Íñigo Chaurreau, primo de Mikel Astarloza, natural de Pasajes (Guipúzcoa), fue un ciclista bastante popular al comienzo de los años 2000 entre la afición vasca. Pasó a profesionales con el equipo Polti en 1995, italiano, aunque pronto, en 1998 dio un paso natural como era fichar por el equipo de su tierra, el Euskaltel Euskadi. Fue durante algunos años y antes de la llegada de los prolíficos y exitosos Haimar Zubeldia e Iban Mayo el hombre de las generales. Tanto en la Vuelta a España de 1999 como, sobre todo, en el Tour de Francia de 2001, el primero con la formación entonces ya naranja, el guipuzcoano fue el hombre fuerte en esa clasificación.
14º y 12º respectivamente, se le veía siempre un paso por detrás de los mejores. Un ciclista regular, que con esfuerzo y sacrificio acababa por dar presencia a su equipo. Justo ese último puesto en el Tour le valió un salto cualitativo al obtener una oferta del equipo francés AG2R, en el que coincidiría con su primo Mikel Astarloza y donde sería una de las referencias. La ilusionante formación le mantuvo durante cuatro temporadas en las que llegó por fin su primera y única victoria.
Era un buen ciclista en montaña, muy regular y sin ser un gran escalador. Donde destacaba algo más era en la crono, donde se sentía fuerte. En el año 2003 se proclamó campeón de España contrarreloj, batiendo a Toni Tauler y precisamente a su primo, un Astarloza que se clasificaba tercero y le acompañaba en el podio en una fotografía que quedará para los anales de la historia de su familia.

Un ciclista que caía ciertamente simpático, con cara de bonachón, y declaraciones siempre prudentes, sin entrar en demasiadas polémicas. En ese sentido, fue un ciclista muy querido y aplaudido. Al finalizar la temporada 2006 colgó la bicicleta, tras doce temporadas en el máximo nivel del ciclismo. No sin antes debutar en un Giro de Italia, deseo que no había cumplido anteriormente pese a haber militado en un equipo italiano. Cumplió trece grandes vueltas y una participación en el Campeonato del Mundo, donde además ganó su compañero de selección, Óscar Freire.
Como anécdota, en la Vuelta a España de 2004, su equipo le alineó como hombre fuerte. Y tan fuerte, que el resto de sus compañeros abandonaron, siendo conocido con sorna en el pelotón como AG1R, en clara referencia a que el vasco era el único ciclista de aquella escuadra que finalizó la carrera. Al igual que su carrera, que finalizó para centrarse en otros aspectos de la vida, en sus propias palabras. A los 33 años y sin llegar a terminar el Giro de Lombardía, atrás quedaba una vida dedicada a la bicicleta. Un ciclista que ha corrido con los mejores de cada generación, siendo piedra angular para que el Euskaltel acabase por asentarse en el Tour, victoria de Laiseka en Luz Ardiden aparte.
Entre sus puestos de honor, un sexto puesto en la Dauphiné de 2003, aquella edición con un nivel altísimo y la pelea entre Amstrong y Mayo. Y allí estuvo, que no era su primera vez en un top ten de una carrera de tanto prestigio. En 2001 fue octavo, algo ajeno a las peleas entre Moureau y Tonkov por la general, pero tomando ese color de piernas que después le permitió hacer un Tour de Francia especialmente regular. Una buena carrera desde el sentido común, el trabajo y la humildad, sin una palabra más alta que otra y hablando donde hay que hablar siempre, en la carretera.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Foto de portada: Parlamento Ciclista – Ainara Gasteiz