El fin de la carrera deportiva
“Miguel es el rey del despiste”. “Si Miguel no lo ve claro es que necesita fichar por la ONCE”. Frases de José Miguel Echávarri en alusión a Miguel Induráin. El contexto de estas palabras fueron las negociaciones, si es que las hubo como tales, para la renovación del contrato que había unido a Miguel Induráin con las diversas estructuras de Echávarri desde el inicio de la carrera profesional del villavés. En el otoño de 1996, el mundo del ciclismo estaba impactado con la noticia del cáncer de Lance Armstrong, y todavía no sabía con qué colores correría el gran campeón del primer lustro de los noventa. Ni siquiera si correría.
Lo que en septiembre de 1995 hubiera resultado impensable, se estaba produciendo. El muro surgido entre el de Villava y el de Abárzuza se acrecentaba día a día. Por supuesto que para nada ayudaron a superarlo las declaraciones con las que hemos abierto el artículo de hoy. En aquel otoño, uno de nuestros dos protagonistas llegó a cruzar el Rubicón del otro. La cohabitación de esas dos personas, con los antecedentes recientemente vividos, era materialmente imposible. Llegó un momento en que la única opción viable de que Induráin continuase su carrera deportiva profesional era con el equipo ONCE. El gran rival, al menos en España, del Banesto. Más rival del director que del ciclista. Porque Induráin y Saiz siempre tuvieron buena relación. Incluso hasta cordial. En aquellos días un traspaso de Banesto a la ONCE, o a la inversa, sería comparable en lo futbolístico a un traspaso del Real Madrid al FC Barcelona. Tampoco fue posible. O por falta de recursos económicos reales del equipo amarillo (la ONCE estaba plagada de grandes ciclistas a los que había que pagar) o por el propio planteamiento de equipo que tenía Manolo Saiz. Induráin no podía aceptar esas condiciones, por ser él quien era. Saiz tampoco podía aceptar las de Induráin. No debía cambiar la fórmula que le había conducido a los grandes éxitos que sin duda había cosechado. Finalmente, la rueda de prensa en el Hotel Ciudad de Pamplona en la que Miguel anunció su despedida aquel segundo día de 1997.
Tras todo lo relatado en el capítulo quinto de esta entrega, Induráin tomó la salida el 7 de septiembre en la Vuelta a España que partió de Valencia. Su mujer Marisa y su primer hijo también estaban por allá esos días. Ya durante la cuarta etapa con final en Murcia perdió 37 segundos. Lo significativo más que la cantidad fue el cómo. Una caída en el pelotón le pilló en los puestos traseros del mismo cuando quedaban menos de dos kilómetros para meta. Sin embargo, poco a poco Miguel fue metiéndose en carrera. La décima etapa era una contrarreloj con final en Ávila. No hizo la cronometrada de su vida, pero demostró eso: que pese a todas las adversidades estaba en carrera. Acabó tercero de la etapa sólo superado por Rominger y Zülle. La jornada anterior a esa etapa había descanso. Induráin recibió una de las mejores visitas que podía recibir: su médico Sabino Padilla. Cuando se despidió de él, no creemos que Miguel esperara volver a verlo tan pronto como lo volvería a ver: esa misma semana…
Como ya hemos visto en anteriores entregas, Padilla ya no pertenecía al staff técnico de Banesto. Sin embargo, era el médico particular de Miguel Induráin. Otra prueba más de la tirantez que reinaba dentro del equipo. Padilla ya ejercía como médico en el Athletic Club, pero se desplazó a El Tiemblo para ver a su pupilo: “Induráin está bien; no en un estado físico excepcional. Simplemente bien”.
Fue en Oviedo, en la mañana del 20 de septiembre de 1996, cuando Miguel Induráin se pusiese un dorsal por última vez en su carrera profesional para una competición oficial. Seguramente no fuese consciente de ello en ese mismo momento. En el Hostal El Capitán, en las inmediaciones de Cangas de Onís, Miguel giraba hacia su izquierda y se introducía en el hotel. Unas imágenes que en unos meses se convertirían en históricas. “Cuando Rominger atacó en el Fito yo no me sentí bien y me descolgué. Tenía algunas dificultades respiratorias, debido a una congestión que arrastro desde Ávila y el oxígeno no llegaba a mis piernas, que se me pusieron duras. Marino Alonso quiso quedarse conmigo, pero le dije que siguiera. En aquel momento decidí abandonar la Vuelta, no antes. Tomé la salida en la etapa esperando haberme recuperado y hacer una buena jornada, pero cuando me quedé descolgado en el Fito pensé que no valía la pena intentar subir los Lagos, que es mucho más duro”. En aquel momento no sabía si iba a participar en el mundial de Lugano. Sólo tenía claro que iba a descansar a Benidorm donde le esperaban su mujer e hijo. Fue, otra vez, Sabino Padilla quien le condujo de Cangas de Onís a Santander en coche. Allí tomó un avión a Madrid y de ahí otro hacia Alicante el día 21 de septiembre.
El domingo 3 de noviembre en un critérium en Xàtiva, Induráin se imponía. Fue la última “carrera” de Lale Cubino, que se llevó el aplauso de los veinticinco mil asistentes en su vuelta de honor. ¿Quién en aquel momento podía imaginarse que también era la despedida de Miguel Induráin?
Como ya hemos visto, aquel otoño se caracterizó por el cada vez más profundo deterioro en la relación entre Induráin y José Miguel Echávarri, y por la imposibilidad de concretarse un acuerdo entre la ONCE y el ciclista de Atarrabia.
Desde aquel entonces Miguel Induráin jamás ha asistido a una presentación del equipo Banesto o sus diversos sucesores. Tampoco ha sido visto en público en demasiadas oportunidades o con José Miguel Echávarri o con Eusebio Unzué. Esto cobra verdadera dimensión cuando el campeón sí que ha asistido a otras presentaciones o a otros eventos. Por ejemplo, a presentaciones del equipo Vitalicio Seguros. El mánager de este equipo era Javier Mínguez, con el que coincidió Induráin en su etapa en Banesto. Además, durante algunos años posteriores a la retirada de Miguel, en ese equipo corrió su hermano Prudencio. Miguel también ha participado en presentaciones del equipo Caja Rural. En el equipo amateur de esta formación corrió además su propio hijo también llamado Miguel.
El culmen de todo este capítulo de hechos sucedió en agosto de 2014. No porque fuese una sorpresa. En absoluto; ya todos contaban con ello. Fue por la trascendencia del acto. Con motivo de la llegada a Navarra de la Vuelta a España, la sociedad Abarca Sports organizó un evento en Pamplona. Abarca Sports es la sociedad creada por Echávarri y Unzué, con independencia de los distintos patrocinadores, que soportaba la estructura ciclista de esos dos directores. Pues bien. Con motivo del treinta y cinco aniversario del comienzo con Reynolds, el entonces jefe de prensa del actual Movistar Team, David García, escribió un libro que recoge estos años de andadura. Sin lugar a dudas, el principal protagonista de este acto era el que, ya de antemano, se sabía que iba a estar ausente. Asistieron al evento José Miguel Echávarri, Eusebio Unzué, Pedro Delgado, José Luis Laguía, Abraham Olano, Eduardo Chozas… Acudió hasta su propio hermano Prudencio Induráin, por aquel entonces con un cargo en el Gobierno de Navarra. Incluso también acudió Santi Blanco, protagonista de una muy polémica salida de Banesto hacia Vitalicio Seguros a finales de los años noventa.
Ya saben de sobra quién no asistió…
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Escrito por: Raúl Ansó Arrobarren (@ranbarren)
Foto: Sirotti
Publicado originalmente en roadandmud.com