distintivos de esta persona que fue uno de los precursores de nuestro éxito mundial en el ciclismo.