Historia Vuelta

Historias de la Vuelta: Fabio Aru y Astana destronan a Dumoulin en La Morcuera

Corría el año 2015, un mes de septiembre que no parece tan lejano, pero del que ya han pasado sus años. La Vuelta de Froome, flamante campeón del Tour, y de Nairo Quintana, segundo en París, iba a terminar siendo la historia del incipiente príncipe italiano que creció a la sombra de Nibali, que también comenzó en Málaga la Vuelta, pero fue invitado amablemente a regresar a Italia debido al vuelo mágico enganchado a un coche Caminito del Rey, contra el contrarrelojista rebelde, el entonces holandés (ahora neerlandés) que luchaba contra los complejos y leyes físicas que primero fueron contra Indurain y ahora iban contra el sorprendente líder del Sunweb. Ambos se inmiscuyeron entre españoles como ‘Purito’ Rodríguez y Alejandro Valverde, acostumbrados a ser machos dominantes de la Vuelta y que pese a sus pinitos por las carreteras españolas no tuvieron la capacidad para ser considerados protagonistas absolutos.

La carrera nacía en el sur para subir por el Levante hacia los Pirineos y disputar en Asturias las etapas reinas, rematadas por dos etapas madrileño-segovianas que iban a ser más decisivas que nunca. Y lo iban a ser contra todos los pronósticos. Los gurús más puristas del lugar afirmaban que esas jornadas eran una futura amputación de días de competición por parte de la propia Vuelta. Disparate que fue constantemente desmentido por la organización y, lo más importante, por la realidad. Precisamente esa última semana iba a ser la más bella, compensando una dos primeras algo más tediosas y donde los favoritos mezclaron miedo con falta de fuerzas. Aprovechando este factor, Dumoulin, que sufría en las empinadas cuestas asturianas, fue esquivando rivales por aquí y por allá hasta llegar a la cronometrada de Burgos con opción de ponerse de líder. Las etapas finales tenían terreno para intentar, pero no garantizaban nada, puesto que se trataba de puertos que históricamente han sido difíciles para darle vuelcos a la carrera.

De Burgos salió el holandés con media docena de segundos de ventaja sobre Fabio Aru, que había sido el más bravo camino de Els Cortals d’Encamp, la inédita cima andorrana coronada por Mikel Landa en lo que redondeaba un año dulce para el ciclista vasco. Su discusión con el equipo por no parar a ayudar a Aru en los últimos kilómetros fue consecuencia del amargo último día del Giro camino de Sestrieres, donde siendo el más fuerte y poniendo contra las cuerdas a Alberto Contador, fue obligado a esperar a su jefe de filas, que también había atacado al español. Astana volaba ese año, y se iba a comprobar en la última etapa montañosa de la Vuelta 2015.

La etapa de Riaza que ascendía el duro puerto de La Quesera, con rampas duras y el suelo a tramos en hormigón, sirvió para que el italiano probase a su rival hasta la extenuación. No hubo opción, ya que Tom se soldó a su rueda y de ahí a meta no hubo ni un resquicio por el que colarse. El día de Ávila, con La Paramera por el camino, vio el ataque un tanto alocado de Alejandro Valverde, pero el más efectivo iba a ser el del líder, que obtuvo en el repecho empedrado de la capital abulense unos segundos que podían ser oro. Con la exigua ventaja de ocho segundos se afrontaba la etapa que tenía meta en Cercedilla y que ascendía cuatro puertos: Navacerrada, Morcuera en dos ocasiones por cada una de sus vertientes, y Cotos para descender hacia la localidad madrileña y en ligera cuesta rematar una Vuelta repleta de pequeñas historias. Lo que nadie sabía era que estaba a punto de tener lugar una de las grandes historias a incluir en cualquier libro que recoja las batallas más importantes de la carrera.

Partía el día en San Lorenzo del Escorial, localidad sita al pie del mítico Monte Abantos en el que se habían librado pequeñas luchas en los 2000. La clásica fuga del día iba a tener participación de dos ciclistas del Astana que iban a ser claves en el desarrollo de la estrategia: Andrey Zeits y Luis León Sánchez. Sin embargo, tras comenzar el primer ascenso a Morcuera y con casi cien kilómetros de camino, el alicantino Rubén Plaza se desmelenó y buscó el triunfo de la épica. No hubo respuesta y su ventaja fue creciendo hasta hacerse imbatible. Ganador merecido que encaja a la perfección con cualquier narración sobre este día.

En cambio, la verdadera guerra iba a estar por detrás. Fabio Aru puso a sus escaladores a afilar el ritmo en el segundo paso por La Morcuera. El mítico puerto madrileño iba a ser juez y parte de la carrera. Vigésima etapa, el público jaleando la subida y llegada la zona dura, arrancada brutal a unos cincuenta kilómetros de la llegada de Mikel Landa con Fabio Aru a su rueda. Dumoulin, de rojo, cedía al empuje para buscar su ritmo. Eso hacía que los kazajos insistiesen más, crecidos por tener la presa cada vez más cerca. Landa, que había cedido ante el empeño de su líder en abrir más brecha, esperaba tras el líder de la prueba. Aunque en el último kilómetro le dejaba de rueda y se marchaba con Aru para incidir en la crisis del corredor del Sunweb.

Por la cima, apenas unos segundos separaban ambos convoyes. La situación aún era subsanable con un descenso que tenía su miga. Parecía que Dumoulin podía aún tener un arreón en la zona llana que unía el final de la bajada de Morcuera con el inicio de Cotos. Un suspiro en el que justo los dos Astana enlazaron con dos hombres de la escapada que el equipo tenía preparados en el tramo clave: Zeits y Luis León, que fueron dos locomotoras que hicieron que la diferencia se disparase y que Dumoulin no sólo cediese la victoria, desmoralizado, sino que se rindiese en la lucha por el podio. Mantuvo el top ten final, pero se hundió hasta llegar a unos cuatro minutos.

El segundo clasificado del Giro de Italia se hizo con la Vuelta a España, lo que le convirtió de forma definitiva en una estrella a nivel internacional, si no lo era ya. Italia tenía un relevo para Nibali y sólo cinco años después de que el transalpino lograse ganar la ronda española iba a sumar para su país un nuevo triunfo. Fabio ya no dejaría de ser favorito a ganar ninguna gran vuelta de la que tomase parte, aunque nunca volvió a ser el mismo. Le dio para ganar etapa y ser líder en el Tour, firmando una notable quinta plaza en la general. Pero nada más. Se apagó su estrella y progresivamente fue perdiendo caché y apariciones entre los mejores hasta colgar la bicicleta en la Vuelta a España de 2021.

Un ciclista que está con letras de oro en la historia de la Vuelta y que protagonizó un momento que mitificará para siempre las montañas anexas a Madrid al igual que se narran las epopeyas de Perico Delgado en 1985 o 1989 en lucha con Robert Millar o Fabio Parra. O las batallas entre Olano y Jiménez entre el mar de agua. O el sufrimiento de Nibali o Contador en la Bola del Mundo para llevarse sendas Vueltas.

Escrito por Jorge Matesanz

Fotos: Sirotti

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