Fue un Giro bastante convulso, pero a la vez bastante recordado. Salpicado por los escándalos ajenos y propios, aquella edición tuvo un poco de todo, muchos nombres, pero uno sobre todos los demás: el del italiano Ivan Basso. Un año en el que el Giro consiguió su propósito de internacionalizar la prueba. Si el ciclista de CSC tenía un debe en su carrera ése era el no haberse implicado mucho más en la ronda de su país. Era un corredor que nació por y para el Tour, donde se desenvolvía a las mil maravillas. Desde su época en Fassa Bortolo tuvo clara esa faceta de tender a brillar en la carrera más importante del mundo.
En Italia, el hecho de no priorizar la carrera de casa por encima de todas las demás es un pecado, no estando acostumbrados a ello. Sin embargo, ya en 2005 el italiano trató de vencer en el Giro hasta que aquella indigestión le apeó de la lucha por la general final el día del Stelvio. En 2006, tras haber sido segundo en el último Tour de Armstrong, partía como el gran favorito en las quinielas, acompañado de un Jan Ullrich que también se animaba para preparar fehacientemente su enésimo asalto al mes de julio.

Paolo Savoldelli, el campeón del año anterior, batiría todos los registros en Seraing, sede del prólogo que abría el Giro. Por carreteras belgas vimos un poco de todo, incluyendo victorias de Robbie McEwen, un enamorado de la vie en rosa, otra de Stefan Schumacher en la ciudadela de Namur y poco más aparte del frío, la lluvia a ratos y los nervios de los favoritos antes de llegar a Italia, donde esperaba una crono por equipos que venció, cómo no, el CSC de Voigt, Cuesta, Sastre, Julich o el propio Basso. El líder, en cambio, iba a ser el eterno Serhi Honchar.
Todo se aceleró en la etapa de Saltara, con sterrato, puertos y un uphill que abrió huecos entre los candidatos. Poco a poco se fue aclarando el panorama para dejar en cabeza a Ivan Basso y Gilberto Simoni, los dos más fuertes de la competición y que sólo abrirían el podio para invitar a un inesperado visitante como José Enrique Gutiérrez, del Phonak suizo. El español ya tuvo sus días de gloria en el Giro del año 2000 y ganando alguna etapa en la Vuelta. Pero se alejaba del perfil supuesto para un escalador de grandes puertos.
Cunego aún se resistía a decepcionar por enésima vez, pero sus intentos le durarían únicamente el día de Maieletta, en el macizo del Blockhaus y del Passo Lanciano. Fue allí cuando Basso puso los puntos sobre las íes y lanzó un ataque demoledor al que nadie pudo contestar. Lo sorprendente fue que Simoni cediese un minuto mientras que Gutiérrez esbozó lo que después sería su segunda posición en el podio. En la crono de Pontedera ganaría Ullrich. Eran 50 kilómetros de crono absolutamente plana, sin un repecho. El alemán era implacable y Basso sería segundo, sentenciando así la maglia rosa.

La lucha iba a estar más cerrada por la segunda posición de la general. Simoni se repondría al mal momento de Lanciano y sería quien más cerca anduvo de una intratable maglia rosa. Llegaban los Alpes y de nuevo el italiano ganaba tiempo a sus rivales. Curiosas las escenas del San Carlo, en pleno valle de Aosta y volviendo la carrera patas arriba para cederle a Piepoli la victoria en la etapa tras arriesgar cero en ese húmedo y breve descenso a meta.
Por si quedaba alguna duda, Basso se exhibió en el Monte Bondone, una cima mítica en la que quería inscribir su nombre. Permitió a Piepoli ganar en el Passo Furcia, jornada que debía haber acabado en el durísimo Plan de Corones, pista sin asfaltar que con la nieve y la lluvia estaba impracticable. Se instaló el final en la parte baja de esta estación de esquí y pese a lo descafeinado de la etapa, el rosa era más rosa. Simoni, de nuevo, debía sucumbir ante Gutiérrez, que llegaba tras el dúo de cabeza a apenas unos segundos.
La etapa reina, que finalizaba en el durísimo San Pellegrino, iba a resultar un empate técnico entre los contendientes a la general. La fuga estuvo más interesante, con aquel regalo de Voigt a Gárate, que se haría con el maillot verde de la montaña. Tras haber visto a Bettini ganar y a Schumacher repetir victoria, las noticias que venían desde España no eran nada halagüeñas. La Operación Puerto acababa de estallar y ensombreció una edición que debía pasar a la historia como la primera gran vuelta conquistada por el nuevo campeón italiano Ivan Basso.

Al propio italiano se le vinculaba a aquella trama, al igual que a Jan Ullrich y a muchos otros. Algunos acabaron abandonando por miedo, otros continuaron en carrera intentando mantener normalidad. El Giro pasó a un segundo plano y desde aquel día la sombra de la sospecha recayó sobre algunas de las estrellas de aquella misma edición de la corsa rosa. Restaba una única etapa de montaña, la que unía Trento con Aprica a través de Tonale, Gavia, Mortirolo y la subida final. Basso se marchó cómo y cuando quiso y entró en meta en solitario, dándose un baño de masas.
Como curiosidad, la última etapa iba entre la Madonna del Ghisallo (mito del Giro de Lombardía) y Milán, pero la idea original y suspendida por la UCI consistía en un doble sector, con cronoescalada al santuario la misma mañana que los corredores disputasen el final en Milán. Pero se venían consecuencias. El Giro acababa, pero empezaba el infierno para algunos ciclistas como Ivan Basso. El italiano no llegó al Tour, donde no pudo participar. Tampoco iba a poder estar Ullrich. Ni Mancebo. Ni varios de los grandes favoritos presuntamente implicados en esta operación.
Fue un Giro el de 2006 que será recordado como el fin de algunos de estos ciclistas que marcaron una época. El propio ganador no volvería a correr hasta el año 2009 debido a una sanción de dos años tras confesar prácticas dopantes. Basso fue capaz de recuperar su nivel y ganar el Giro del año 2010 ya sin ningún pero ni mayor acusación encima de la mesa. Una edición que además de contener esa historia vivió el nacimiento de una estrella llamada Vincenzo Nibali, compañero de equipo del Liquigas.
Escrito por Lucrecio Sánchez
Fotos: Sirotti