Después de un desafortunado descenso de categoría que dejó patente grandes lagunas en las estrategias de la dirección del equipo, el Lotto belga encara un decisivo proceso de reconstrucción. Con la llegada de un nuevo copatrocinador con nombre casi profético, Dstny, toca soportar el peso de la historia de un conjunto lleno de tradición bajo la bandera del país donde el ciclismo trasciende el deporte para convertirse en patrimonio nacional. Un año en el que a la pérdida de categoría se unen la marcha de corredores bandera como Tim Wellens (rumbo a UAE) o Philippe Gilbert (retirado) y la renovación en los órganos directivos tras la salida del actual CEO, John Lelangue.
Mientras el conjunto lotero sigue en búsqueda de cabeza ejecutiva (candidatos como Axel Merckx han rechazado la propuesta de tomar las riendas de la estructura), la gestión deportiva ha recaído en las manos de un exciclista que conoce a la perfección la filosofía y mentalidad del equipo, Kurt Van de Wouwer.
El amberino, nacido en Herentals en 1971 es lo que se puede denominar un “hombre de la casa”. Como ciclista acumuló la mayor parte de su carrera deportiva en el equipo que le dio la oportunidad de tomar la alternativa en el circuito profesional. Y una vez retirado ha ido quemando etapas en la asistencia y dirección deportiva, tomando primero las riendas de los equipos femenino y sub23, una de las piezas claves de la filosofía Lotto.
En su etapa a lomos de la bicicleta Kurt Van de Wouwer fue un ciclista muy del estilo de la casa. Un corredor capaz de superar con bastante buena nota las altas cimas y especializado en la media montaña y las cotas ardeneras. Sin embargo, algo también muy de la casa, debía conformarse con labores de gregario de lujo o de digno puestometrista, a falta de ese colmillo ganador que caracterizaría a algunos de sus compañeros, como Rick Verbrugghe, Mario Aerts o Frank Vandenbroucke.
Sus únicas victorias las lograría en el mítico Circuito Montañés, que se anotaría en 1997, temporada en la que también lograba dos triunfos en Alemania, en el prólogo y una etapa de la Hofbrau Cup, todas ellas con el maillot del Vlaanderen 2002. Una buena temporada que le valdría el regreso al equipo grande de Lotto, donde seguiría haciendo gala de su regularidad.
Una regularidad que le llevó a ser un fijo en el top20 del Tour de Francia en los estertores del pasado siglo, años en los que el ciclismo iba a otra velocidad. En los años entre 1998 y 2000 se convirtió en uno de esos corredores que siempre “estaba ahí cerca”, pero nunca lo suficientemente cerca.
Sin embargo, en un equipo donde las generales nunca han sido una apuesta real (solo Jurgen Van den Broeck tuvo opciones reales de brillar en grandes vueltas), su papel acabaría estando al servicio de los clasicómanos y caza etapas. Así se acabaría su periplo por el Tour, cambiando su calendario en 2002 para correr el Giro junto a Verbrugghe. Quizás esa ausencia en el Tour fuera una de las razones por las que abandonaría el equipo rumbo al Quickstep, donde se reencontraría con un Vandebroucke ya en decadencia. Con el genio y juguete roto belga completaría sus últimos años en el ciclismo, siguiéndolo al Mrbookmaker.com y al fallido proyecto de Unibet antes de colgar la bicicleta.

El reto de Van de Wouwer en la dirección deportiva es grande. La temporada 2023 se antoja básica para el equipo, que pese a haberse caído del WorldTour tendrá opción de participar en las tres grandes y en todas las clásicas. Asentar las bases del Lotto del futuro con ciclistas que conoce perfectamente desde muy jóvenes, como Arnaud De Lie (que será la piedra angular del proyecto), Florian Vermeersch o Maxim Van Gils, se antoja clave. Caleb Ewan, en busca de alejarse de esa especie de gafe en la que parece sumido, y la veteranía de los De Gendt o Campenaerts, ayudarán a no pasar apuros para garantizarse de nuevo invitaciones a las mejores carreras en temporadas venideras.
Lotto-Dstny necesita escribir su nuevo destino. En un ciclismo donde las diferencias estructurales y presupuestarias siguen creciendo (gracias, querida UCI, por nada), un conjunto de cantera como el belga tendrá que seguir buscando el equilibrio entre la apuesta por el desarrollo de sus jóvenes y el hecho de que muchos de ellos sean pescados por los voraces tiburones del WorldTour antes de que lleguen a la superficie. 2023 debe marcar el camino de un equipo con demasiada historia y simbología a sus espaldas como para echarse a perder, y Kurt Van de Wouwer será uno de los encargados de marcar ese nuevo rumbo.
Escrito por Víctor Díaz Gavito (@VictorGavito)
Foto: Andre Miltenburg, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons