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JJOO: Carapaz es oro; lo irónico del Tour

La simple concepción de la prueba de ciclismo en ruta ofrece mucha facilidad de ganadores inesperados, de favoritos sacrificados por planes ocultos que ni los propios protagonistas son a veces capaces de anticipar. La táctica, la inteligencia, el oportunismo, pero también la valentía, la osadía, la rebeldía. Carapaz es oro. No sólo en los Juegos Olímpicos, sino en el ciclismo. El primer puesto es de su interés. Los siguientes que forman parte del cajón sólo son un consuelo con el que adornar un palmarés que a sus 28 años ya es excelso e incluye hitos como haber subido al cajón de las tres grandes en apenas dos años y haber conquistado un Giro de Italia. Casi nada. Desde ahora, dicha victoria competirá con esta medalla merecida por su arrojo y falta de miedo, algo que penaliza a tantos y tantos buenos corredores hasta el punto de hacerles parecer mucho peores de lo que realmente son.

En el día de Pogacar y Van Aert, se colaron dos hombres en una fiesta en la que a uno se esperaba más que al otro: el norteamericano McNulty, confirmando que detrás hay ciclista, y el ecuatoriano Richard Carapaz, que logró lo que mereció en el Tour: levantar los brazos y rodearse de gloria. Irónicamente, un Tour donde no encontró las piernas le ha permitido tener menos vigilancia que los nombres que han salido reforzados de la ronda francesa. La selección de Eslovenia y la de Bélgica tuvieron que llevar la responsabilidad y el peso de la carrera en los momentos cruciales para gozar al menos de la opción a la victoria, al oro, a cruzar la puerta entre el olvido y el recuerdo.

En esas saltó el de El Carchi, libre y ágil. En el tramo final un relevo intenso dejó sin armas al estadounidense que le siguió, abriéndole las puertas de la gloria para confirmarle como lo que es, uno de los mejores corredores de la actualidad. Ineos tiene un tesoro todavía por algunos años. ¿Sabrán aprovecharlo? El siguiente objetivo será la Vuelta a España, donde fue segundo y azote de Roglic, con el que se verá las caras de nuevo.

La selección española hizo literalmente aguas. Valverde y sus compañeros no estuvieron a la altura del desafío. Irónicamente (de nuevo) el quid de la cuestión bien podría ser el Tour, en este caso por abrasión. Valverde no pintaba nada en él. Nadie podrá dudar nunca de la calidad de los seleccionados. Sí del rendimiento ofrecido, algo que debería ofrecer debate interno, análisis y reflexión. Conociendo que la forma de sus ciclistas iba a estar por debajo de las selecciones favoritas, ¿no era mejor correr de otra forma? La filosofía de esperar nunca fue una buena filosofía cuando las mejores cartas no son precisamente las tuyas.

Van Aert, por su parte, fue el segundo gran protagonista. Su propuesta de carrera fue valiente e inocente e inteligente a partes iguales. No podía aspirar a controlar todos los cortes. Sólo le faltó uno, el de Richard. Fue segundo en meta pese al esfuerzo en controlar a un grupo repleto de grandes figuras ansiosas por dar sentido a toda una carrera deportiva. El belga dio la cara, buscó sus opciones y no dudó en ofrecer ciclismo. Acabó el Tour en un estado de forma aplastante que hace cada vez más urgente la pregunta que alguno de estos días tendrá que asumir Jumbo: ¿es contenible su candidatura al próximo Tour de Francia?

Mientras tanto, Ecuador vibra con un nuevo éxito de Carapaz. Es increíble lo que este ciclista ha crecido fuera de Movistar, una salida que parecía en principio iba a limitarle con tanta competencia por el liderazgo del todopoderoso Ineos. Ha sabido encontrar su hueco y desde Tokio y durante cuatro años un halo de corredor con instinto, marcando la diferencia entre aquellos que tienen capacidad de estar ahí y esos otros que llegarán a lo más alto. En este caso puede que no sea únicamente una cuestión de piernas, que también, sino de mentalidad. La suerte suele sonreír a quien no se rinde jamás. Richie lo sabe.

Escrito por: Jorge Matesanz (@jorge_matesanz)

Foto: Sirotti

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