Tras su fichaje por el equipo galo de Arkea, parecía un nuevo renacer para Nairo. El ciclista colombiano se volvía a levantar sobre los pedales tras un periodo último en Movistar donde el conjunto español necesitaba y quería la marcha de la que había sido su bandera durante tantos años. Un final agridulce con final feliz, ya que era darle una nueva oportunidad de reinventarse a un campeón como el vencedor de dos grandes vueltas como el Giro y la Vuelta y podio y gran rival del tirano de la época en el Tour. Por no hablar de su gran palmarés.
En su nueva escuadra todo empezó yendo sobre ruedas. Un Quintana muy delgado y fino ganó en la cima del Chalet Reynard en el Tour de la Provenza, dando miedo de cara al mes de julio, como siempre, su gran objetivo. Parecía que podía ser su renacer, una forma de convertirse en el ave fénix y retomar así su relación con el éxito. Sin embargo, la pandemia tiró al traste todas esas buenas sensaciones, con la suspensión del calendario y la acumulación de las carreras al final de la temporada. Su golpe de pedal no era el mismo entonces. Se perdió una ocasión única de recuperar los últimos vestigios de un campeón como él. Al menos contando con él como una baza para pisar el podio de París.
El nuevo Nairo Quintana, quizá el último, ha reconducido sus objetivos y los ha diseñado conforme a su estado de forma actual. Los días de pelear con los grandes en el cara a cara pasaron a mejor vida (es natural después de tantos años haciéndolo), así que es momento de dedicar los esfuerzos a buscar victorias de etapa, donde hay que reconocer que siendo un ciclista ganador tiene mucho que decir, y lucir el maillot de la montaña por toda Francia.
Un jersey que ya adquirió para sí en su primer Tour de Francia, aunque en aquella edición, al ser también el mejor joven, no pudo lucirlo y degustarlo como a él le hubiese gustado. Ahora que el blanco de los menores de veinticinco es algo pretérito, rememorar a Lucho Herrera y los famosos ‘escarabajos’ es una buena opción. Llenar de gloria y aplausos los bolsillos. Si algún día las piernas no responden como se pensaba, nadie lo criticará. En cambio, intentando estar con los mejores día tras día para conseguir un gris top-ten lo único que iba a garantizar a Nairo era un esfuerzo grande para una recompensa pequeña y crítica constante por los días que fueron y no volverán. De este modo, asume un rol que puede afrontar. Mucho más digno y justo para una trayectoria como la suya.
En un futuro tal vez debería ir dando de lado al Tour, donde cada mes de julio se reúnen los mejores ciclistas del planeta, y darle una oportunidad a las otras dos grandes con un plan de actuación parecido. Un homenaje a sí mismo para dejarse ver en su territorio predilecto y que los fans de ambos países puedan dar el aplauso que Quintana se merece. Una estrategia que ya intentó su equipo este mes de mayo con el Giro, pero la organización de la corsa rosa desestimó su solicitud de participación y Nairo se vio abocado a Francia de nuevo.
Quintana y su codo, un mito que linda entre lo cómico y lo entrañable. Incluso en ello ha ido mostrando querencia por mirar más hacia delante y menos hacia atrás en las etapas de montaña, un gesto que suele gustar a los aficionados al ciclismo. Esa valentía que gusta de Nairo y que cuando ha sucedido le ha reportado tanto éxito y le ha hecho ser un ciclista de época y que pasará a la historia por ser quien recuperó de forma definitiva a los escarabajos para el primer plano.
Texto: Lucrecio Sánchez (@Lucre_Sanchez)
Foto: Sirotti