Luis Alberto Herrera Herrera nació en Fasugasugá, en Cundinamarca, allá por el cada vez más lejano 1961. Sus padres, de mismo apellido, vivían en una zona rural sin saber que su hijo se iba a convertir en un ciclista histórico y referencia de las generaciones que vienen una detrás de otra. Sus estudios en combinación con la jardinería le trajo dos consecuencias: que su madre le comprase una bicicleta para recorrer las distancias que necesitaba el joven y que fuese conocido después como ‘El Jardinerito’, uno de los motes más míticos del ciclismo.
El ciclismo ya existía obviamente en Colombia. Al igual que los colombianos también existían para el resto del planeta ciclista. No era tan común como ahora ver a aquellos pequeños escaladores ganar carreras, si bien sí era habitual verles coronar puertos en cabeza o realizar ataques por aquí y por allá, incomodando a los grandes nombres del momento. Con Lucho Herrera y su victoria en la Vuelta a España de 1987 el ciclismo colombiano demostró que era capaz de subirse al mismo escalón que el resto de potencias mundiales y que sus corredores rebosaban calidad. Colombia estaba en el mapa, y eso fue clave que las generaciones posteriores conquistaran Giros, Vueltas e incluso el Tour de Francia.
El año 87 fue muy recordado en ciclismo por el irlandés Stephen Roche, que se llevó por delante el Giro de Italia y el Tour de Francia, con el añadido del Mundial. Un logro histórico que estuvo al alcance únicamente de Eddy Merckx y que dejó un tanto de lado el gran triunfo de Herrera en la Vuelta, el único gran plato que el ciclista del Carrera no se llevó.
Una contrarreloj abría boca en Benidorm. En la línea de salida se dieron cita muy buenos ciclistas como Laurent Fignon, Pedro Delgado, Reimund Dietzen o Sean Kelly. El irlandés tomó el mando tras ganar la segunda etapa con final en Albacete. Pese a alternar el liderato con el italiano Pagnin, lo aguantaría tras el paso por el incómodo Envalira, pero no podría retenerlo más en Cerler. Dietzen tomó el mando, aunque la victoria de etapa fue para un clásico, Laudelino Cubino, que lograba así su primera victoria en la Vuelta y en una ronda de tres semanas.
En la llegada al leve Alto Campoo no tuvo oportunidad el colombiano de alzarse con el triunfo, pero ya estaba tomando la forma y en los Lagos de Covadonga tomó la delantera del grupo, dejó a todos de rueda y levantó los brazos en la línea de meta. Como premio, se vistió con el jersey amarillo de líder. Un liderato que intentaría conservar con todas sus fuerzas.
La contrarreloj de Valladolid era el último obstáculo para un escalador como él. Cumplió el pronóstico y perdió la camiseta de líder, que fue a parar a Sean Kelly entre la lluvia. Una reedición de la etapa que llevó a Hinault a tiranizar la Vuelta en 1983 entre Barco de Ávila y Ávila vio ganar en el velódromo a Laurent Fignon y terminó con las opciones de Sean Kelly, que fue relevado en el liderato de nuevo por Lucho, que atacó para conseguir su objetivo. Ya no abandonaría el amarillo hasta Madrid. Por el camino fue un festival para Colombia, con Omar Hernández ganando en DYC y Francisco ‘Pacho’ Rodríguez celebrando la victoria en Collado Villalba.
En Madrid sólo se escuchaba un nombre, el de Lucho Herrera. Primera victoria de Colombia en una gran vuelta, lo que inundó el país de optimismo, que recibió a su héroe en loor de multitudes como un auténtico campeón. Lo que fue. Un escalador que cambió el destino de la historia y que a raíz de éste consiguió muchísimos triunfos de gran nivel, estando a punto de colonizar otros territorios hostiles. No pudo, pero dejó la semilla plantada para aquellos que vinieron después.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto de portada: EFE