Ciclistas

Julian Alaphilippe: ¿Ángel o demonio?

Cuando el sabio señala a la luna, el necio se fija en el dedo, así reza un viejo proverbio oriental.

El protagonista de este artículo, Julian Alaphilippe, ha sufrido en sus propias carnes este proverbio en no pocas ocasiones. Se trata de un ciclista tocado por una varita mágica que aúna un combo de calidad y ofensividad difícil de superar, pese a ello un nutrido grupo de seguidores solo ve en él un ciclista “payaso” por su tendencia a teatralizar en carrera.

Esto último es algo que Julian tendría que corregir, pero no por ello va a perder su aureola de idolazo. Con asiduidad pecamos de buscar ciclistas clones de Indurain, que además de ser gerifaltes en el pedaleo por su forma de ser, los asociemos con el yerno perfecto. Indurain solo hubo uno, por tanto quedémonos con lo bueno de Alaphilippe, que no es poco precisamente.

El devenir de un crack del deporte está marcado por la correcta toma de decisiones y en el caso del ciclista francés, estas no han podido optimizarse más.

Por un lado ha sabido estar siempre subido al tren Lefevere, primero en el equipo filial, luego en su salto al profesionalismo y finalmente supo hacer oídos sordos a ofertas mareantes de estructuras francesas que le hubiesen llenado los bolsillos, pero que le habrían apartado del contexto ideal para brillar en su terreno: las clásicas.

Patrick Lefevere si algo garantiza al clasicómano top en el largo plazo son resultados. Como Julian no se bajó del barco de Quick Step su palmarés cada vez es más excelso.

Por otro lado, Alaphilippe ha podido evitar la tentación de intentar convertirse en un hombre Tour. Decisión de un mérito tremendo ya que en una edición de la ronda gala no solo fue actor principal sino que llegó a hacernos dudar con el y si … ¿Sí? Pero sabiamente se dio cuenta de que el quinto puesto en la general final del Tour es su tope. Desde entonces cada vez que ha acudido a la mejor vuelta por etapas ha sido con unos objetivos acordes con su motor —clasificaciones secundarias y etapas—.

Mi empatía con este corredor se remonta a sus inicios en el profesionalismo. La Ride London Classic discurre por el circuito olímpico de 2012, un recorrido que con asiduidad depara un sprint numeroso. Pero hete aquí que en 2014 la carrera se disputó bajo una cortina de lluvia y nos dejó una selección de apenas cinco corredores en la que se metió nuestro protagonista. No pudo ganar la carrera, la victoria fue para Adam Blythe, pero la performance de Alaphilippe me llamó poderosamente la atención. A la conclusión de la prueba londinense me dije para mis adentros: aquí hay un pata negra.

Una vez que pones el ojo en un corredor lo primero es indagar su pasado: ¿Dónde destacó previamente? En la actualidad, aparte del Benelux, Francia es uno de los países donde el ciclocrós tiene más peso. En esta disciplina ciclista Julian destacó en categorías inferiores y de este modo logro dos entorchados nacionales y un subcampeonato mundial. Este periodo de competición en el mundo del barro perfeccionó su destreza en la bicicleta, que ha hecho de él uno de los corredores más hábiles sobre una bici y uno de los mejores bajadores del pelotón rutero.

En 2015 mi feeling con Julian aumentó ya que en una porra ciclista entre amigotes me gasté una generosa parte del presupuesto en ficharlo, no fueron pocas las burlas: “¿cómo te gastas tanta viruta en un tío así?” Finalmente fue una adquisición totalmente amortizada por su gran campaña, con puestazos como un segundo puesto en Lieja-Bastoña-Lieja.

Alaphilippe por entonces ya era una estrella pero le faltaba rematar, por mor de esta sequía anotadora aconteció otro momento inevitable para el corredor inmaduro que cosecha grandes resultados, pero al que se le resiste la victoria: ser tildado de segundón. Era evidente que lo que hoy eran tiros al palo y golpes de rabia al manillar mañana serían victorias y así aconteció en 2019. En esa temporada dio el verdadero salto al olimpo del mundo del pedal con un ejercicio ciclista de ensueño al llevarse a la buchaca Milán San Remo, Strade Bianche y Flecha Valona junto con su citada gran actuación en el Tour de Francia.

Inició así una fase comeniños en la que le salía absolutamente todo y no solo a lomos de una bicicleta, ya que en este periodo gestó su romance —que desembocó en matrimonio — con la musa ex-corredora Marion Rousse. Si existe un momento que resuma toda esta fase ganadora es uno en el que Alaphilippe aparece en el asiento de copiloto del coche de Quick e inicia una danza de brazos al son del Stayin´Alive de los Bee Gees.

Posteriormente, si algo le ha faltado es regularidad, pero en cambio ha perfeccionado la puesta a punto en los días marcados con una X. Es por ello por lo que ha conquistado los dos últimos maillots arcobalenos, el último con un hecho que no se producía desde 1995 con Abraham Olano —para el caso anterior habría que remontarse a 1984 con Criquielion—  que es que el campeón del mundo de ciclismo forje su victoria con un ataque en solitario antes de cruzar la línea de meta por penúltima vez.

Que Julian es un corredor con luces y sombras y las segundas en ocasiones pueden ser desesperantes, Correcto; pero a mí dame antes un Alaphilippe que un ciclista de exquisita conducta pero totalmente gris.

Escrito por: Miguel González (@gzlz11)
Foto: A.S.O./Gautier Demouveaux 

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