Victorino Otero nació en el pueblo leonés de San Andrés de las Puentes en 1896. Aunque para la historia siempre será recordado como cántabro, pues allí transcurrió la mayor parte de su vida. Falleció en Torrelavega en 1982. Hijo de campesinos, vivió su infancia y juventud en Marsella, donde su familia tuvo que emigrar en busca de una vida mejor. El servicio militar obligatorio supuso su llegada a Santander y, gracias a sus dotes como ciclista, consiguió establecerse allí ayudado por el presidente de la Unión Velocipédica Española, López Doriga. En 1923, los hermanos Cuesta, ciclistas y conocidos propietarios de un garaje de bicicletas en Gijón, fueron los mecenas para que Otero se embarcara en la, por entonces, titánica hazaña de correr el Tour de Francia. No acompañó la suerte al Soldado, que debió abandonar después de la segunda etapa tras romper la horquilla de su bicicleta.
Jaime Janer era cuatro años más joven que Otero. Nacido en Tarrasa en 1900 en el seno de una familia humilde. La necesidad de trabajar le acerca al mundo de la bicicleta, sobre la que se convertirá en un referente del ciclismo español. Breve fue la vida del bravo corredor catalán, que falleció en 1941 víctima de una crisis hepática. En una Cataluña en la que el ciclismo gozaba de popularidad y donde se concentraban muchos de los grandes pedalistas de la época, Janer se fue haciendo un hueco desde muy joven. Con solo 19 años logró proclamarse campeón de España de ruta. Pequeño de estatura, pero potente de piernas, soñaba con batirse con los grandes ciclistas europeos del momento, por lo que correr el Tour de Francia se convirtió en objetivo principal para él. Gracias al dinero que fue consiguiendo en critériums y velódromos, osó enfrentarse a la terrible ronda gala con solo veinte años, en 1920.
Su primer encontronazo con el Tour fue duro. Solo pudo terminar cuatro etapas, retirándose en la quinta. Pero el calor de los aficionados franceses y el espíritu de la competición dejaron prendado al joven catalán, que lo volvió a intentar en 1921. La segunda experiencia del que ya era apodado como le Petit Espagnol fue mucho mejor, llegando a finalizar diez de las quince etapas de aquella edición. Superados los Pirineos, abandonaba en la segunda etapa alpina camino de Estrasburgo. Se quedaría con ganas de intentarlo de nuevo los dos años siguientes, en los que la obligación de cumplir el servicio militar le alejó de tal aventura.
Con estos antecedentes llegamos al año que nos ocupa. 1924 marcaría un hito en el deporte español y Janer y Otero serían los responsables de llevarlo a cabo. Compañeros de fatigas en múltiples carreras, decidían encarar de nuevo el temible reto de completar los casi 5000 kilómetros de la Grande Boucle. Enfrentarse a los terribles recorridos ideados por el severo patrón Henri Desgrange no era el único impedimento para los forzados de la carretera pues, para participar en el Tour con voluntad de completar el recorrido, era necesario el apoyo económico para sufragar los gastos de licencias, hospedaje y manutención.
Victorino Otero logró el apoyo de sus paisanos y autoridades, aunque también se cuenta, entre la historia y la leyenda, que viajó a Francia con miles de fotos que pensaba ir vendiendo como medio de subsistencia económica. Más complicado, según cuentan las crónicas, le resultó a Janer llegar a la salida en el Luna Park de París el día 22 de junio de aquel 1924. Ante las dificultades y la falta de apoyos de sus paisanos, la Unión Sportiva de Sans, a la que pertenecía le Petit Espagnol, decidía apoyar la hazaña de su deportista mediante donativos de los socios, que se irían enviando a Francia a lo largo de la carrera. No en vano, las recaudaciones de fondos en ayuda de los ciclistas españoles fueron constantes, con actos como la cuestación realizada por Sport Cicliste Catalá en el estadio de Montjuic durante la disputa del partido de la jornada dominical.
La determinación del ciclista de Tarrasa por enfrentarse por tercera vez a la terrible ronda francesa queda reflejada en la nota que publicaba La Vanguardia el 11 de junio de ese año:
“Sabemos que ha formalizado su inscripción en la carrera Vuelta a Francia el campeón de España fondo en carretera Jaime Janer, que desoyendo consejos y súplicas de sus más íntimos amigos para lograr retenerle en ésta, ha prescindido de todos, y valiente con aquella audacia siempre en él característica, quiere ir por tercera vez a disputar la gigantesca prueba, con el convencimiento profundo, más arraigado que nunca, de salir y volver a París. Janer hará compañía al santanderino Otero por carreteras francesas”.
Los problemas económicos se hicieron patentes en las primeras jornadas fruto de las dificultades para reunir las donaciones y hacerlas llegar a los corredores. De este hecho surgió una airada y curiosa polémica que encendió los rotativos catalanes durante la disputa del Tour. En un artículo en el Excelsior vasco, el periodista Jacinto Miquelarena, que había estado en Bayona entrevistando a Janer y Otero, describía las condiciones de ambos como terriblemente duras, durmiendo en “fondas de infame clase”. Recogía además unas declaraciones de Janer en las que este se quejaba de falta de recursos, lo que provocaba el malestar de la Unión Sportiva de Sans y de aquellos que habían colaborado con sus donativos. La polémica daba lugar a un cruce de cartas y acusaciones, que se pueden consultar en la edición del Mundo Deportivo del 18 de julio de 1924. Miquelarena escribía una carta abierta defendiendo sus afirmaciones:
“Nunca pude yo imaginar que las crónicas que escribí por Janer y Otero a mi regreso de Bayona fuesen interpretadas tan erróneamente por ustedes. […] Perseguí tan solo poner de relieve el mérito de los corredores españoles, luchando como hombres contra su aislamiento y su desventura. No me animaba a ello sino la admiración que sentía hacia la formidable proeza que ambos, a mi entender, están llevando a cabo por las carreteras de Francia. […] Miles de españoles, que antes apenas sabían quiénes eran estos corredores, son hoy en día, gracias a Excelsior, sus admiradores más fervientes y entusiastas”.
A lo que en el Mundo Deportivo respondió:
“Ha de saber el Sr. Miquelerena que Mundo Deportivo apareció antes que actuasen Janer y Otero y ha tenido ocasión de dar a conocer a todos los españoles quiénes son los dos routiers. […] La ingenuidad del Sr. Miquelarena, francamente ha sido recibida como un latigazo con el cual se ha premiado la espontaneidad de la región catalana ayudando a Janer, precisamente en momentos en que de ello no tenía obligación moral ni material alguna”.
Janer y Otero pertenecían a aquella clase de ciclistas que en aquellos tiempos recibían el nombre de isolés (aislados). Sin asistentes ni masajistas, sin apoyo de ningún tipo, luchando contra los elementos y teniendo que buscar dónde caer rendidos después de etapas salvajes de entre 300 y casi 500 kilómetros por las desgarradas carreteras comarcales galas y bajo la insoportable canícula estival del Hexágono francés. Completar la heroicidad de llegar a París suponía encarar todo tipo de penurias y averías, como la que obligó a Otero a caminar durante más de cuatro horas camino de Brest con la bicicleta a cuestas. Pinchazos, roturas de tubulares y todo tipo de castigos para los corredores, como muestran los más de cuarenta cambios de neumático que Janer confesaba haber realizado a lo largo de la prueba al legendario periodista catalán Narciso Masferrer.
Por si fuera poco, Otero y Janer debían enfrentarse también a las luchas y argucias de los propios competidores. Claramente descriptivas de cómo era la competición en aquellos tiempos son dos anécdotas que ocurrieron a Victorino Otero. En carreteras estrechas y desgarradas, no era fácil que dos corredores pudieran adelantarse, y en una ocasión el belga Mottiat, ganador en esa edición de la octava etapa, intentaba remontar posiciones tras una avería. Otero iba por delante de Mottiat pero, entregado a su esfuerzo, no estaba dispuesto a ceder el paso a su rival. La situación estuvo a punto de desembocar en un intercambio de puñetazos. El ciclista cántabro tuvo que soportar también las acusaciones de servirse de un coche de apoyo, con rumores que llegaban al punto de decir que Otero iba remolcado mediante un alambre que iba desde dicho coche a un corcho que el español llevaba dentro de la boca.
Jaime Janer llegó incluso a soñar con una victoria parcial en la cuarta fracción entre Brest y Les Sables d’Olonne, de 412 kilómetros, pero nunca llegó a lograrla puesto que lo que él pensaba que era la pancarta de meta resultó no ser tal.
Aquel Tour de 1924 fue dominado de principio a fin por el italiano Ottavio Bottecchia, que se convertiría en el primer corredor del país de la Bota en vencer la ronda gala, con más de treinta y cinco minutos sobre el luxemburgués Nicolas Frantz y más de una hora y media de avance con respecto al belga Lucien Buysse. Mientras tanto, los dos héroes españoles lograron superar los días de manera agónica para cruzar, al fin, la ansiada meta del Parque de los Príncipes.
Jaime Janer, trigésimo, y Victorino Otero, cuadragésimo segundo, se convirtieron así en los dos primeros españoles que lograban la, hasta entonces inalcanzable, proeza de completar los 5000 kilómetros del colosal Tour de Francia. Ellos, y antes los Javierre o Vicente Blanco, “el Cojo”, abrieron el camino de los Cañardo, Trueba, Bahamontes, Ocaña, Fuente, Perico, Induráin, Sastre, Pereiro o Contador.
Como conclusión, recuperamos la prosa épica de Narciso Masferrer en la edición de La Vanguardia del 23 de julio de 1924, que muestra la efusividad con la que los amantes del ciclismo de aquellos tiempos sintieron el logro de Janer y Otero:
“Hemos asistido en el día de hoy a la grandiosa apoteosis del famoso Tour de France que han realizado por entero y por completo dos corredores españoles, los dos primeros ciclistas españoles que logran semejante hazaña. […] en esta inmensa “randonée” reservada hasta ahora a los ciclistas franceses, belgas, italianos, se ve incluido en la lista un ejemplo de enormísima voluntad, de enormísima energía, que estoy seguro habrá de ser hoy más seguida por otros elementos que querrán renovar las hazañas poco menos que inverosímiles de estos nuestros dos colosos del ciclismo español: Janer, de Barcelona, y Otero, de Santander. Realmente ambos han realizado algo verdadera extraordinariamente olímpico.”
Escrito por Víctor Díaz Gavito
Foto: Volta a Catalunya
Estupendo artículo que, aunque eran conocidas las enormes dificultades del ciclismo de aquella época, nos llena una vez mas de admiración por los esforzados deportistas.
Buenos días. Me ha gustado el artículo. Tan solo una precision. José María Javierre, español de Huesca residente en Francia y que consiguió la nacionalidad francesa en 1915, terminó los Tour de Francia de 1909 y 1910. Saludos.