Esto que vierto aquí es una simple opinión. Reconozco que en la vida existen muchos puntos de perspectiva y las situaciones normalmente conllevan de cerca muchas más aristas de las que desde lejos nos imaginamos. Por ello a través de esta reflexión no pretendo ningún tipo de malinterpretación, sino más bien una expresión de un pensamiento sobre el que llevo un tiempo rumiando y que tras una conversación reciente sobre el tema me he decidido a plasmar en un artículo, por si a alguien le resulta de interés.
Es bien conocida la tendencia de los ciclistas de élite actuales a explotar en épocas tempranas de su carrera. Ganadores de Tour incluidos. No es de ahora que los ciclistas de apenas 21-23 años toman el mando y el protagonismo del ciclismo mundial hasta que poco a poco su llama se apaga. Nairo Quintana, Andy Schleck, Alberto Contador… todos ellos vivieron sus carreras de más a menos, cuando en los ciclismos anteriores hemos visto por lo general una tendencia más bien contraria, donde los corredores de 23 años iban poco a poco ganando peso y relevancia hasta que se hacían incontestables, líderes naturales. Le pasó un poco a Vincenzo Nibali, que tampoco es tan lejano en el tiempo. Se fue cocinando hasta estar listo y protagonizar unos años de éxito ubicados en ese espectro que va entre los 25 y los 30.
Los tiempos cambian y las nubes se levantan. Tadej Pogačar gana el Tour de Francia del año 2020 con apenas 21 años. Los hashtags, las miradas críticas del ciclismo tienden a ver con buenos ojos esta evolución, pero hay una cuestión meramente física y es que los ciclistas profesionales a lo largo de la historia han protagonizado en plenitud de unos seis o siete años, y eso en los casos más optimistas. Si tomamos el ejemplo de Miguel Induráin, estuvo en su mayor apogeo entre los años 1991 y 1996 si queremos, pudiendo estirar el periodo por delante o por detrás. Son aproximadamente seis años de pleno rendimiento.

¿Y si nos vamos a Merckx? Entre 1968 y 1974 logró el gran grueso de victorias importantes, lo que arroja un periodo de siete años. Hablamos del considerado mejor ciclista de la historia. Si aplicamos esa cuenta al corredor esloveno del UAE, estaríamos hablando de que con 28 años sería un ciclista en decadencia. Obviamente hay casos extraordinarios como los de Raymond Poulidor, Joop Zoetemelk o Alejandro Valverde, que han mantenido un nivel muy alto durante un periodo de plenitud más amplio. Con sus matices, por supuesto. ¿Está el ciclismo preparado para afrontar carreras que potencialmente podrían terminar a los 30 años de edad? ¿Están los ciclistas de hoy listos para este posible factor?
Lógicamente, es una suposición basada en experiencias anteriores. Cada organismo es un mundo, más ahora que la alimentación, los kilometrajes, los descansos y traslados, además de materiales y fórmulas de recuperación han avanzado mucho. No dudo que físicamente un portento como Tadej (por focalizar en un corredor top) pueda romper barreras y moldes, pero no hay que dejar atrás el impacto psicológico de todo esto. ¿Qué ha pasado o pasa con Peter Sagan? ¿Es el mismo que cuando tenía 23 años? La respuesta es obvia: no.
Y yo me pregunto, ¿por qué no ha mejorado su rendimiento por encima de los treinta en las carreras en las que supuestamente se gana ese plus con los años como son las clásicas? Esta es una deducción personal, pero creo que obedece simplemente a que el nivel de intensidad al que el ciclismo de élite te obliga es un tren que se resiste durante una serie determinada de temporadas. No a nivel físico, sino a nivel psicológico. La presión del día a día, la presión de verte en boca de todo el mundo, la gestión emocional de momentos duros que te regala el mundo de la bicicleta, que los hay y muchos, como bien sabe todo aquel que monta en ella y que el que no también se imagina.

La tendencia va hacia ahí, hacia carreras cortas, intensas y que adelantan su marco de plenitud. Bien. Aquí es donde entran los managers en juego. Su capacidad para ir colocando a ciclistas en equipos de élite cuyo mejor patrimonio deportivo (o único) es la edad es cuanto menos peligroso. Despoblar ese paso intermedio entre la categoría juvenil y la de élite es un salto al vacío que en muchos casos no tiene vuelta atrás. ¿Qué va a ser de los equipos de formación si nos saltamos todos esos pasos intermedios? ¿Convergerán en crear una categoría master para profesionales que a los 30 años ya estén hartos de la competición al más alto nivel? ¿Es el burnout reversible? Hay teorías que empujan a pensar que no.
Obviamente el ciclismo, como ser vivo que es, evoluciona, cambia. O lo hacen cambiar, como se prefiera. Y hay que adaptarse, que es uno de los principios vitales y básicos de todo ser vivo. Adaptarse o morir, dicen. Pero conduzcamos el ciclismo hacia un lugar sensato y donde haya un largo plazo próspero, sin dejarse embaucar por las prisas y las ansias del corto plazo, ni por los intereses de personas que legítimamente intentan hacer su trabajo, sólo faltaba. Lo que debería ser una excepción como es el paso directo del juvenil al élite no debería convertirse en una norma.
Lo que tampoco se debería permitir es que hubiese ciclistas que acepten ese paso a la categoría élite, compitan todo el año con los corredores de máxima categoría y después puedan acudir a competiciones con la categoría, por ejemplo, sub-23. ¿Qué sentido tiene? Ha sucedido y sucede, con unos resultados además que tampoco son muy alentadores.
Escrito por Jorge Matesanz
Foto de portada: ASO / Charly López