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La década de Nairo Quintana (2014-2017) -parte II-

La década de Nairo Quintana (2012-2013) -parte I-

El Nairo Quintana que inicia la temporada 2014 es ya una mega estrella a nivel mundial. Su país, Colombia, se echó a las calles y a las redes para festejar la gran vuelta del ciclismo colombiano a la élite internacional. Por si fuera poco, la temporada comenzó de forma inmejorable para el de Boyacá, haciéndose con la victoria en el Tour de San Luis, en Argentina. Las sensaciones eran fantásticas y en torno al Movistar Team existía un cierto tono de optimismo con haber encontrado por fin un líder que les diera respuesta en el Tour de Francia.

Era su año, tenía que serlo. Los ciclistas tienen una carrera deportiva de tiempo limitado, más aún lo es su tiempo en la cúspide, en la cresta de la ola. Nairo Quintana estaba surfeando bien arriba de ella.

Pocas veces un subcampeón de Tour iba a despertar más simpatía que el vencedor. Y más repercusión. Froome era el justo vencedor, fue mucho más fuerte y más completo que su oponente, pero nunca se le aceptaría igual en Gran Bretaña. El reciente éxito de Bradley Wiggins eclipsó por completo a un corredor que según los aficionados de su propio país no era igual, ni siquiera en su condición de británico puro por haber nacido en Nairobi y haberse desarrollado durante partes de su vida en Sudáfrica.

Nairo Quintana asciende en solitario a Val Martello para conquistar la maglia rosa del Giro de Italia 2014 © Sirotti

Nairo Quintana, además, era adoptado con simpatía por los aficionados españoles, en previsión de una época oscura y mucho menos brillante que los años anteriores. Esa adopción nunca fue entendida así por los aficionados colombianos, que siempre recriminaron a Movistar la forma de gestionar al ciclista. Como si en España no se criticase todo lo que hace el equipo capitaneado por Eusebio Unzué. Un escalador candidato a ganar el Tour, algo que todavía no era tan común como lo es hoy con el desdén por parte de los organizadores por las cronos.

En can Movistar se decidió que era un año todavía de transición, que el gran Nairo todavía estaba por llegar y con esos cálculos conservadores que suelen realizar en cuanto al entusiasmo por las jóvenes promesas, pensaron que era año para intentar el doblete Giro – Vuelta. Y así se programó. En el Tour se esperaba la furia de Froome, así como un regreso en mejor estado de Contador y la presencia de otros candidatos a los que batir.

El Giro siempre había sido más sencillo por tener una participación más limitada, y la Vuelta era en casa, un objetivo precioso recuperar el recuerdo de Lucho Herrera y hacer historia junto a Quintana. El Tour, por tanto, quedaba fuera del calendario de la estrella colombiana.

Las carreras de preparación fueron satisfactorias. Perdió la Tirreno-Adriático ante Alberto Contador en el muro de Guardiagrelle, tras el Passo Lanciano y una ofensiva maravillosa del español al que el de Movistar no pudo contestar. Nairo fue mostrando buen nivel y partió de Belfast con la vitola de favorito número uno. La ausencia del dorsal 1, Vincenzo Nibali, y la única oposición italiana por parte del emergente Fabio Aru le dejaba en frente de un compatriota con el que rivalizaría por ganar la maglia rosa: Rigoberto Urán.

El también colombiano comenzó con mejor pie y gracias a su actuación en la crono, se puso por delante. De ahí en adelante, el de Movistar se percató de que iba a ser una empresa muy complicada. Urán se encontraba en la forma de su vida y le había llegado el momento. Era su Giro tras haber sido 2º el año anterior, aunque a años luz del rosa.

Imagen de la bajada del Stelvio en la que Nairo Quintana obtuvo ventaja © Sirotti

Entonces llegó el día ‘D’. Gavia, Stelvio y Val Martello. Una etapa que se tuvo que suspender doce meses antes y que regresaba para ser la etapa reina y decidir el Giro. El problema es que lo hizo de una forma bastante polémica. La niebla en la bajada del Passo dello Stelvio obliga a la organización, toda vez que en la subida la batalla fue escasa, a decretar bandera roja y neutralización de la carrera en este tramo. Ese momento, entre la confusión y la pillería, fue aprovechado por Gorka Izagirre para lanzarse en el descenso con Nairo Quintana a rueda.

El colombiano ha demostrado a lo largo de su carrera esa inteligencia de saberse mover en el gran grupo, no cabe duda. Ante la pasividad del pelotón, retenido por la bandera roja de las motos, el grupo de escapados fue abriendo ventaja. El Giro, en un alarde de oportunismo, retiró el tweet donde anunciaba el parón de la carrera y aceptaba la ventaja de los dos Movistar. Urán estaba perdiendo la maglia rosa por el conocido ‘Stelviogate’. Una jugada maestra que no debió ser permitida, pero que la organización aprovechó para que el favorito no sólo en las apuestas sino en la propia dirección, diese la vuelta a la situación.

En la cronoescalada al Monte Grappa, Nairo Quintana abrió más distancia sobre un Rigoberto Urán que aceptó deportivamente la derrota, pero al que, como a todos los aficionados, le pareció un movimiento bastante cuestionable.

En el Zoncolan no hubo manera de desbancarle y en la meta de Trieste, Nairo se proclamaría campeón del Giro de Italia, siendo el primer ciclista colombiano en lograrlo. Una auténtica gesta que le llenó de parabienes y al mismo tiempo demostró la salud del ciclismo en su país, encabezando las dos primeras plazas del podio.

Después de un periodo de descanso, regresó en la Vuelta a Burgos (con victoria), ya en el mes de agosto, para encarar el segundo reto de la temporada, la Vuelta a España. Comenzó bien la carrera para Movistar, con un superlativo Valverde dando una buena exhibición en Cumbres Verdes. El colombiano resistió la rueda de todos los capos y se disponía a tomar las riendas de la carrera en la cima de Valdelinares.

Contador fue el más activo y Quintana el más listo, saliendo de esa cima de rojo. Otro gran día para Colombia, pareando el liderato de nuestro protagonista con la victoria de su amigo Winner Anacona. El de Movistar se iba al día de descanso con la roja en el bolsillo, pero poco le durarían las alegrías.

La contrarreloj de Borja tenía casi 37 kilómetros divididos en dos partes evidentes: una primera subida y su bajada, y después terreno plano en sentido descendente para que los contrarrelojistas se luciesen. El líder sufrió una aparatosa caída en la que estuvo bien cerca de abandonar la carrera.

Sucedió en la parte del descenso y entre todo el caos y la propia inercia de la crono, Alberto Contador le había arrebatado el liderato. No era para menos, ya que 4′ fue una pérdida muy importante. Era obvio que el boyacense tenía problemas para continuar en carrera y abandonó al día siguiente. El sueño de la Vuelta se apagaba y tocaba pensar en la temporada siguiente.

Nairo Quintana ataca a Contador en el Passo Lanciano © Sirotti

El año 2015 presentaba un Tour sin más contrarreloj individual que un prólogo de unos 15 kilómetros de longitud. Una crono por equipos al noveno día y se acabó. Las últimas etapas competitivas finalizaban en La Toussuire y Alpe d’Huez, por lo que se trataba de un recorrido ideal para Nairo Quintana. Esta vez no perdonó en Tirreno Adriático y firmó una primera mitad de temporada bastante regular e interesante.

En el inicio en Utrecht apenas cedió diez segundos con Froome, su gran rival. El peor día del Tour había sido salvado. Sin embargo, al día siguiente iba a ceder minuto y medio en un corte que salvaron la mayoría de los favoritos. Fue el día clave para sus aspiraciones. En los Pirineos el británico no tuvo rival, con una exhibición que todavía se recuerda. Los ecos del Mont Ventoux resonaban con toda la fuerza.

En los Alpes, en cambio, equivocó la estrategia. Movistar tenía interés en que Alejandro Valverde, que luchaba la opción de podio con Vincenzo Nibali, obtuviese la tercera plaza, por lo que planteó la carrera de forma en que no se corriese ningún tipo de riesgo. En la etapa reina que concluyó en La Toussuire, donde Óscar Pereiro se vistió de amarillo en 2006, el colombiano atacó a cinco kilómetros de la meta.

Obtuvo réditos, sí, pero insuficientes para lo que dio la sensación de haber podido obtener. Al día siguiente, en Alpe d’Huez, se vio un interesante ataque a dúo en la Croix de Fer en el que tanto Nairo como Valverde se marcharon por delante. Froome supo reaccionar junto a su equipo y puso remedio a tal ofensiva. En las 21 curvas, Nairo Quintana junto a Anacona, que estaba en la escapada, pusieron supuestamente contra las cuerdas a Froome, que ascendía ajeno con la vista en su pulsómetro y rodeado de sus compañeros.

Gesto de Nairo Quintana al coronar Alpe d’Huez © EFE

De nuevo segundo, imagen que enseñó al mundo en un gesto en la llegada a Alpe d’Huez con el símbolo de la victoria o bien el dos de segundo. No se sabe bien y no fue aclarado el por qué. Movistar completó el podio con Valverde y todos contentos. Eso sí, Quintana se hizo con la montaña y de nuevo con el maillot al mejor joven. Un premio menor para un ciclista que estaba luchando por el #sueñoamarillo que tanta ilusión arrastró en Colombia. Tocó correr la Vuelta como premio y apenas lució, pese a que finalizó cuarto en la clasificación general y buscó sus oportunidades. Pero no era ni mucho menos el ciclista que corrió el Tour.

En la Vuelta sí iba a destacar en 2016. Tras una primavera espectacular donde encadenó Volta Catalunya, Tour de Romandía y Route du Soud, se presentó en el Tour de Francia con más esperanzas que nunca. Froome era más alcanzable, pero no supo entenderse consigo mismo para encontrar un golpe de pedal diferencial y acabó por subirse al podio en el tercer peldaño por detrás de Romain Bardet. Aquella bajada del Peyresourde donde el colombiano miró atrás ante un ataque de Froome definió a las mil maravillas la situación.

En la Vuelta sí iba a acudir con todo el arsenal. Tras unos días por Galicia, Nairo Quintana consiguió una victoria moral en la mítica subida a La Camperona. En las rampas leonesas se elevó sobre sus pedales para contestar y sobrepasar un ataque de un rabioso Alberto Contador. Allí se vistió de rojo. Un rojo que cedería por un día a David de la Cruz, ganador en el Naranco ovetense, y que recuperaría tan sólo un día después con una magnífica victoria en los Lagos de Covadonga. Liderato que consolidó en Peña Cabarga tras aguantar los salvajes ataques de Chris Froome, ansioso por conseguir su primera Vuelta.

Los Pirineos aguardaban con una etapa temida con meta en el Aubisque tras cuatro durísimos puertos. Los ataques fueron por parte del colombiano, que necesitaba una renta mayor para afrontar la última contrarreloj, ubicada en Calpe. No pudo soltar al británico, que demostraba estar decidido a resistir para vencer por fin en su carrera favorita. Después de los puertos franceses llegaba una etapa más suave y presuntamente más dócil. Sin embargo, Formigal iba a ser el escenario donde se iba a decidir la suerte de aquella edición de La Vuelta.

Una arrancada de salida de Alberto Contador rompió en mil pedazos el grupo. Con él se filtraron los Movistar, sus compañeros de equipo y faltaban… los Sky y Chris Froome, el gran favorito. Una persecución hermosa durante toda la etapa que dio con Nairo Quintana sentenciando la carrera y Froome cediendo en la meta aragonesa cerca de tres minutos. La crono fue para el británico, que en la etapa de Aitana lo intentó de todos los colores. Sin éxito. Nairo Quintana había conquistado la Vuelta para Colombia por segunda vez, casi treinta años después de Lucho Herrera.

Nairo Quintana sentenciaría la Vuelta de 2016, la segunda para Colombia, derrotando a Froome © Sirotti

Una machada que iba a afectar su calendario de 2017. El Giro de Italia aparecía de nuevo en su horizonte y la grande que iba a quedar fuera esta vez era la Vuelta. El doblete con el Tour era el objetivo, si bien primero había que roer la ronda italiana, que no era nada fácil. Era el gran favorito, viniendo además de pasearse en Volta a la Comunidad Valenciana, la Tirreno Adriático de nuevo o la Vuelta Asturias. Por si fuera poco, se impuso con autoridad en la primera llegada en alto.

Una moto tiró de un plumazo a Geraint Thomas y Mikel Landa, que podían haber sido duros rivales. No obstante, una lectura más cercana de carrera permitió ver a un Tom Dumoulin que clamaba venganza de la Vuelta 2015, donde fue derrotado por el Astana de Aru.

En la siguiente llegada en alto se repitió el esquema, con Nairo atacando bien y a la distancia adecuada. Pero Oropa no sería Blockhaus, mucho más suave el primero, ni Dumoulin iba a permitir alegrías. El neerlandés dio alcance al colombiano y le batió en meta con una fuerza descomunal. Fue un palo psicológico importante. Durante todo el Giro el líder del Movistar fue a contrapié ante un rival que se demostraba intratable. Cedía un poco en montaña, sí, pero después recuperaba bien en otros terrenos.

El día más recordado fue el de Bormio, donde justo antes de empezar el Passo del Umbrail, a la sombra del Stelvio, el líder se paró a un lado de la carretera a hacer sus necesidades. Todo con la carrera lanzada. Salvó la situación, como lo hizo en la última etapa de montaña, en la que Nairo Quintana logró el liderato. Pero faltaba una última etapa que era una contrarreloj. Y en ella voló el líder del Sunweb para arrebatar al colombiano el que iba a ser su segundo Giro de Italia.

El Tour no fue nada fácil para Nairo, ya que quedó tocado física y moralmente del mes de mayo. En los Pirineos, ya eliminado de la lucha por la general, intentó entrar en las fugas suicidas de Alberto Contador. Sin embargo, sus piernas no marchaban. Se puede decir que aquel Giro marcó la carrera del ciclista de Movistar hasta el punto de suponer su último podio en una gran vuelta.

Escrito por Lucrecio Sánchez

Foto de portada: Sirotti

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