En los tiempos de los enormes autobuses de lunas tintadas, legiones de auxiliares y grandes puestas en escena, aún sobrevive a duras penas el ciclismo de furgoneta, humildad y mucha ilusión. Mientras unos esperan la salida en sus hoteles de lujo rodantes, con todos los servicios imaginables, otros hacen cola en una cafetería o gasolinera cercana para hacer sus necesidades o calentarse el gaznate. Los equipos de categoría continental pelean cada semana por lograr las escasas y valiosas invitaciones de todo tipo de carreras, en las que cada kilómetro es un premio, con la exigencia de ganar puntos y méritos para seguir compitiendo. Con menos medios, menos oportunidades, pero mucha ilusión y amor por el deporte, se afanan en romper un techo que más que de cristal es de hormigón armado.
Colarse en una fuga es casi una obligación, pasar primero por cualquier pancarta un éxito, lograr subirse a un pódium una victoria mayúscula que puede valer el futuro de tu equipo. De esto sabe más que nadie el cántabro José Manuel Gutiérrez, conocido entre los suyos como “Gallu”. Un corredor modesto al que la suerte le ha dado la espalda y que, injustamente, nunca ha podido pasar de la tercera categoría del ciclismo pese a haber hecho méritos para ello. Sin embargo, a sus 32 años el corredor cántabro sigue demostrando la máxima con la que se describe en su cuenta de la red social Twitter: “ciclista por vocación”. Tres palabras que resumen el oficio, la pasión y la modestia de estos auténticos héroes del pedal que no ocupan portadas pero que ennoblecen un deporte desigual y descompensado en favor de los poderosos.
El ciclista del Gios-Kiwi Atlántico fue uno de los protagonistas de la pasada Vuelta a Asturias vencida por Nairo Quintana. Formó junto al luso Daniel Viegas (EOLO) una buena fuga en un día de perros en la primera etapa, y resistió en solitario hasta el alto de la Colladona para sumar los puntos de primera categoría. Unos puntos que le servían para tener casi en el bolsillo el premio de rey de la montaña en la siempre exigente ronda asturiana. Un maillot que constituye una hazaña para un conjunto que pudo lucir sus colores con orgullo y hacer muchos más méritos que estructuras de categoría superior. El equipo dirigido por el gallego Enrique Salgueiro volvía a demostrar que merece con creces las invitaciones del calendario español a base de pura grinta.
Y es que José Manuel Gutiérrez podría haber saltado a profesionales en algún buen equipo de mayor categoría. Antiguo Campeón de España junior en CRI, logró ser pódium en el Memorial Valenciaga de 2012, prueba reina para la caza de talentos del ciclismo patrio. Pero no logró la ansiada oferta para cumplir su sueño. La decepción lleva a muchos a tirar la toalla y buscar otros caminos, pero ese no es el caso del ciclista de Santander. “Gallu” quería ser ciclista y lo iba a conseguir, así que no dudó en buscar aventuras allá donde fuera para poder cumplir su sueño.
Así, a mitad de la temporada 2014 lograría encontrar hueco en el conjunto rumano Tusnad. Sin mucha suerte por las lesiones, tocaba volver a esperar oportunidad, la cual llegó en otro equipo “exótico”, el Kuwait, en el que ya pudo lograr cierta continuidad y dejarse ver en cada carrera en la que pudo participar.
Buen escalador y, como buen cántabro, incansable bregador, ha podido ir logrando puestos de honor en carreras de nivel, especialmente desde su llegada al Kiwi Atlántico en 2019. En su madurez ciclista, ha ido demostrando que tiene categoría para estar algo más arriba, como hizo patente en sus buenas actuaciones en Amorebieta o Getxo. Especialmente notable fue su rendimiento en la Challenge de Mallorca de 2020, donde logró codearse con nombres importantes del WorldTour. En su mejor momento profesional, la maldita pandemia cortó de raíz su calendario. De nuevo los modestos fueron los más golpeados, viendo su calendario diezmado hasta la ridiculez, que llevaría a nuestro protagonista a realizar solamente siete días de competición en ese año maldito.
Rendirse es una palabra que no existe en el diccionario del “Gallu”, y afronta este 2021 reivindicándose como un ciclista necesario para liderar a su equipo allá donde logre competir, y como inspiración de los más jóvenes que buscan abrirse un hueco en este ciclismo despiadado. Su maillot de la montaña en el Naranco es el maillot de todos aquellos que luchan por su vocación.
Escrito por: Víctor Díaz Gavito (@VictorGavito)
Fotos: @ACampoPhoto