La primera vez en las Olimpiadas fue con 22 años. Acababa de comenzar casi en el ciclismo y la verdad es que me cogió todo por sorpresa. Nunca imaginé que iba a ser seleccionada. En aquella época todavía el deporte español tenía mucho que desarrollar y en algunos deportes no había entrenadores, así que trajeron algunos de países del este. En el caso del ciclismo trajeron a tres soviéticos y con ellos se entrenó muy duro. La metodología rusa consiste en tirar un cartón de huevos contra la pared. El que no se rompe era el que iba a los Juegos Olímpicos. Así gané mi plaza. Fue una de las supervivientes. Al final quedamos las tres que íbamos a participar.
En 1996 no fui. Tuve un problema el año anterior con Ignacio Labarta. Protesté por no recibir las féminas una ayuda para acudir al Mundial de Duitama que sí recibían los hombres. Por ese motivo no fui seleccionada para Atlanta. En los Juegos de Sidney corrí una prueba de pista y la contrarreloj en carretera. Había preparado muy bien la prueba de puntuación y así fui campeona del mundo en 1998. En el momento de la verdad nos falló la táctica. Intentamos sacar vuelta para ganar la carrera, que era como era entonces, pero no hubo posibilidad. Llegué escapada, pero a mitad de vuelta, no me dio tiempo a doblar. Me hubiese apetecido correr la prueba en línea. Siempre me gustó más la carretera que la pista. En contrarreloj hice buen Mundial en Lisboa (2001). Ya en Atenas me despedí de los Juegos.
Las Olimpiadas son unas carreras especiales. La tendencia está cambiando. El Tour y el Mundial quizá estén un escalón por encima, pero ya se está dando valor a los Juegos y muchos ciclistas están empezando a tomarlos en consideración. Incluso en otros deportes. Se celebran cada cuatro años, representas a tu país y juntar a todos los deportistas de todas las modalidades es algo espectacular. Y único.
Me arrepiento de no haber aguantado hasta las de 2008. Me retiré porque, además del cansancio mental, llevaba un desgaste muy grande debido a la lucha por la igualdad. Se juntó con un problema de salud familiar y ya no pude soportar tanto ajetreo. En Pekín me hubiese gustado estar porque físicamente estaba muy bien. Cuando ves a Kristin Armstrong conseguir el oro con 43 años te acabas preguntando si no hubiese sido capaz de estar ahí y hacer un buen papel. A las mujeres el paso del tiempo no nos hace rendir menos, al revés. Quizá el aspecto psicológico sea diferente.
Texto y foto: Dori Ruano
Incluido en el nº5 de High Cycling (especial Vuelta)