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In memoriam Kelly Catlin

Han pasado dos años desde que se apagó su luz. Hoy hace dos años la brillante pístard estadounidense Kelly Catlin ponía punto final a su vida.

La noticia de su fallecimiento, y la posterior confirmación de su suicidio, nos sobrecogió. Con solo 23 años de edad, una exitosa carrera ciclista profesional y una excepcional formación académica parecía difícil encontrar sentido a lo que había podido suceder.

Como afirmaba el filósofo Søren Kierkegaard, «la vida sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, pero tiene que ser vivida hacia delante».

Más aún cuando un par de semanas antes había escrito en su columna en Velonews. En ella Catlin hablaba de la dificultad que suponía mantener el equilibrio entre su formación universitaria de postgrado y su carrera ciclista profesional. A la hora de desvelar su secreto para lograrlo, la joven estadounidense desterraba cualquier falacia: no era capaz de mantener un equilibrio entre ambas facetas. Por el contrario, priorizaba uno de los ámbitos de su vida según la semana, día o momento temporal en que se encontrara.

A pesar de su juventud, Catlin había demostrado ser una persona que sobresalía en todo aquello que hiciera. Tocaba el violín, hablaba varios idiomas, había finalizado sus estudios universitarios, se encontraba realizando un postgrado en matemáticas computacionales en la Universidad de Stanford, competía en carretera con el conjunto Rally Cycling y en la pista con el equipo nacional estadounidense, con quien se había proclamado en tres ocasiones campeona mundial en persecución por equipos, subcampeona olímpica y medallista de bronce en dos ocasiones en persecución individual.

01-03-2018 track cycling world championships / / photo: Wouter Roosenboom

A pesar de tanto éxito, cuando se le entrevistaba, Kelly Catlin sostenía que los resultados no la importaban lo más mínimo, que ella se centraba en perfeccionar técnica y fisicamente. E ilustraba el grado de resistencia al dolor de los deportistas, elevándolo a lo estoico, aguantando sin queja el dolor y siendo capaces de llevarlo hasta extremos que realmente pueden ser dañinos para el atleta.

En la caída o en la recta final de la vida de Catlin hubo un evento que quizás pudo contribuir como desencadenante de tan trágico final. En enero, mientras entrenaba con su equipo Rally Cycling, sufría una caída sin que resultará concluyente si la misma le provocó una conmoción cerebral o no; tal y como creía la familia.

Lo cierto es que conmoción o no, la historia de Kelly Catlin nos recuerda lo frágiles que somos… Una perturbación, por pequeña que sea, provocada por cualquier evento aleatorio, como el aleteo de una mariposa, puede provocar que salte por los aires el más perfecto, el más excelente de todos los seres humanos.

Puede suponer que abandonemos la línea de la generalidad, nos veamos sobrepasados por un evento particular y no seamos capaces de poner las cosas en perspectiva y reconducir la situación. En el trágico final de Catlin se aúnan dos asuntos importantes y temas de actualidad ciclista: Salud mental y seguridad ciclista — protocolos adecuados frente a las conmociones cerebrales—.

Escrito por Diego Martín (@MartinTheCaleb)

Fotos: USA Cycling/ Wouter Roosenboom

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