Historia

Induráin – Echávarri: el final de lo que fue (parte 1)

Cuando el lunes 4 de septiembre de 1995 aquel avión arribaba a Colorado (Estados Unidos), nadie hubiera sido capaz de imaginar la serie de acontecimientos que iban a sucederse durante los meses siguientes. En aquel avión viajaban el masajista Vicente Iza, el médico Sabino Padilla y los ciclistas José María Jiménez, Santi Blanco y Prudencio y Miguel Induráin. El objetivo era preparar en altitud los Mundiales de contrarreloj y de ruta que se disputarían el mes de octubre siguiente en Tunja y Duitama. Y en el caso de Miguel Induráin, Iza y Padilla, además, preparar un nuevo asalto al récord de la hora en propiedad entonces de Tony Rominger. El 26 de septiembre, tres semanas más tarde, el sexteto llegaba a Colombia tras haber cumplido su objetivo preparatorio.

España se presentaba aquel año 1995 con más posibilidades que nunca de triunfar por fin en un Mundial de ruta para profesionales. Los pronósticos se cumplieron y el 4 de octubre Miguel Induráin se colgaba en Tunja la medalla de oro en la prueba contra el cronómetro. Cuatro días más tarde Abraham Olano repetía acto y metal en Duitama en la prueba de fondo. El primero en una prueba que se llevaba disputando para profesionales desde 1927. ¿Final feliz? De  ninguna manera. Nuestra historia no había hecho sino comenzar.

Profesional desde 1985, Miguel Induráin se conocía cada vez mejor a sí mismo. Era capaz, junto a su equipo de preparadores, de afinar cada vez mejor su puesta a punto. Pero en 1995 llevaba obteniendo victorias desde abril: Aragón, Valles Mineros, Rioja, Asturias, Midi Libre, Dauphiné Libéré, Galicia… y por supuesto su quinto Tour. La pregunta crucial a fecha 9 de octubre era: ¿Cuánto tiempo sería capaz Miguel de estirar este pico de forma? A la vez, Echávarri al parecer había firmado un contrato con la cadena televisiva Canal +, con unas condiciones que se debían cumplir. ¿Hasta qué punto Induráin había sido partícipe o tenía conocimiento de las claúsulas de aquel contrato? Además, siendo él el principal protagonista del hecho deportivo, las sensaciones que recibía de todo aquello era que no tenía mucha capacidad de decisión. ¿Acaso no había dado muestras suficientes durante su vida deportiva de que era un deportista en quien se debía confiar a ciegas? ¿Merecía él ese trato después de todo el palmarés conseguido? Y aunque ciertamente el tiempo corría en su contra de cara a perder su condición física, ¿no era todo demasiado precipitado? Desde su récord de la hora en Burdeos en septiembre del año anterior, Miguel apenas había rodado en un velódromo. No había preparado para nada técnicamente una prueba como esa. Su preparación había sido exclusivamente para la ruta. No había utilizado material específico ni iba a disponer de tiempo suficiente para adaptarse a un velódromo muy diferente al de Burdeos.

El velódromo de Santa Fé de Bogotá estaba enclavado a 2.600 metros de altitud sobre el nivel del mar. Su pista era de cemento, rugoso y hasta con algunos baches. Además, se encontraba al aire libre. Estaba por tanto absolutamente desprotegido de eventuales contingencias como viento, lluvia, frío… Su cuerda era de 333,33 metros. Durante la celebración de los Mundiales, la organización decidió que las pruebas se disputasen a partir de las 15 horas para evitar que el frío de la tarde condicionase el rendimiento de los ciclistas. Como veremos más tarde, el staff técnico de Banesto decidió otra hora para superar el récord de Rominger. Muy diferente era el velódromo de Bordeaux donde el 2 de septiembre de 1.994 Miguel sí que había batido el récord de la hora. Tenía una cuerda menor, de 250 metros, y estaba situado casi al nivel del mar. Pero por el contrario su pista era de madera de Camerún, una auténtica pista de deslizamiento. Y además estaba cubierto; el viento nunca entraba en él.

Daba la impresión de que Miguel necesitaba más tiempo. Un récord de la hora parecía requerir una preparación mucho más específica que la que iba a llevar a cabo. Pero la condición física de Miguel por lógica iba a ir menos. La posibilidad de intentar el récord en México, allá donde lo batieron tanto Eddy Merckx como Franceso Moser, quedó desdeñada. Por la pérdida de tiempo que el desplazamiento de la estructura suponía… y porque el contrato aquél firmado con Canal +, con escasa participación de Miguel Induráin, condicionaba mucho las posibilidades. El staff técnico de Banesto decidió que el asalto al récord de la hora se realizase el domingo 15 de octubre. Tan sólo una semana después de un Mundial en Ruta. La base fundamental de aquella preparación el staff decidió que ya había sido realizada: en Burdeos un año antes. Por tanto su bicicleta “Espada IV” apenas varió respecto de la versión utilizada en Francia en 1994.

La principal preocupación del staff era el viento. Que iba a condicionar posteriores decisiones. Para frenar este inconveniente se instalaron en el velódromo unos paneles de 14 metros de altura. Comprobando la incidencia del viento en el velódromo de Santa Fé, el staff  técnico de Banesto decidió acometer el ataque a primerísima hora de la mañana (poco más del mediodía en España). Para ello Miguel debía levantarse de la cama durante varios días, para así acostumbrar a su organismo, a las tres de la mañana y poder comenzar los entrenamientos hacia las siete de la mañana. Alrededor de esa hora era cuando se iba a llevar a cabo el intento Cuanto más tarde se realizase el intento más fuerte soplaría el viento. A las siete mejor que a las ocho, a las seis mejor que a las siete…

Respecto al desarrollo, se tuvo claro que el 59×14 utilizado un año antes esta vez no bastaría. Por otra parte, al tener una cuerda 83 metros más larga, este velódromo permitía un desarrollo también más largo. Miguel probó con un 63×14 pero pronto comprobó que aquello era excesivo. Decidió salir en la prueba definitiva con un 62×14. Pero ya con una rémora psicológica: en ninguna de las pruebas que efectuaron con ese desarrollo se registraron tiempos de récord. A pesar de toda esta serie de inconvenientes el intento se iba a llevar adelante. El domingo 15 octubre iba a ser el día D. Después de lo que iba a ocurrir ese día D, la preguntas aparecieron: ¿Por qué siguió para adelante el intento de récord cuando objetiva y racionalmente todos los indicios parecían indicar que estaba condenado al fracaso? ¿Era tal la confianza en Miguel que se esperaba que en la prueba definitiva fuera capaz de sobreponerse a tales inconvenientes? ¿Qué necesidad tenía un campeón de la talla de Miguel Induráin de meterse en ese berenjenal? O, más claro todavía: ¿Quién le metió en aquel berenjenal? ¿Y con qué objetivo?

Continuará…

Escrito por: Raúl Ansó Arrobarren (@ranbarren)

Publicado originalmente en roadandmud.com

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