Historia Vuelta

Historias de la Vuelta: la exhibición de Laurent Jalabert en 1995

Zaragoza. Año 1995. La temporada ciclista había sufrido una restructuración de su calendario para ubicar la disputa de la Vuelta a España en septiembre. Las fechas de abril-mayo pasaban a ser terreno exclusivo de clásicas y Giro, así como la Volta Catalunya perdía la pole position que tenía como final de temporada y se ubicaría en el mes de junio, como preparación última en muchos casos para el Tour de Francia. Despúes se desdibujó su papel, pero en todo caso parece que lo ha terminado encontrando en marzo. La Vuelta iba a beneficiarse de este cambio, con los ciclistas que habían fallado en las otras dos grandes en la participación o aquellos que querían despedir el año compitiendo. También esos ciclistas expertos en pruebas de un día se iban a dejar ver para preparar el Mundial. Mejor clima, personas todavía de vacaciones, menor atención mediática al fútbol por estar en inicio de temporada… Un movimiento de manual.

Aquel 2 de septiembre se dieron cita en la capital maña varios de los mejores ciclistas del pelotón. El Mapei generó una polémica absurda por la ausencia de Fernando Escartín. El oscense había firmado por el Kelme de cara a la temporada 1996 y fue descartado por Squinzi para participar en la Vuelta. Un error que pagaron muy caro, ya que el vasco Abraham Olano, líder de la escuadra azurra, estuvo falto de apoyos en alta montaña. Y en esta edición, más que nunca, iban a ser necesarios por la dureza del trazado en comparación con otras temporadas. Rominger ya había competido en Giro y Tour, por lo que el de Anoeta se tendría que sacar sus propias castañas del fuego.

Además del Mapei, la ONCE salía con toda la artillería. Jalabert, que había evolucionado a un corredor completo y había sido la sensación del quinto Tour de Indurain en julio, era uno de los favoritos. En un estado de forma sublime durante todo el año, llegaría como líder del conjunto de Manolo Saiz. Alex Zulle, segundo del Tour, también estaría en la salida, al igual que Mauri, Bruyneel y otras estrellas. Un equipazo el de los amarillos. Por si fuera poco, la participación extranjera era excepcional. Sí, no estaba Indurain un año más, pero la coincidencia con el Mundial iba a aportar a Marco Pantani, que debutaba en la ronda española, y Richard Virenque, que hacía lo propio. Ambos fueron muy protagonistas, si bien no pudieron llevarse ninguna etapa. El emergente Bartoli, el peligroso letón Ugrumov, Mejía, Abdoujaparov, Zabel… un pelotón excelente.

El recorrido mostraba mucho más que otras ediciones. Para comenzar, la dosis de contrarreloj seguía siendo la habitual, esta vez sin cronoescaladas. Se subía al norte pasando por Santander en el clásico approach de Sía – Alisas, final en el Naranco, etapa de montaña similar a la que Hinault utilizó en 1983 para destrozar al líder Gorospe con meta en Ávila, etapa durísima y larguísima con meta en Sierra Nevada y la Cabra Montés por el camino, circuito de Montjuic en Barcelona con múltiples subidas a la ‘montaña mágica’, Pirineos de aúpa con la etapa de Pla de Beret y la Bonaigua en el menú, durísima etapa con meta en Luz Ardiden por los puertos franceses de Portillón, Peyresourde, Aspin y Tourmalet o una etapa de montaña con meta en Sabiñánigo y el Aubisque y el Portalet de camino.

Zaragoza encumbraría a Olano como nuevo líder. Ganó el prólogo y dio un toque de atención: iba a ser el gran ciclista español para luchar la general. Camino de Santander ya se vio un primer aviso de ‘Jaja’, que atacó de forma un tanto alocada y fue reducido por el pelotón sin aparentes problemas. Pero iba a ser solo el aperitivo. En el Naranco no tuvo rival y se adjudicó ahí el maillot amarillo de líder. Un golpe de efecto que era muy importante para salir por detrás de Abraham Olano en la contrarreloj de Salamanca. El vasco se llevó las tres cronometradas, pero el francés se impuso en nada menos que cinco etapas. Hasta la crono, además de la mencionada del monte ovetense, se llevó la jornada que terminaba en Orense.

La crono dejó a Olano en buena posición, ya que recortó distancias, pero no le dio para ser líder. Jalabert saldría de amarillo en la Sierra de Gredos, pero ni Manolo Saiz ni su líder iban a perdonar un ápice al español. Un ataque duro en Serranillos le valió al galo para plantarse en solitario en la línea de meta tras una cabalgada ‘hinaultesca’ y sentenciar la carrera. 4’40” le endosó a su entonces gran rival, que sin ayuda por parte de su equipo, poco pudo hacer para minimizar pérdidas.

Desde ahí, con el de Mapei ya rendido, todo fueron recitales del corredor de la ONCE. En Sierra Nevada se marchó del grupo de favoritos y dio alcance a un alemán, Bert Dietz, que estaba en la recta final de la etapa en solitario y con ventaja para levantar los brazos tras una larguísima escapada en solitario. Jalabert se puso a rueda y no le disputó la victoria. Uno de los gestos que pasaría a los anales de la historia ciclista.

‘Jaja’ dio otro recital en Barcelona, regaló la etapa a su compañero Alex Zulle en Pla de Beret y volvió a levantar los brazos en Luz Ardiden. Hizo lo que quiso con sus rivales y demostró su aplastante superioridad en cuanto tuvo ocasión. Pese a todo, “sólo” obtuvo 4’22” de ventaja sobre su gran rival, un Olano que sin las pérdidas de Gredos hubiese tenido mucha chance de pelear más de cerca por la carrera. También el francés hubiese corrido diferente, mucho más ofensivo e intentando obtener más ventaja sobre el español.

El tercer peldaño del podio fue para otro mítico, Johan Bruyneel, que había ganado etapa en el Tour ante Miguel Indurain en Lieja, tras exhibición del navarro en las cotas. Marcel Wust se llevaría tres victorias de etapa. Una relación exitosa con la Vuelta que empezaría ese año para el alemán, uno de los mejores velocistas de la época en la ronda española. Las clasificaciones secundarias eran cosa de Jalabert, con reinado de la montaña y de la regularidad, a lo Merckx. Sólo dejó la de las metas volantes, que fue para el alemán Steffen Wessemann.

Jalabert ganaba a lo ‘Merckx’, dando exhibiciones siempre que quiso. Esta victoria le aupaba directo al altar de los vueltómanos del que mucha gente aún le excluía. Ya partiría como favorito en todas las grandes en las que tomase la salida pese a haber sido considerado hasta 1994 un mero velocista o clasicómano. Esa Vuelta cambió la vida de Laurent. Tanto que junto a Zulle marcaría una época en el ciclismo en general y en la Vuelta en particular. La temporada del francés fue para enmarcar, aunque para ello dedicaremos en un futuro otro artículo específico, que merece la pena detenerse en ello. Olano sería a la postre campeón del mundo.

Escrito por Lucrecio Sánchez

Foto de portada: Sirotti

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