Historia

Historia de los días de pavé en el Tour

Llega el pavé al Tour 2022 y lo hace con el recuerdo, los ecos de todo lo que ha supuesto en el pasado. Año tras año la París-Roubaix despierta en aficionados y ciclistas el sabor de la épica, del esfuerzo extremo ante las adversidades. De la búsqueda de la gloria pese a estar viviendo un auténtico infierno. Ese enlazado de tramos adoquinados, cuidados por asociaciones regionales que miran por el estado y la conservación de los mismos, es parte de la historia del ciclismo y del Tour de Francia.

Arenberg es uno de los tramos más afamados y el inicio de las zonas más difíciles que cada año pueblan el recorrido del ‘Infierno del Norte’. Llegar a sus puertas no implica pasar ese tramo, pero sí recordar la dureza de este deporte cuando aplica la expresión de ‘sálvese quien pueda’. Así es un abril tras otro la llegada al velódromo de Roubaix. Los tramos repletos de gente deseosa de ver a sus ídolos darlo todo, pasar dificultad cual pez fuera del agua. 

Degenkolb demostró en 2018 de qué pasta está hecho y que es mucho más que un mero sprinter. No sucedió nada en la general, cuyos candidatos esperaron a mejores días para dar espectáculo y dilucidar quiénes iban a aspirar a todo, quiénes a nada. En 2014 el pavé y la ligera lluvia que cayó sobre los ciclistas aportaron imágenes épicas, con maillots manchados y caras entre el sufrimiento y el barro. Contador, el gran favorito, cedería tiempo ante un Nibali, a la postre vencedor final, que apoyado en Jakob Fuglsang llegó a meta con un importante adelanto. La etapa fue a parar a Lars Boom, que se anticipó a los grandes favoritos. 

Contador fue protagonista también en 2010. Cancellara y los Schleck tenían la etapa apuntada con letras de oro. Era su ocasión para desbancar al pinteño. Y lo intentaron. El español prefirió perder tiempo a ceder todas sus opciones con una caída, como le sucedió a Frank Schleck, que tuvo que abandonar y dejar a su suerte a su hermano, Andy, durante dos semanas y media. 

Si nos retrotraemos al año 2004 recordamos la decepción de Iban Mayo. El vasco no supo resistir el cartel de máximo favorito a desbancar al todopoderoso Lance Armstrong y cedió todas sus opciones en una etapa marcada por las caídas y el ritmo frenético. Los Phonak también quedaron tocados, por lo que la sexta victoria del tejano se acercaría tras aquel día. 

Hubo que esperar hasta entonces. El año 1988 quedaba ya lejano, con más de década y media de paréntesis. La llegada a Wasquehal apenas deparó diferencia. Diferente de 1985, donde sí hubo movimiento, y 1983, que hizo vivir un auténtico huracán a los favoritos. Sendas llegadas a Roubaix se saldaron con victorias de etapa de Manders y Matthijs, con Kim Andersen en ambas terminando como líder. 

La vez más llamativa, quizás, sea la que en 1979 casi hace perder el Tour a Bernard Hinault. El bretón perdería cerca de cuatro minutos en meta, con Joop Zoetemelk vistiéndose de amarillo al término de la jornada y con Delcroix como vencedor parcial. Una etapa que creó el revuelo esperado y que bien podía haber supuesto un cambio en la historia del ciclismo y de la gran carrera francesa. 

Escrito por Jorge Matesanz y Pedro García Redondo

Foto: Sirotti

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