Fue una Vuelta extraña. Por un lado, se venía de todo el affaire de la OP, que había dejado enrarecido el ambiente en el ciclismo español. El Liberty Seguros había pasado a ser el Astana con los restos que quedaban del equipo. Vinokourov, que fue el gran fichaje de Manolo Saiz para esta nueva versión de su proyecto, tomó las riendas una vez el cántabro desapareció del mapa y comenzó a pensar en su participación en la Vuelta a España. Su inseparable Kashechkin también estaba con él, lo que era ya garantía de tener un equipo más que decente para pelear por la victoria en aquella Vuelta a España de 2006.
La salida estaba en Málaga y mientras se erigía a Denis Menchov con el maillot oro por la descalificación de Roberto Heras (después revertida por los tribunales), resonaban los Alpes del Tour, con aquel triste episodio de Landis y esa buena actuación de los españoles, con Carlos Sastre y Óscar Pereiro a la cabeza. Unos ciclistas que habían ilusionado y se presentaron en la línea de salida como alternativa al establishment presente. El gran favorito, sin embargo, era Alejandro Valverde. Su caída camino de Lieja en el Tour le dejó una rotura de clavícula como regalo y la oportunidad de llegar descansado al mes de septiembre. Así que se plantó en la línea de salida con el mejor equipo posible y a por ella que fue.
Fue un año, como se puede ver, muy convulso. La desaparición de la escena ciclista de Ullrich y Basso, la retirada de Lance Armstrong, los affaires que se vieron durante la temporada, etc hicieron que la Vuelta, con un poco esa mirada de recelo, fuese un oasis en un año que necesitaba más que nunca recuperar la ilusión que los años del norteamericano habían restado en la afición. Con esas ganas se inició la carrera, con el CSC de Sastre dando primero. El futuro ganador del Tour se vistió de oro y dio paso al terreno de los velocistas, con Hushovd y Bettini como grandes estrellas del momento.

Llegó la montaña al quinto día, con una etapa durísima y meta en La Covatilla. Ganó Di Luca, se vio una fuga de Rasmussen y Valverde resistió por allí. Janez Brajkovic, en cambio, se erigió en una de las sorpresas y se hablaba de él como una posible amenaza. Al fin y al cabo, un esloveno siempre es peligroso, pensaríamos ahora. Entonces se le veía como un producto más de Discovery Channel, que acudía con muchísima intención siempre a la Vuelta. En Morredero comenzaría el duelo entre Vinokourov y Valverde. El kazajo arrancó en la parte final del puerto y parecía que iba a ganar, pero el murciano literalmente levitó sobre las rampas finales y le arrebató in extremis la victoria.
El kazajo iba a vengarse en Lugo, donde se impuso en el sprint en cuesta, y en La Cobertoria, en la que suponía la etapa reina. Valverde, en cambio, se colocó como líder, dejando a ‘Vino’ a casi dos minutos. La crono fue un empate técnico que llevó al pelotón a decidir la suerte de esta edición de la Vuelta en la montaña andaluza. Aquella etapa de Almería, novedosa en 2004, con meta en Calar Alto, esperaba la batalla entre los dos favoritos. Vinokourov atacó todo lo que pudo a Alejandro en la subida final, pero el español tenía la situación bajo control. En el cara a cara a cambios de ritmo iba a ser complicado.
Muchos piensan, con razón, que el líder perdió el primer puesto el día de Granada que ahora narraremos brevemente, pero en realidad lo comenzó a perder en Calar Alto. El no sentenciar una carrera cuando estaba claro que ese día estaba mucho más fuerte que el kazajo le hizo a su rival conservar esperanzas de poder ganar la Vuelta. De haber dado la puntilla, a saber si la estrategia del Astana hubiese sido mucho más light… O no.
Esa etapa con meta en la capital granadina incluía el paso por Albondón, un gigante al lado de la costa con muchos kilómetros de subida donde ya hubo mucha ofensividad. Kashechkin, lugarteniente del aspirante y bien clasificado, lanzó ataques para plantear una fuga que al Caisse d’Epargne le iba a costar llamar al orden. Una vez conseguido calmar el mar, llegó la subida a Monachil (Purche si quieren), en la que de forma alternativa fueron atacando los kazajos.
Finalmente, Valverde optó por no salir a los cambios de ritmo y esperar a la parte final del puerto para hacer una de sus clásicas remontadas y dar alcance a sus rivales, que estaban creando una situación muy peliaguda para él. Vestido de oro, lanzó su órdago y cazó a los rebeldes en el inicio del descenso. Chapeau, bien visto en la táctica y bien ejecutado. El problema fue otro, y es que el murciano no fue capaz de cerrar el maillot antes de la bajada, dada la urgencia. A velocidades de ochenta kilómetros por hora, siguieron los ataques. Kashechkin, Vinokourov, Kashechkin, Vinokourov… y Valverde dudó, miró. Se acabó. El kazajo se lanzó a tumba abierta hacia Granada, dio alcance al escapado, que era Tom Danielson, y se repartió con él el botín: etapa y liderato. Pasaban los segundos, se ampliaban los huecos y Valverde seguía con el maillot abierto tratando de cerrar el hueco con sus rivales.
El resultado fue el que todos conocemos, con Vinokourov sentenciando ese día la Vuelta y Valverde llegando a meta humillado, pecho al viento, tirando en solitario de un grupo con otros favoritos que le arrancarían en la línea de meta.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto de portada: EFE Foto interior: Sirotti