Giro Historia

Ivan Gotti, el campeón italiano de perfil bajo

Si algo ha caracterizado a los campeones italianos de los 90 o de los primeros 2000 ha sido su estrecha relación con el Giro de Italia. Cualquier conformante de esa generación que no tiene una victoria en la corsa rosa es tenido un poquito menos en cuenta que el resto a la hora de hablar obviamente de rendimiento en grandes vueltas. Simoni, Pantani, Garzelli, Di Luca, Savoldelli… todos han sido campeones de la ronda italiana, alguno de ellos como en el caso del primero y del último por partida doble. Otro que se ha llevado dos títulos en Milán ha sido Ivan Gotti, siendo ambos en los 90 y con la única interrupción en su reinado de Marco Pantani con la consecución histórica de aquel doblete que nadie más ha podido igualar desde entonces. Ni Contador, ni Froome ni ningún otro con mejores condiciones teóricas para el desempeño en las grandes por su mejor rendimiento contra el reloj.

El ciclista nacido en San Pellegrino Terme, en las proximidades de Bérgamo, al norte de Italia y en la eternamente presente región de Lombardía, se destapó irónicamente en el Tour. Fue segundo en el conocido como Baby Giro antes de pasar a profesionales, en 1990 (ante Wladimir Belli, otro italiano sin corona. Curiosamente, sólo un año más tarde, el Giro del futuro reconocería como maglia rosa a Francesco Casagrande, otro ejemplo de gran ciclista italiano sin título en el Giro). Ese salto a profesionales le hizo ir saltando de equipo en equipo en búsqueda de oportunidades. Un clásico, por otra parte, en el pelotón italiano de la época.

Pasó por el Chateau d’Ax, pasó al Gatorade de Bugno, con el que debutó en el Giro. Más tarde se marchó al Polti, al que regresaría ya en sus años de madurez, para ingresar en la Gewiss de Evgeni Berzin y Piotr Ugrumov, entre otros, o el Saeco de Mario Cipollini. Había coincidido en carrera con mitos como Miguel Indurain o Marco Pantani, ante los que se enfrentó para defender la maglia rosa de su compañero de equipo en 1994. Un año más tarde, en el Tour de Francia de su debut, se clasificó quinto y lució el maillot amarillo. No se prodigó mucho más en Francia, ya que cosechó abandono tras abandono. Un clásico, también, en los italianos de la época.

El Giro iba a ser otra historia. Tras regresar en 1996 con un papel ya bastante más protagonista y llevarse aquella durísima etapa de Aprica en la que Tonkov desposeyó a Abraham Olano del Giro, su quinta plaza le hizo ganar muchos enteros como alternativa a estos ciclistas extranjeros que se estaban llevando la corsa rosa en aquellos años. Es más, desde que en 1991 consiguiese Chioccioli ganarla, ningún transalpino lo hizo. Indurain por partida doble, Berzin, Rominger y Tonkov habían sido los cocos que habían batido a los italianos en su propia casa.

Aprovechando un año donde la aportación extranjera bajaba un tanto, 1997, y como jefe de filas de un poderosísimo Saeco, Ivan iba a luchar por la maglia rosa por primera vez. El duelo con Tonkov, el dorsal número uno, iba a ser apasionante. El ruso del Mapei iba a dominar la primera parte de la carrera, imponiéndose en la crono de San Marino y en el Terminillo, primera piedra de toque de la montaña. Tenía pinta de ser un doblete de manual, con una crono larga por llegar y ser el ruso más especialista. Con las bajas tan importantes que hubo a lo largo del recorrido, la única alternativa vestiría de rojo y respondería al nombre de Gotti.

La durísima etapa de Cervinia, con los durísimos Champremiere y Saint Panthaleon por el camino, iba a ser decisiva. Allí dio un auténtico recital el transalpino, dejando el Giro virtualmente sentenciado en espera de la reacción del campeón en ejercicio. Ni camino de Falzes, donde venció Rubiera y donde Pavel intentó aprovechar la lluvia para zafarse del italiano, ni camino de Edolo tras escalar el duro y mitificado Mortirolo en el que el año anterior ambos supieron cooperar para conseguir sus objetivos, el de Mapei fue incapaz de arrebatar la maglia a un Gotti que le regaló el premio menor de la etapa.

Un Giro que fue mágico para Saeco, que a la victoria final y la etapa cosechada por la maglia rosa, pudo agregar las cinco victorias de ‘il Bello’ al botín. Un Giro redondo en el que se ganó el derecho a ser considerado un campeón tranquilo, de perfil bajo por aquello de que no era especialmente ganador ni realizaba declaraciones muy explosivas, aunque era innegable su potencial como ciclista. En 1998 partió con el dorsal número uno, pero su camino se iba a cruzar por primera vez con el de Marco Pantani. Abandonó, aunque la nómina de favoritos le relegaba de nuevo a un segundo plano. Nada menos que Alex Zulle, campeón de la Vuelta, el propio Pavel Tonkov, u otros corredores como Ugrumov o Zaina parecían gozar de más opciones por mucho que el todavía ciclista de Saeco fuese el ganador del último Giro.

1999 sería diferente. Encontraría sensaciones y en las primeras montañas serias (es decir, la Fauniera) el lombardo se iba a erigir como el gran rival de Marco Pantani. De nuevo sus caminos se iban a cruzar, con enfrentamiento incluido en el Madonna del Coletto con el ahora ciclista del Polti aplaudiendo al ‘Pirata’ por desacuerdos en la colaboración. El feeling era inexistente entre ambos, que habían luchado también en la cima del Gran Sasso y en la que Pantani, el dorsal uno por haber ganado el año anterior, iba a dominar claramente. Gotti se mantuvo en un segundo plano, pero siempre próximo, en plazas de podio, de aspirante.

El clásico dicho de que hasta la última meta hay carrera se cumplió. Última etapa de montaña y el feeling que no tenía con Marco sí que lo iba a confirmar con el Mortirolo y con Aprica. Pantani iba a ser descalificado y desposeído de la maglia rosa, que pasaría a Ivan, que elegantemente no la vestiría en la durísima jornada reina. Tonale, Gavia, Mortirolo y Santa Cristina. Una ristra de puertos a cada cual más duro. La etapa decidió dos cosas. La primera es que el ganador de aquel día iba a ser Roberto Heras, escalador top que había resistido el ritmo de Gotti y Simoni en la subida al coloso alpino del Mortirolo, distanciando al correoso Savoldelli y confirmando sobre la carretera que el ganador del Giro iba a ser el vencedor de 1997, un Ivan Gotti que sumaba su segundo título en tres años.

El año 2000 no fue su amigo. Rindió en la primera llegada en alto de la Vuelta, el empinado Xorret de Catí, pero pasó a diluirse, como le pasó en el Giro. Se marchó a Alessio para afrontar el final de su carrera, ya desde otro prisma. Ganó una etapa en la Volta, en la estación de Boí-Taüll, y se dejó caer por el Tour de Francia para retirarse justo después de finalizarlo en el año 2002 con 34 años de edad.

Tras más de once años como profesional, quedaba la sensación de que se marchaba un gran ciclista al que la historia no iba a reconocer justamente. Hay cosas que se tienen o no se tienen, como el carisma. No es que en Italia no fuese querido, ni mucho menos, pero siempre parecía estar eclipsado por alguien más, ya se llamase Pantani o Savoldelli. Aún así, supo granjearse un gran palmarés en el Giro y pasar a los anales como el heredero no sólo de la maglia de Pantani en 1999, sino el ciclista que tomó el testigo como castigador en el Mortirolo, donde tuvo tres ascensiones gloriosas en su carrera. Se puede decir que la cuarta, la que coronó a Berzin como ganador del Giro en 1994, tampoco le fue mal a su equipo y a él, que entonces ejercía otras funciones.

Escrito por Lucrecio Sánchez

Fotos: Sirotti

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