Historia

La de ‘Perico’ en Luxemburgo (Tour de 1989)

En 1988 Pedro Delgado ganó su Tour de Francia. Tras haber sido segundo en 1987, ya no le quedaba más que aislarse del infortunio que le había rodeado en la ronda francesa y convertirse en el tercer ciclista español en subir a lo alto del podio de París, el primero en hacerlo en los Campos Elíseos. Esa victoria no le eximiría de otros incidentes como este de Luxemburgo, donde el segoviano partió en la contrarreloj inicial con casi tres minutos de retraso desde la rampa inicial. Un suceso que le descentraría durante esos primeros días y le haría perder las opciones de revalidar su título en París.

Aún así, fue de los más fuertes y alcanzó en su remontada particular la tercera plaza del podio. Un tercer puesto que junto al segundo y al primero le hacía entrar en el selecto club de ciclistas que han sido capaces de pisar los tres escalones del cajón en el Tour. En la montaña fue de los más incisivos, pero quedó lejos de Fignon y LeMond, que con su batalla acabaron por eclipsar totalmente la actuación de Delgado y absolutamente todo lo demás.

Pedro venía de ganar el Tour, sí, pero también la Vuelta a España, victoria para la que sufrió un mes de abril repleto de ataques de colombianos y polémicas con la ayuda del ruso Ivanov en la última etapa de montaña, por la sierra de Guadarrama. Una ayuda que según las voces de la época pudo haber sido decisiva a la hora de salvarle del demoledor ataque de Fabio Parra en la subida a Navacerrada. Un buen Delgado, pero no el mejor. Eso sí, dejaba a las claras que su nivel competitivo estaba listo para ser puesto en marcha en el Tour.

Llegó el mes de julio y el Banesto alineó un equipo a la altura, con el joven incipiente Miguel Induráin, que tuvo que abandonar en la etapa de los Lagos, en la Vuelta, para ser el gregario principal en la montaña. El navarro ganaría la etapa de Cauterets y comenzaría a visibilizar su poderío en una carrera como el Tour. Sin embargo, en la salida fue un gregario más, nadie prestaba atención a nadie que no fuese Pedro Delgado Robledo, el dorsal número 1.

En esa salida de Luxemburgo se había dispuesto una contrarreloj individual de apenas ocho kilómetros. Erik Breukink impuso su clase en la disciplina y Perico protagonizó no sólo la anécdota del día, sino del Tour completo. Según él, se despistó y después no fue capaz de sortear las vallas para acudir a la línea de salida. Ello le hizo llegar a la rampa con algo menos de tres minutos. El tiempo empezó a contar, por lo que serían ocho kilómetros a tope con el único afán de tapar en la medida de lo posible el ridículo, el absurdo. Nadie podía creer lo que acababa de suceder.

En meta perdió algo más de tres minutos, dentro de lo malo se dio por buena carrera la del segoviano. El problema vino al día siguiente, tras un doble sector que contenía una primera etapa llana y una crono por equipos de más de 46 kilómetros por la tarde. La ansiedad y el aspecto psicológico pasaron factura a Delgado y su equipo, que tuvo que esperarle. Reynolds fue último en la meta y se daba ya por sentenciado al escalador español de cara a la clasificación general.

Y así fue. Un problema en el prólogo que le hizo ir arrastrando la culpa hasta que desconectó y se centró en buscar sensaciones y disfrutar atacando, buscando sus oportunidades. Pudo hacerlo y remontar posiciones, pero siempre quedará la duda de qué podría haber pasado de no haber existido aquel grave despiste que le pudo costar un Tour de Francia.

Hay teorías de todo tipo para ese despiste. Desde el mero accidente hasta que no fue nada casual. En tertulias es fácil encontrar alguien que escuchó en su día que fue una sanción encubierta por la organización debido al positivo del Tour 1988 y que tanta polémica trajo (probenecid). Como no hay pruebas de lo contrario, nos quedaremos con la versión oficial, la que añade más mística a un ciclista que dio tanta gloria al ciclismo español como disgustos a sus aficionados con sucesos de este estilo.

Escrito por Lucrecio Sánchez

Fotos: Sirotti

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