Museeuw ganó un campeonato que se presumía muy disputado. Una enorme nómina de grandes clasicómanos y hombres de grandes vueltas con buenas prestaciones en las pruebas de un día se dieron cita en Lugano para dilucidar quién iba a ser campeón del mundo en ruta. Induráin estaba meditando su retirada y era la gran ausencia. El equipo local estaba crecido con Rominger, Dufaux y Zulle, los tres primeros clasificados de la Vuelta a España celebrada apenas unos días antes.
Suiza e Italia tomaban la cabeza en las últimas vueltas, con Chiapucci y Bugno controlando. Camenzid, que irónicamente sería campeón un par de años más tarde, también corría de forma brava para controlar la cabeza del grupo de favoritos. Gianetti también tenía buenas piernas y las aprovechó, siendo segundo en meta. Francia tenía buen equipo también, así como Bélgica tenía también corredores que podían ser considerados favoritos.
Cinco mil metros de desnivel en 260 kilómetros. Museeuw y Gianetti hicieron ventaja en el penúltimo paso. Tafi intentó darles alcance, pero ya estaban demasiado lejos y demasiado fuertes. Axel Merckx hizo muy buen trabajo de defensa de su compañero ante el avispero que eran Virenque, Bartoli y Tafi, ya cazado. El suizo y el belga se pensaban con opciones en la recta final y hasta allí llegaron colaborando. En el final se impuso Johan Museeuw, sacando incluso de rueda a Mauro Gianetti. Una victoria que venía a coronarle como uno de los mitos del ciclismo de clásicas y, por supuesto, belga.
Escrito por Lucrecio Sánchez
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